Eran las 2:30 de la tarde del viernes 20 de diciembre y en un recodo de La Escombrera —abajo se veía toda la ciudad agitada por una nube pavorosa—, cercado por cintas amarillas, sobre un montículo de tierra se extendía un fémur, un hueso fuerte, lacio y teñido de tierra. Luego apareció un cúbito, uno de los antropólogos forense lo midió con su propio antebrazo. Detrás de la cinta y bajo una carpa blanca, las madres —las madres de los desaparecidos— veían en silencio. Eran los terceros restos óseos que se encontraban en menos de tres días. ¿Quién podría ser?
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Los antropólogos forenses de la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas (UBPD) encontraron los primeros restos el miércoles 18 de diciembre hacia las diez de la mañana. Las máquinas hacían su trabajo, removían la tierra y quien vigilaba el movimiento vio entre piedras y tierra lo que parecían unos huesos. Las máquinas pararon y vino un trabajo de escobillas y palustres, pequeños elementos para el trabajo minucioso.
Se tuvo entonces conciencia del primer hallazgo: muchos huesos que, al parecer, formaban un solo cuerpo. Se anunció que en La Escombrera —ese lugar rural de Medellín, donde los paramilitares enterraron a sus víctimas, y de lo que se ha sabido por testimonios de los mismos combatientes y de las víctimas—, después de años de rumores, de intentos, de excavaciones, se había hallado un cuerpo.
Horas después aparecieron más huesos, y con ellos algunas prendas: un par de medias y un brasier. Debajo de la tierra, quienes intentan borrar un cuerpo, una identidad, pierden su tarea porque los huesos duran décadas y el látex siglos. Se supo entonces que, de los dos cuerpos, lo más probable, es que uno sea el de una mujer.
De los 502 desaparecidos que ha habido en la comuna 13, un porcentaje muy bajo son mujeres. El dato causó revuelo entre las madres y un par tuvieron que ser atendidas y llevadas al hospital. Mientras unas han muerto —muchas de cáncer— ante la indiferencia y la espera eterna, otras no aguantan el golpe certero de la esperanza de por fin saber qué pasó con quien tanto amaron.
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El viernes en la tarde, las madres —hermanas, esposas, hijas, etc—, los funcionarios de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y los antropólogos de la UBPD tenían una certeza: habían encontrado una fosa común. En varias versiones ante la justicia, los paramilitares han confesado que enterraban hasta cinco personas en una misma fosa, en un nicho. Valga el lugar común: encontrar los restos óseos es como encontrar una aguja en un pajar.
Hacia las 4 de la tarde, las madres rezaron la novena de Navidad por las sus amigas enfermas, enfermas de espera y de esperanza, el magistrado Gustavo Salazar leyó unas cuantas oraciones. Él ha batallado desde hace años para que se reactivara la búsqueda y desde que supo del hallazgo viajó a Medellín y ha permanecido en la montaña, pendiente de todos los detalles. Hablamos con él después de que levantara sus letanías.
¿Qué es lo que ha pasado en las últimas horas?
“Las nuevas excavaciones empezaron el 29 de julio del 2024. Antes habíamos hecho dos excavaciones puntuales, una en un punto con mil metros cúbicos, y las otras en unas zonas perimétricas, eso empezó en 2020. En esto llevamos ya casi cinco años. Los primeros restos aparecieron el 18 de diciembre de 2024 al final de la mañana, tipo 10 y media 11, y se hizo la recuperación ese día por la noche, porque se creyó que yo debía estar presente, pero no es así. Las madres se estuvieron muy angustiadas toda la tarde, porque ellas presenciaron el hallazgo”.
¿Usted estaba en Bogotá?
“Sí. Viajé especialmente desde Bogotá por la importancia del proceso, la importancia del lugar, la importancia del trámite y del caso 08. Yo también soy magistrado del caso 08, que estudia la fase 1 Antioquia, que implica la comuna 13 y lo sucedido aquí entre los años 2002 y 2004. Ese día terminamos a las 11 de la noche, se hizo en ese tiempo la recuperación de las estructuras óseas que estaban expuestas. Se encontraron unos esqueletos bastante completos. Por ejemplo, hay un esqueleto que es de una mujer y está bastante completo; estamos hablando de cráneo, maxilares, piernas completas. El asunto es que ahora tenemos cinco fémures, así que estamos hablando de tres personas, lo cual ya nos convertiría el lugar en una fosa. Fue el jueves cuando recuperamos a la mujer, se supo porque los restos tenían prendas femeninas y la estructura ósea era concordante con una mujer. Hoy (viernes) se encontraron nuevas estructuras óseas”.
En la tarde del viernes no se había confirmado el hallazgo de un tercer cuerpo, pero ya era un voz a voz.
¿Se trata de otro cuerpo?
“Los estamos embalando y empacando de manera diferenciada porque hubo una cierta perturbación de la escena porque la draga alcanzó a remover tierra donde estaban los restos, por eso no nos atrevemos a decir, pero creemos que hay más de dos cuerpos, pero esto implica una reconstrucción antropológica, es decir, poner las estructuras óseas sobre la mesa y analizar, pero encontramos varios huesos del mismo tipo, es decir, estamos hablando de fémures, estamos hablando de coxales, estamos hablando de tibias, estamos hablando de cubitos y radios”.
