En el corredor del Metroplús en Manrique la 45 los roles están definidos: los conductores soportan, los pasajeros padecen y los motociclistas abusan. Si hubiera que elegir un lugar de la ciudad para ejemplificar la derrota de la cultura ciudadana, esta sería la zona ideal.
Hace casi tres meses, tras años de súplicas y solicitudes de intervención a las autoridades, los conductores del Metroplús dieron un ultimátum de 30 días para que el Distrito y el Metro garantizaran definitivamente las medidas de protección ante los riesgos que enfrentan diariamente conductores y pasajeros en ese tramo del Metroplús. Estos riesgos son provocados por el abuso de motociclistas y automóviles que invaden el carril exclusivo. De no cumplirse estas medidas, los conductores suspenderían el servicio de manera indefinida, lo que afectaría a más de 10.000 personas por mes.
Eso fue el 9 de julio. Al día siguiente la Alcaldía reportó un operativo con 200 motociclistas sancionados y anunció mayores controles. Pero no cambió absolutamente nada.
El ultimátum que entregaron los conductores expiraba el 9 de agosto pasado. Sin embargo, decidieron desactivarlo y confiar en que la comisión accidental convocada por los concejales José Luis Marín y Farley Macías arrojara algún resultado.
El pasado 6 de septiembre se llevó a cabo dicha comisión y de allí salieron varios compromisos por parte de las autoridades: la puesta en marcha de un piloto para instalar un separador central con vallas que permita regular el tráfico vehicular y la instalación de los famosos “robocops” por parte de la ESU para mejorar el tema de la seguridad.
Lo que más reclaman los conductores desde hace años es que se construya un separador central en concreto, y que para ello por fin el Distrito y el Metro se comprometan a adelantar los estudios que han dilatado durante tanto tiempo.
Según explica Fredy Pulgarín, vocero del sindicato que agrupa a los conductores del Metroplús, la necesidad de este separador radica en que así se podría controlar la velocidad con la que transitan los motociclistas infractores y restringiría la posibilidad de zigzaguear intentando adelantar a los buses, que son las causas de la altísima accidentalidad que padece ese corredor.
“Si no se van los motociclistas del corredor exclusivo, al menos así evitamos que sigan causando esos daños con la velocidad y esos zigzag”, apunta.
Pero esta vez no van a esperar simplemente a que el Distrito y el Metro tengan la voluntad para aceptarles esta medida que proponen. La agremiación de conductores instauró una acción popular en la que solicitan que el Distrito, en cabeza del alcalde Federico Gutiérrez, establezca un plan con tiempos específicos para revertir completamente la problemática en este corredor. También solicitaron una medida cautelar para que, en caso de que el Distrito incumpla con esos tiempos, inmediatamente la justicia ordene la suspensión indefinida del servicio.
Para ello aportaron al juez un arsenal de imágenes y videos que evidencian los peligros diarios a los que se exponen. Pulgarín señaló que conseguir esos videos también ha sido un tema complejo por la dilación que impone el Metro para liberarlos. Y sostuvo que si esos videos que se registran desde las cabinas de los buses se dieran a conocer a la opinión pública, la ciudad estaría volcada a encontrar una solución inmediata al constatar el grado de amenaza al que están sometidos a diario conductores y pasajeros.
Por lo demás, mientras la justicia toma una decisión, que según los cálculos del sindicato podría anunciarse esta misma semana, los conductores deben seguir soportando todo tipo de situaciones. A Pulgarín, por ejemplo, la semana pasada le tocó ver cómo un joven motociclista, al intentar adelantar al Metroplús, terminó arrastrándose varios metros hasta estrellarse contra la acera, en plena plaza Gardel.
El joven era tan consciente de la infracción que había cometido que, según Fredy, se negó a ser auxiliado y prefirió irse en su moto, a pesar de su evidente estado de gravedad.
Y así ocurre todos los días: conductores que reciben amenazas de motociclistas desesperados solo por detenerse un segundo más para que el alto flujo de pasajeros descienda o ingrese y habitantes de la zona que perdieron la calidad de vida solo porque a un grupo de motociclistas se le ocurrió convertir el corredor en su patio de recreo para realizar piques.
Cindy Calle, una de las miles de afectadas, tuvo que acostumbrarse a caminar más de media hora de regreso a casa, a pesar de que la estación del Metroplús le queda a solo tres minutos de su hogar. Esto ocurre porque no hay semana en la que, justo en hora pico de la tarde, las estaciones avisen la interrupción del servicio en Manrique porque en cualquier momento se arma un corrillo de motociclistas dispuestos a formar el caos ante la mirada impávida de los vecinos.
Miles de personas padecen esto cada semana de regreso a sus hogares después de una larga jornada laboral o de estudio. Por eso Pulgarín cree que el alcalde Gutiérrez no apelará el fallo que determine la justicia ni lo dilatará hasta el Consejo de Estado, porque claramente lo que piden no es más que el bienestar mínimo de 10.000 usuarios afectados y de los conductores.