x

Pico y Placa Medellín

viernes

0 y 6 

0 y 6

Pico y Placa Medellín

jueves

1 y 7 

1 y 7

Pico y Placa Medellín

miercoles

5 y 9 

5 y 9

Pico y Placa Medellín

martes

2 y 8  

2 y 8

Pico y Placa Medellín

domingo

no

no

Pico y Placa Medellín

sabado

no

no

Pico y Placa Medellín

lunes

3 y 4  

3 y 4

language COL arrow_drop_down

La religiosa que lleva dos décadas de lucha con las víctimas de la comuna 13 de Medellín

La hermana Rosa Cadavid respalda el clamor de reanudar las búsquedas de desaparecidos en La Escombrera. Siempre ha llegado a zonas de guerra para apoyar a las víctimas.

  • La hermana Rosa Cadavid, en el salón Tejiendo Memoria, de la fundación Madre Laura, con la réplica del Cristo de Bojayá. FOTO esneyder gutiérrez
    La hermana Rosa Cadavid, en el salón Tejiendo Memoria, de la fundación Madre Laura, con la réplica del Cristo de Bojayá. FOTO esneyder gutiérrez
21 de enero de 2024

—Entonces, Carlos Castaño le dijo al obispo que me habían declarado objetivo militar porque estaba denunciando cosas que supuestamente ellos no habían hecho, que no torturaban, que no asesinaban, que no causaban dolor al pueblo. Y el obispo le dijo: ¿usted sabe qué está haciendo ella en este momento? Cuidando a 14 niños huérfanos. El padre me dijo que eso me salvó, pero que me tenía que ir, y me sacaron del Urabá.

Rosa Emilia Cadavid andaba con los niños, pero no sabía qué hacer con ellos. Nadie en una zona dominada por paramilitares la ayudó en un principio. Tal vez por el temor de correr la misma suerte de la madre que se llevaron: un cuerpo arrastrado al límite de la indignidad, fragmentado, disperso, tirado como basura a la vista de todos. El cuerpo de una mujer que en vida sufrió el dolor de ver asesinado al padre de sus hijos. Una suerte que parecía inexorable para Rosa Emilia, y tuvo que huir.

No era la primera vez que la declaraban objetivo militar, hoy dice que han sido diez ocasiones. Tampoco lo hicieron solamente los paramilitares. El hábito de religiosa que se puso en plena juventud la llevó a lugares donde sobrevivir era casi un milagro. Zonas de estruendos ajenos a la tranquilidad del campo; de zozobra y amenazas; de masacres y desplazamientos forzados; de gente saliendo con una carreta a buscar el cuerpo de un familiar desaparecido. Era como si la guerra la persiguiera y la alcanzara solo para obligarla a ver su destrucción.

La hermana Rosa, como todos la conocen, estuvo en pueblos de los Montes de María; del Chocó; del Urabá y el Magdalena Medio antioqueños, territorios desangrados por los grupos armados, por las guerrillas, los paramilitares, el Ejército. Han pasado 53 años desde que se volvió monja y recuerda la guerra vívida, pero no entiende su sentido, como sí entiende el dolor de las víctimas que se han apoyado en su hombro y el de las que no también.

Le puede interesar: La organización más premiada de la comuna 13 de Medellín está buscando sede

Cuando era solo una muchacha, vivía en Bello, cerca de su natal Girardota, en una familia de 15 hermanos. Se convenció de seguir los pasos de Laura Montoya, la Madre Laura, quien entonces no era la única santa del país. Se unió a las Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Sena, la comunidad fundada por la Santa, en Dabeiba, Occidente antioqueño, en 1914. A la hermana Rosa la sedujo su legado de ayudar al desamparado, de velar por el olvidado, de no abandonar al desprotegido, y ya no recuerda cuántas veces ha llorado el dolor ajeno. Ni cuántas otras ha desafiado con denuncias y reclamos a caciques, gamonales cabecillas o jefes de grupos armados.

Narra que incomodó a la guerrilla, cuando alentó a los campesinos de San José de Apartadó, en el Urabá, a convertirse en comunidad de paz a finales de los 90, para declararse un pueblo neutral y que no los siguieran encasillando en un bando u otro. Recuerda que molestó al Ejército cuando se apareció con una grabadora a una reunión que el general (r) Rito Alejo del Río tuvo con una comunidad del Chocó, en tiempos en que era un secreto a voces que existían alianzas de la fuerza pública y paramilitares. Siguió incomodando cuando llegó a la comuna 13 de Medellín.