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¿A los cuántos metros de excavación se encontraron estos cuadros?
“A ver, hay que hacer una diferencia, porque lo que tenemos es la cuota de partida y la cuota de profundidad, estamos hablando de 27 metros, es decir, para llegar aquí hemos tenido que remover 37 mil metros cúbicos y sobre la cota en que estamos, ya hablamos de tres metros y medio más o menos. Hay que tener en cuenta que aquí sólo era posible llegar después de barrer el terreno; lo que estamos haciendo es una gran llegada al suelo histórico, el suelo de 2004, que es la fecha límite que hemos entendido como de las graves desapariciones. Este es un escenario que oscila entre el 2001 y el 2004”.
¿Entonces usted cree que encontraron una fosa?
“No sabemos, porque no sabemos cuál era el criterio de disposición que hacían de los cuerpos. Sabemos que estamos en la zona porque a través de la geolocalización que hicimos, del trabajo satelital y fotográfico que se hizo, sabemos que estamos a una distancia entre 70 y 150 metros de la base paramilitar, y sabemos que esa era la distancia hacia el costado noroccidental y norte donde ellos inhumaban. Sí es un nicho, el nicho es todo el perímetro, pues claramente el lugar que encontramos es un nicho porque hay una concentración de estructuras óseas”.
¿Esto qué significa para usted como magistrado del caso, pero también para la JEP?
“Creo que para la JEP significa la ratificación de que las medidas cautelares que adoptamos en el tribunal, en la sección para casos de ausencia de reconocimiento, tenían razón de ser. Ya lo teníamos claro desde la primera exhumación e identificación que hicimos, especialmente en el caso de San Onofre, que nos ha llevado a la recuperación de 25 cuerpos y la identificación de 13 de ellos; además, también hubo un hito muy importante, que fue la identificación de restos en Dabeiba, en diciembre de 2019. Obviamente el escenario de La Escombrera es distinto, porque había mucha incredulidad de una parte de la sociedad, porque estamos hablando de un espacio muy grande, porque lleva mucho tiempo, porque se había hecho el proceso de búsqueda en el año 2015, porque había habido unas exhumaciones en la parte de arriba, y decían básicamente que esto ya estaba agotado, sobre todo porque ha habido una alteración continua y enorme de gran dimensión del escenario en términos de relleno y alteración de excavación y extracción de material. Entonces, ahí el gran desafío era encontrar. El éxito es que encontramos una ruta de reconstrucción satelital, fotográfica, geográfica, geológica, se hicieron excavaciones, se hizo un trabajo topográfico y determinamos un polígono que tenía un margen de error. Nosotros sabemos que había márgenes de error, pero estábamos aproximados y se comprobó que estamos bien. Entonces, eso por un lado es una enorme satisfacción, porque demuestra que hicimos un trabajo serio. Lo segundo es la gran convicción que tenemos en la sección para casos de ausencia de reconocimiento, y de todo el tribunal, y es una convicción absolutamente inamovible, hay que buscar. Y hay que buscar, y no es costoso buscar, es decir, vale dinero, pero no es costoso en términos de lo que implica para una sociedad”.
Y más cuando hay incredulidad...
“Claro. La retribución de buscar es mucho mayor, porque el dinero aquí se retribuye en términos de valores sociales, una sociedad que no tenga valores de ciudadanía, que implica el respetar la dignidad completa de los ciudadanos, pues sería una sociedad que está construida sobre nada. En esto he sido bastante rotundo, nunca titubeé, en la Sección nunca titubeamos. Ahora, si había expectativas de encontrar, pues había un elevado grado de incredulidad, hicimos muchas consultas con expertos forenses, todos nos señalaron sin excepción la dificultad y básicamente la improbabilidad de encontrar. Sin embargo, teníamos una certeza, había que buscar y había que terminar de buscar. Y lo que se demuestra es que las madres tenían razón, que los subían desde la comuna y aquí los ejecutaban y los enterraban. Y eso tal vez es la mayor gratificación, es decir, que cualquier proceso de búsqueda y de prospección de desaparecidos tiene que ser de la mano de las víctimas, porque ellas son las que tienen las propuestas y las ideas de qué fue lo que sucedió y dónde se podían encontrar”.
¿Cuánta gente podría estar enterrada acá?
“Lo que puedo mencionar es que en la comuna 13 hay 502 desaparecidos, que del periodo crítico más o menos tenemos 170, cuando hablo del periodo crítico es 2002-2003, los otros están divididos en 40 años, entonces estamos hablando de entre 130 y 200 desaparecidos”.
¿Cuántas personas está trabajando en esta búsqueda?
El jueves llegó por la mañana un refuerzo del equipo forense, tenemos con los contratistas y el equipo forense, más el equipo de logística y demás, de unas 30 personas. Esto sin contar toda la gente que está desde Bogotá”.