No es fácil, pero se puede. Esa es la conclusión de Alejandro Maya, uno de los profesores, licenciado en educación especial, que acompañó a casi un centenar de niños y niñas de entre 9 y 15 años con discapacidades físicas y psicológicas en un programa de Ruta N para que incursionaran en la ciencia y la tecnología, un mundo que, a menudo, los hace a un lado.
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El programa empezó en agosto y tuvo su ceremonia de graduación ayer, martes, en la Institución Educativa Francisco Luis Hernández, en Aranjuez, un colegio que en 2025 cumplirá 100 años atendiendo a niños y jóvenes con todo tipo de discapacidades: en los grupos A hay chicos con problemas auditivos; en los B, visuales; en el resto hay niños y niñas con otras discapacidades físicas o cognitivas. Hay profesores que hablan en lenguaje de señas y que leen en braille.
También hay chicos sin discapacidades, pero que también, en un mundo donde en los colegios está tan bien valorado tener y ser uniforme, suelen estar al margen: migrantes, indígenas, afros. Ellos se integran desde los primeros años con el resto, hablan con ellos en su lenguaje, bailan juntos en los actos cívicos, cuidan los unos de los otros. Se repite mucho que los niños son crueles. Estos no parecen.
La ceremonia de graduación tuvo lo reglamentario: el himno nacional, pero en silencio, cantado con las manos; una muestra artística, bailes de cumbia y bambuco: los que escuchan les marcaron el paso a los que no, los que ven guiaron a los que no. Todos reclamaron el diploma y posaron para la foto. Hubo toga y birrete. Los graduandos no son solo del colegio Francisco Luis Hernández, también hay niños de hospitales y otras instituciones sociales de la ciudad.
Remar contra la corriente
Las estadísticas de las personas con discapacidad tienen una doble desdicha. No solo son desalentadoras sino desconocidas. Aquí algunas: En Colombia cerca del 90% de las personas en condición de discapacidad se encuentran bajo la línea de la pobreza; 17 de cada 100 personas con discapacidad alcanzan la educación superior (técnica, tecnológica, universitaria o posgrado), mientras que 24 de cada 100 personas sin discapacidad alcanzan dichos niveles, pero de este número solo el 3% se gradúa; durante el segundo trimestre de 2024, la tasa global de participación de la población con discapacidad fue de 24,3%, en comparación con la población sin discapacidad de 66,3%.
El ciclo es claro: lo común es que una persona con alguna discapacidad no tenga acceso a educación (mucho menos de calidad) ni a trabajo (mucho menos de calidad) y solo uno de cada 10 supere la línea de la pobreza. El programa Horizontes 2.0, promovido desde Ruta N, quiere romper con ese ciclo y darle la razón al profesor Maya: No es fácil, pero es posible.
Durante 20 sesiones estos niños y niñas aprendieron habilidades Steam (ciencia, tecnología, ingeniería, artes y matemáticas por sus siglas en inglés): estudiaron química, hicieron perfumes, gominas, jabones; también principios de programación y herramientas de conservación del medio ambiente, pudieron utilizar una impresora 3D, trabajaron en carros solares. ¿Cómo lo hacen? Con plastilina, con palillos, con los recursos que hagan falta pero, sobre todo, con paciencia y ganas.
Alan Mosquera Gamboa tiene 9 años y estudia en el Francisco Luis Hernández, Alan no ve, pero disfrutó del olor de los perfumes que hizo en el programa. Lo que sigue ahora es construir un cohete “de esos que despegan hacia arriba y echan fuego, quiero conocer todos los planetas”, dice.
Rocío Arango es politóloga de la Universidad Nacional, tiene un MBA, hace más de una década trabaja en Ruta N, pero es también una mujer con una discapacidad, usa una silla de ruedas. Una excepción a la regla. Ella es una de las coordinadoras del proyecto y esto es lo que dice: “Medellín es un distrito especial de Ciencia, Tecnología e innovación y eso significa que son elementos para todas las personas que la habitamos. Nosotros en Ruta N decimos que innovación se escribe con I de inclusión, y lo que se requiere es encontrar la forma de llegar a todas las personas, incluso con los conocimientos científicos y tecnológicos que todo el mundo cree que son muy abstractos y que no todos los seres humanos podemos entender. Este es nuestro principal aprendizaje: llevar lo abstracto a lo sensorial para todas las personas”.
Esta es la segunda versión del programa Horizontes (de allí que se llame 2.0). Entre 2014 y 2018, Ruta N hizo un programa similar que benefició a 5.000 jóvenes de la ciudad. El operador este año fue la Fundación Saldarriaga Concha, que espera que el programa se pueda expandir en el futuro y que sirva como referente para que nadie se quede por fuera de esa ciudad innovadora y emprendedora de la que tanto alarde se hace.