“Fue la defensa del territorio”

—En la comuna 13, empezamos a acompañar a un grupo de mujeres que quería recuperar los espacios públicos, la cancha, las calles. Fue un momento de resistencia, hicimos un comedor comunitario, creamos bibliotecas y programas culturales, jugaban fútbol. Fue la defensa del territorio, pero sentíamos miedo, porque todavía veíamos los encapuchados con fusiles que nos rodeaban.

La hermana Rosa no sabía que todavía no había pasado lo peor. Eran los inicios de la primera década del 2000 y las misioneras de la Madre Laura llevaban tiempo acompañando a la comuna 13 desde la fundación que aún persiste en el sector. Era un lugar donde consultar al médico, estudiar o contar los temores de la guerra que se libraba por escaleras, montañas y callejones.

A veces, alguno hacía cerrar todas las puertas para revelarle a la religiosa datos delicados. Ahora ella sabe que en ese entonces más de uno salió de la fundación arrepentido, desconfiado, pensando que en cuanto cruzaron la puerta la monja los aventó con el verdugo.

En cambio, las religiosas buscaron a los líderes de los barrios de la 13, a través de los sacerdotes, y empezaron a organizarse. Conformaron el grupo Mujeres Sembradoras de Esperanza y alzaron su voz, aun cuando no gritaran, contra la violencia que amenazaba con quitarles a sus hijos e hijas. Ahí estuvo la hermana Rosa apoyándolas y defendiéndolas cuando las estigmatizaban o las señalaban de ser guerrilleras, cuando las acusaban de delitos que no cometieron o les asesinaban a sus seres queridos.

Rosa Emilia Cadavid llegó a la comuna 13, tras pasar por muchas zonas de guerra. Acababa de pasar por un accidente de tránsito en un bus, ocurrido en el 2000, que la dejó en silla de ruedas. Las misioneras consideraron que tenía la experiencia para apoyar a las víctimas de esa zona y eso fue un aliciente poderoso para su recuperación. Tal vez porque le tocó sacar toda la fuerza posible ante los atropellos, los maltratos, las amenazas, los desplazamientos, las desapariciones, los asesinatos que vivía la comunidad.

Según la Corporación Jurídica Libertad, en 2002 en la comuna 13 se hicieron más de 20 operaciones militares que fueron el preámbulo de la Mariscal (21 de mayo de 2002) y la Orión (16 de octubre de 2002). Esta última, que se prolongó hasta diciembre de ese año, es considerada la intervención militar urbana de mayor impacto en la historia del conflicto armado colombiano y carga con las evidencias de que hubo connivencia con los paramilitares para confrontar a las milicias.

<p>La hermana Rosa Cadavid en La Escombrera. Atrás, las siluetas en memoria de los desaparecidos.</p><p>FOTO<b><span class=mln_uppercase_mln> julio césar herrera</span></b></p>

La hermana Rosa Cadavid en La Escombrera. Atrás, las siluetas en memoria de los desaparecidos.

FOTO julio césar herrera

Ahora la hermana Rosa se ríe, con un dejo de amargura, porque cree que ella y las otras misioneras eran unas “ilusas” al creer que podrían contener ese monstruo que los cogió a todos desprevenidos. Hombres armados empezaron a sacar a los jóvenes de las casas, a llevarse a los padres de sus hogares, a tomar a los niños en las calles, a bajar a los esposos de los buses.

El grupo de las Mujeres Sembradoras de Esperanza empezó a languidecer, a muchas les desaparecieron a sus seres queridos y las dejaron solo con el recuerdo de la última palabra, del último gesto, de la última camisa que se pusieron. Las puertas de las casas se cerraron y las misioneras no podían recorrer los barrios como antes.

“Fue otro triunfo de una lucha”

—Y ‘Móvil 8’, que obviamente estaba tratando de obtener beneficios, señaló algunos puntos, polígonos de La Escombrera, donde podían haber enterrado cuerpos. Había mucha esperanza de encontrar algo, pero no había certezas, porque la tierra se pudo haber movido, la montaña creció. Pero el inicio de las excavaciones fue otro triunfo de una lucha. Estuvimos acompañando todo el proceso. Fue muy doloroso.

Desde antes de que concluyera la Operación Orión, la hermana Rosa comenzó a documentar los casos de desaparición de su puño y letra, en libretas y papeles, muchos de los cuales hoy no existen, pero otros han servido para consolidar bases de datos oficiales. Anotaba los nombres, las direcciones y los teléfonos de las mujeres que se enfrentaban al dolor de ese flagelo que considera incluso peor que la muerte.

