La muerte de Darwin Stiven Gutiérrez Yepes y de Jhonatan Estiven Bedoya Londoño el pasado fin de semana a bordo de una chiva rumbera en Girardota volvió a poner en tela de juicio la seguridad y los controles a este medio de transporte y entretenimiento usado, principalmente, en diciembre. Aunque las autoridades hacen las verificaciones propias de cualquier medio de transporte público, no hay una norma que les genere exigencias adicionales.
Los controles de la secretaría de movilidad a chivas rumberas
El secretario de Movilidad de Medellín, Mateo González, señaló que “nosotros lo que hacemos es que validamos que el conductor tenga licencia, Soat, técnico-mecánica y adicional a eso le hacemos prueba de embriaguez al conductor. Estas son las acciones de control que nosotros venimos realizando para garantizar que el vehículo tenga unas condiciones de seguridad”.
Sin embargo, las adecuaciones que se le realizan a estos vehículos para que los pasajeros puedan bailar mientras hacen los recorridos, como el quitar las sillas, son las que pueden aumentar los riesgos de sus ocupantes, principalmente cuando se registran accidentes, tal como ha sucedido en cuatro de los últimos seis diciembres.
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Entre la Secretaría de Movilidad de Medellín y los líderes de estas chivas rumberas se firmaron compromisos, tales como el cierre de las ocho compuertas para evitar tragedias en casos de volcamientos, como el de este domingo, o hechos como el registrado el 3 de diciembre del año pasado, cuando por una de estas puertas cayó el ingeniero Jorge Cortés Pérez, en la vía Las Palmas, en Medellín, quien falleció en el sitio.
Los protocolos de seguridad de las chivas rumberas
Andrés Manrique, líder del colectivo Chivas Medellín, comentó que por parte de ellos también hay una serie de protocolos para que los pasajeros puedan movilizarse en estos vehículos con el fin de garantizar la seguridad vial de las 30 personas, en promedio, que viajan en estos vehículos.
“Nosotros mismos nos autorregulamos por el hecho de tener gente de pie, nos movilizamos sin exceder los 25-30 kilómetros por hora cuando la gente está parada en la ruta. Además, no suministramos licor a los usuarios, sino que son ellos los que lo llevan. Pero en términos generales debemos cumplir la normatividad que exige el Ministerio de Transporte”, explicó el líder gremial de estos chiveros.
Entre los requerimientos que deben cumplir los conductores de estos vehículos está que no obstaculicen o pongan en riesgo a los demás actores viales, según el artículo 55 del Código Nacional de Tránsito.
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Por su parte, los pasajeros no pueden ubicarse en los estribos de este vehículo, según el artículo 83 de esta misma normatividad, al igual que no se permite proferir expresiones injuriosas o groseras, promover riñas o causar molestia a los demás pasajeros, conforme al artículo 92.
Arles Giovanni Arias, docente y experto en temas de movilidad, explicó que “cada vez es más recurrente que en temporadas festivas este tipo de vehículos sea contratado para realizar recorridos turísticos por la ciudad, en los que sus pasajeros, al son de la música, consumen licor y/o llevan a cabo otras actividades recreativas. En pro de la seguridad vial y del cuidado de la integridad física, todos los que viajan en estos vehículos están obligados a cumplir una serie de normas, tanto los conductores como los pasajeros”.
Entre las regulaciones para quienes tienen estos vehículos está el pago de los seguros obligatorios y los contractuales y extracontractuales, por los cuales estos vehículos deben pagar hasta $15 millones cada año para garantizar la atención en caso de cualquier accidente de tránsito, como los que ocurren tanto en los vehículos transformados para las rumbas como aquellos que aún llevan a las comunidades a las veredas más lejanas.
Sin embargo, al ver la recurrencia de los accidentes de estos vehículos rumberos y las víctimas que se han registrado en el último año, estas medidas parecen quedarse cortas, no solo ante los tres fallecidos, sino ante los 47 lesionados en las últimas seis navidades.