En el ocaso de un 2024 marcado por la ferocidad de la crisis climática, Colombia se ha convertido en un reflejo alarmante de los cambios que la naturaleza puede imprimir sobre nuestras vidas. Las hectáreas calcinadas por incendios forestales, los meses de sequía que secaron cauces y esperanzas, y las inundaciones que sumergieron comunidades enteras son una cruda demostración de que, cuando la Tierra cambia, todo cambia. Incluso la Navidad.
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En este contexto, WWF Colombia lanzó un llamado apremiante para transformar las festividades hacia acciones más sostenibles, conscientes del impacto ambiental que generan las costumbres tradicionales. Las cifras respaldan la urgencia: el Informe Planeta Vivo 2024, publicado hace apenas unos meses, mostró una disminución del 73% en el tamaño promedio de las poblaciones de vida silvestre monitoreadas en 50 años, una cifra que en América Latina y el Caribe escala hasta el 95%.
De igual forma, en la memoria reciente de los colombianos están los devastadores incendios que arrasaron ecosistemas enteros, la escasez de agua que dejó a millones en la capital con racionamientos y las inundaciones que desdibujaron paisajes y vidas, pero, a pesar de estos signos de alerta, los compromisos globales de financiación para combatir el cambio climático y la pérdida de biodiversidad no llegaron a concretarse en eventos cruciales como la COP29 y la COP16, dejando a la acción individual y colectiva como únicas herramientas inmediatas para mitigar esta crisis.
Por eso, las festividades de fin de año representan una oportunidad para adoptar cambios significativos, con medidas concretas que comiencen en el hogar y se extiendan hacia nuestras comunidades. “Comamos pero no desperdiciemos; demos regalos con historias y propósito; no usemos plásticos de un solo uso; reutilicemos y compremos solo lo necesario, y eliminemos la pólvora de nuestras celebraciones”, insta, en ese sentido, WWF Colombia, enfatizando que cada acción cuenta, en especial cuando la Encuesta de Biodiversidad y Cambio Climático que realizaron ellos mismos, destacó que el 53% de los colombianos cree que puede contribuir a combatir estas problemáticas, y un 70% está dispuesto a actuar para revertir la pérdida de biodiversidad.
Uno de los puntos más sensibles de las celebraciones es el uso de pólvora, una práctica que afecta gravemente la calidad del aire y la fauna. Las explosiones, aunque breves, generan un impacto desproporcionado, especialmente en especies que dependen de entornos tranquilos para sobrevivir. “Eliminar la pólvora de nuestras celebraciones no solo protege el ambiente, también garantiza un entorno más seguro para las personas y los animales”, explica la organización.
Asimismo, en cuanto a los alimentos, propone un enfoque práctico: cocinar lo necesario. La producción de alimentos utiliza el 40% de la tierra habitable y el 70% del agua disponible, cifras que invitan a repensar la costumbre de preparar en exceso. Es decir, planificar los menús con precisión no solo reduce el desperdicio, también mitiga la presión sobre los recursos naturales.
Añadiendo al panorama de regalos, durante la Navidad se generan alrededor de 4 millones de toneladas de residuos provenientes de envoltorios, según All Things Supply Chain, por lo que para minimizar este impacto, sugiere usar papel reciclable o alternativas como papel biodegradable, telas orgánicas o cajas reutilizables.
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Ahora, los regalos también pueden convertirse en un vehículo para el cambio. WWF Colombia destaca iniciativas que combinan sostenibilidad, tradición y conservación. Entre ellas, la familia Castañeda en Risaralda produce miel en defensa de las abejas, cuya existencia está en riesgo por la actividad humana. En Pueblo Bello, Cesar, ochenta mujeres arhuacas tejen mochilas que simbolizan la restauración ecológica de la Sierra Nevada de Santa Marta. De igual manera, las mochilas Susuchon, elaboradas por mujeres wayúu en La Guajira, y el café sostenible de la comunidad de Vista Hermosa, Meta, cuentan historias de resiliencia y compromiso con la naturaleza.
Esto porque el impacto de dichos proyectos trasciende lo económico, promoviendo un vínculo profundo entre las personas y su entorno. “Cada tarro de miel, mochila o libra de café es un testimonio de cómo las comunidades pueden liderar el camino hacia un futuro más equilibrado entre humanos y naturaleza”, destaca WWF Colombia, mientras explican que estos regalos, están disponibles en la plataforma PandaMarket, y que son una oportunidad para fortalecer la conservación y apoyar el desarrollo sostenible en navidad.
Por otro lado, la decoración navideña también puede ser más sostenible. Optar por luces LED, que consumen hasta un 80% menos de energía, o reutilizar adornos de años anteriores son prácticas simples y efectivas. Además, se pueden crear guirnaldas sin desperdicio con frutas secas o palomitas de maíz, agregando un toque artesanal y ecológico a los hogares.
Finalmente, el árbol de Navidad, un símbolo central de la temporada, también puede ser elegido con conciencia. Los árboles reales cultivados de manera sostenible o en macetas que puedan replantarse representan una alternativa menos perjudicial que los árboles artificiales, los cuales, según Greenpeace España, requieren al menos 10 años de uso para compensar su impacto ambiental.
En un año donde la naturaleza ha dejado su huella más feroz en la memoria colectiva, una Navidad verde se alza como un acto de esperanza y responsabilidad, y transformar nuestras celebraciones no solo responde a la crisis ambiental, también celebra la posibilidad de un futuro en el que las personas vivan en armonía con el planeta. Como lo recuerda WWF, “cada acción, por pequeña que sea, suma”.