Las llamaban, algunas colgaban; las buscaban en las casas, algunas tiraban la puerta. La religiosa recuerda que le tocó volver a ganarse la confianza en medio del terror, poco a poco fueron organizándose otra vez, muchas de las que eran Sembradoras de Esperanza se volvieron Mujeres Caminando por la Verdad, y todavía exigen la verdad sobre sus desaparecidos.

Lo que siguió fue una lucha para que les creyeran que en la comuna 13 se cometieron graves violaciones a los derechos humanos. Emprendieron un camino para visibilizar lo que les había pasado, llevaban pancartas a plantones donde la hermana relata que salían pisoteadas, tildadas de mentirosas, luchando por una verdad contra una sociedad que parecía empecinada en negar.

Aseguraban que en el sector conocido como La Escombrera fueron arrojados cuerpos, y pedían que no depositaran nuevos escombros para que no sepultarlos más. Pero no les creían o fingían no hacerlo, rememora la hermana Rosa.

Tuvieron que esperar años para que testimonios como los de los exparamilitares Juan Carlos Villa, ‘Móvil 8’, o Diego Fernando Murillo, alias Don Berna, ratificaran sus versiones y dijeran que en ese terreno, bajo esa montaña que cada vez creció más se habrían arrojado cuerpos de desaparecidos. Y entonces, en 2015, 13 años después de Orión, en la administración del exalcalde Aníbal Gaviria, se delimitaron polígonos y comenzaron a esculcar la tierra.

Rosa Emilia Cadavid estuvo al pie de las víctimas, allá frente a maquinaria gigante, mirando de lejos trabajar a peritos, fiscales y expertos. Al final, no encontraron restos humanos, pero fue en parte sanador, por primera vez sintieron que sus demandas importaban, y aún las exigen.

El salón Tejiendo Memoria guarda algunos símbolos emblemáticos de la lucha de las mujeres buscadoras. <b><span class=mln_uppercase_mln> </span></b>FOTO<b><span class=mln_uppercase_mln> esneyder gutiérrez</span></b>
El salón Tejiendo Memoria guarda algunos símbolos emblemáticos de la lucha de las mujeres buscadoras. FOTO esneyder gutiérrez

La hermana Rosa cree que no pueden resignarse, que es obligación del Estado seguir buscando los cuerpos, la verdad, la justicia. Eso ha mantenido empoderadas a las mujeres, aunque muchas de ellas han muerto, varias de cáncer, sin cumplir el sueño de recibir los restos de sus seres queridos para sepultarlos con dignidad.

La religiosa lo afirma desde el salón Tejiendo Memoria, su refugio en la fundación Madre Laura, donde lidera el área de la defensa de la vida y los derechos humanos, con las fotos de los desaparecidos a su espalda, frente a una maqueta que replica La Escombrera y un jarrón roto y remendado que simboliza el daño irreparable que causó la desaparición forzada a la comuna 13.

Lo dice al lado de una urna que tiene la réplica del Cristo de Bojayá, ese pueblo del Chocó que vivió una de las peores masacres del país. Una versión del Cristo real que ella cargó desde Bogotá hasta Villavicencio, cuando el papa Francisco vino a Colombia. Afirma que no sabe por qué la eligieron para llevarlo, puede ser una obviedad, pero se sintió honrada y ve en la imagen la representación del sufrimiento de un pueblo, de una nación, por causa de la guerra. Por eso, cree que la lucha de las víctimas nunca debe cesar.

Las excavaciones de 2015 se acabaron y, entre 2016 y 2019, durante la primera administración de Federico Gutiérrez, no hubo avances en La Escombrera. En noviembre de 2022, se retomaron las intervenciones, coordinadas por la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD), tras medidas cautelares ordenadas por la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP). De nuevo, se delimitaron zonas para remover tierra y material en un proceso forense proyectado para un año, pero que volvió a quedar frenado.

“Se debe iniciar la intervención”

—Nos dicen que van a iniciar una excavación, pero que no hay recursos. Eso genera mucha zozobra y malestar en las víctimas, les incrementa su sufrimiento. Se están buscando hasta recursos internacionales, porque se debe iniciar una nueva intervención.

