En los últimos 20 años las actividades asociadas a la industria han generado en promedio unos 2,5 millones de puestos de trabajo en Colombia, de los cuales 350.000 se han localizado en el Valle de Aburrá, según los registros que desde 2001 lleva el Dane.
Esa relativa estabilidad contrasta con la turbulencia que en la década anterior al arranque del siglo XXI describió Gabriel Poveda al señalar que la industria colombiana fue gloriosa entre 1905 y 1990, pero a partir de este último año el “Consenso de Washington” acabó con ella (ver Paréntesis).
“En ese momento, el sector industrial estaba aportando el 24 % del Producto Interno Bruto (PIB) del país, y crecía vivamente”, explicó el economista antioqueño en 2013, cuando la Universidad Autónoma Latinoamericana le otorgó el doctorado honoris causa en ingeniería industrial.
Alineado con esa visión, otro economista, José Antonio Ocampo, sostiene que la industrialización fue un poderoso motor de desarrollo, sobre todo desde los años 30 hasta mediados de los 70, pero en las últimas décadas puede haber habido alguna modernización, y lo que sí ha habido es una gran desindustrialización.
Con los datos del PIB a septiembre de este año se observa que la participación del sector manufacturero en la economía es de 12,3 %, casi la mitad de lo que representaba en los años 90.
Una coincidencia
Juan Carlos López, experto en historia empresarial antioqueña de Eafit, señaló que los tiempos de Ofertas Públicas de Adquisición (OPA) como las vigentes por Sura y Nutresa evocan las épocas en las que Carlos Ardila Lülle asumió el control de Coltejer.
“Ese fue, casi, el momento en el que comienza el declive del sector textil, que para los años 70 era el más indicativo y simbólico del país”, comentó el académico, quien añadió que esa crisis tuvo su momento más agudo entre 1990 y 2001, principalmente en el departamento de Antioquia.
Otros datos del avance de la desindustrialización en el país mencionados por López hacen referencia a que mientras en la década de los 50, durante 9 años, la industria manufacturera creció más que el PIB, para la década de los 90 esa dinámica solo se observó durante un año.
Como consecuencia de ese fenómeno, López asegura que además del menor crecimiento industrial se desencadenó el ascenso del desempleo, la estigmatización de las llamadas comunas, e incluso la aparición de las bandas delincuenciales.
Hoy, se evidencia el giro que desde 2004 intenta dar el país para pasar de un modelo industrial a uno de servicios como comercio o medicina. Aún está por confirmarse si los esfuerzos que se adelantan desde Ruta N, Teccnova, el Centro de Tecnología de Antioquia o el programa Medellín sede la cuarta revolución industrial arrojan resultados concretos o simplemente hacen parte de la propaganda de las autoridades locales para mostrar gestión y ganar reputación.
El año que viene
Tras unos 2020 y 2021 marcados por la pandemia de la covid-19, los empresarios afiliados a la Andi admiten que la reactivación de la actividad económica para que sea sostenible se fundamenta en una buena dinámica de la inversión productiva.
Es así como el gremio de los industriales destaca que a septiembre de este año la inversión está creciendo un 10,3 %, destacándose la mayor dinámica en maquinaria y equipo que aumenta 23,8 % frente a igual periodo de 2020.
Y de cara a 2022 se les preguntó a los empresarios si adelantaban o tenían planeado ejecutar un proyecto de inversión a lo cual el 54,0 % de los consultados lo tiene previsto o lo está realizando y un 43,0 % ni lo está haciendo ni lo tiene previsto. Aun en ese contexto el nivel de respuestas afirmativas es el más alto desde 2012.
Los planes de inversión del año que viene están enfocados en la modernización tecnológica, el ensanche de planta, reposición de equipos, innovación, ampliación del mercado interno, logística y proyectos orientados a lograr una mayor internacionalización