La hermana Rosa ha vivido el proceso de cerca y considera que la JEP y la UBPD escucharon a las mujeres buscadoras y que les pudieron entregar, como lo hicieron con la Fiscalía para el proceso de 2015, toda la información consolidada por años.

Eso les dio esperanza, al igual que unos restos óseos encontrados en esa primera fase de pocos días en 2022, pero cuyos resultados no han sido revelados todavía. Una esperanza que se convirtió en indignación e incertidumbre porque por cuenta de un estudio geotécnico que debía hacer la pasada alcaldía, se ha dilatado la reanudación de la intervención.

Lea también: JEP apretó tuercas para que avance la búsqueda de desaparecidos en la Comuna 13

En noviembre pasado, la JEP le llamó la atención a la administración por este retraso y le dio un ultimátum para entregar el informe que permita reactivar las labores. Otra alcaldía que tampoco hizo mucho, pues se quedó más en el discurso que en las acciones contundentes, como lo han manifestado las propias víctimas.

La hermana Rosa refleja el cansancio de las víctimas que consideran que ha habido negligencia, desidia, indiferencia, un agotamiento que no las ha vencido, pero que pesa. Por eso, esperan que se aceleren las búsquedas, incluso bajo el riesgo de que no hallen nada, porque siempre estará la esperanza de que hallen algo. Tienen la fe puesta en que el nuevo gobierno local se comprometa a cabalidad con la intervención en La Escombrera, no solo por cumplir un mandato, sino por voluntad y justicia.

Aunque no se sabe a ciencia cierta cuántos cuerpos podrían haber sido tirados a La Escombrera, las entidades estiman que en la comuna 13 hay 459 posibles víctimas de desaparición forzada entre 1980 y 2016, de las cuales 200 corresponderían a crímenes ocurridos entre 2001 y 2003, el periodo de mayor recrudecimiento del conflicto en la zona, el que la hermana Rosa vivió con una valentía que mantiene hoy, pese a las amenazas que ha recibido a lo largo de los años.

Un coraje que le permite decir con claridad que ha faltado voluntad y que la tierra que ha hundido cada vez más la posibilidad de encontrar tan siquiera un cuerpo es proporcional a la indiferencia de quienes no atendieron a tiempo sus clamores.

Pero escarbar no es lo único. Desde su papel en la fundación, la hermana promueve el acompañamiento emocional a las víctimas y junto a las otras misioneras trabajan para que la comuna 13 no vuelva a caer en una violencia como la de los 2000. Impulsan la educación, la recreación, la cultura. Y la premisa de Rosa Emilia es que hay que arrebatarle los niños a la guerra, alejarlos de las posibilidades de caer en los grupos armados que tanto daño causaron al territorio.

—¿Usted cree que hay algo más allá? —le preguntan a Rosa Emilia Cadavid.

—¡Qué tal si no! Yo no estuviera aquí sentada. Ya me hubiera dejado morir.

—¿Entonces toda esta injusticia qué, tanta desigualdad social?

—Eso es provocado por el hombre. Nosotros sabemos qué tenemos que hacer y cómo lo hacemos. Dios nos dice: usted es libre, haga lo que usted crea que tiene que hacer por su vida y por los demás. Uno toma la decisión. Equivocada o no, pero uno la toma. Y uno mismo sabe cuando está siendo injusto.

“Hay que quitarles los niños a la guerra”

La Fundación de las Misioneras de la Madre Laura tiene estrategias para que los niños, niñas y adolescentes tengan opciones distintas a la violencia. Tienen vigentes dos comedores comunitarios, uno en el asentamiento Altos de la Virgen, para suplir, hasta donde les alcanza, el hambre que muchos de ellos sufren en el sector. Pero las necesidades son muchas y los recursos son pocos.

Por eso, llaman a la solidaridad con la fundación para aumentar la cobertura de los comedores o para otras actividades de impacto social. Por ejemplo, en este momento están recibiendo útiles escolares para estudiantes de familias vulnerables que no tienen cómo comprar un cuaderno, porque ni para comer tres veces al día les alcanza.

El empleo que buscas
está a un clic
Las más leídas

Te recomendamos

Utilidad para la vida

Regístrate al newsletter

PROCESANDO TU SOLICITUD
info

Este portal utiliza datos de navegación/cookies propias y de terceros para analizar información estadística, optimizar funcionalidades y mostrar publicidad relacionada con sus preferencias. Si continúa navegando, usted estará aceptando nuestra política de cookies. Puede conocer cómo deshabilitarlas u obtener más información en nuestra politica de cookies