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El universo de esculturas que hace de Medellín un museo a cielo abierto

En la ciudad hay más de 500 obras, públicas y privadas, algunas con hasta 171 años de antigüedad. Próceres, batallas épicas y variadas abstracciones hacen parte de este tesoro patrimonial.

  • Escultura de Pedro Justo Berrío, de Giovanni Anderlini. FOTO: El Colombiano
    Escultura de Pedro Justo Berrío, de Giovanni Anderlini. FOTO: El Colombiano
  • Busto de Atanasio Girardot, de Francisco Antonio Cano.
    Busto de Atanasio Girardot, de Francisco Antonio Cano.
  • Monumento a la Raza, en el Centro Adminisrativo La Alpujarra. Foto: Juan Antonio Sánchez
    Monumento a la Raza, en el Centro Adminisrativo La Alpujarra. Foto: Juan Antonio Sánchez
  • Torso Femenino, de Fernando Botero. FOTO: El Colombiano
    Torso Femenino, de Fernando Botero. FOTO: El Colombiano
  • Puerta de San Antonio, de Ronny Vayda. FOTO: Esneyder Gutiérrez
    Puerta de San Antonio, de Ronny Vayda. FOTO: Esneyder Gutiérrez
11 de octubre de 2024
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Hasta una cacharrería fue a parar la cabeza de Atanasio Girardot luego de ser arrancada de su pedestal por un grupo de ladrones hace más de siete años. Haciéndose pasar por funcionarios de la Alcaldía supuestamente enviados para hacer un mantenimiento, y armados de una escalera y una pulidora, los maleantes no solo lograron conectarse a la energía de algunos locales vecinos, sino también arrancar la obra fundida a la cera perdida por el maestro Francisco Antonio Cano hace más de un siglo.

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Luego de que el Museo de Antioquia se diera cuenta de la pérdida, las alarmas de la Policía se encendieron, generando el despliegue de un operativo por toda la ciudad que terminó asustando a los ladrones.

Fue entonces que la imagen centenaria resultó abandonada en una cacharrería del barrio Santa Cruz, desde donde su propietario se desplazó a la estación de Policía de esa comuna para devolverla.

Pese a ser sobre todo reconocido por los luminosos óleos que hoy resguarda el Museo de Antioquia –Horizontes tal vez el más famoso– Francisco Antonio Cano también fue un prodigioso escultor que dejó su huella en Medellín.

Descubierta en 1910, en una ciudad aún sin ferrocarril, poco más de 60.000 habitantes y en plena celebración de los 100 años de la independencia, la escultura fue todo un acontecimiento.

Inmortalizando el rostro de un Atanasio Girardot fatigado y con una expresión fruncida por la angustia de la muerte, Cano se propuso recrear el momento en el que ese prócer de la independencia fue alcanzado por una bala mientras clavaba una bandera de Colombia en la batalla del Cerro de Bárbula en 1813. “Tanto expresa que hasta de noche espanta”, expresó entonces el escritor Tomás Carrasquilla.

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El caso de aquel robo, que por fortuna no logró ser concretado, es solo una de las muchas historias alrededor del universo de más de 500 esculturas que yacen en Medellín.

Busto de Atanasio Girardot, de Francisco Antonio Cano.
Busto de Atanasio Girardot, de Francisco Antonio Cano.

Como un museo al aire libre, la ciudad guarda obras de mediados del siglo XIX, estructuras gigantes de cientos de toneladas cuya presencia compite con edificios enteros y piezas nacidas de las vanguardias artísticas de la segunda mitad del siglo XX.

Claudia Vásquez Vargas, líder del programa de Memoria y Patrimonio de la Secretaría de Cultura de Medellín, explica que de ese universo de 500 esculturas son 200 las que están bajo el cuidado del Distrito.

Si bien, cuando se piensa en esculturas de Medellín la imagen más frecuente podría asociarse a las 23 que pueblan la Plaza de Botero o los 33 bustos de personajes históricos que están sobre la Avenida La Playa, Vásquez advierte que la colección que aloja Medellín es mucho más amplia y hasta oculta. De las 500 hay 300 bajo el cuidado de privados, por ejemplo, muchas están a la entrada o dentro de unidades residenciales y edificios.

Monumento a la Raza, en el Centro Adminisrativo La Alpujarra. Foto: Juan Antonio Sánchez
Monumento a la Raza, en el Centro Adminisrativo La Alpujarra. Foto: Juan Antonio Sánchez

A escasos metros del busto de Girardot, en el atrio de La Veracruz, la fuente de la misma la iglesia es también ejemplo de esa diversidad, siendo la escultura más antigua de todo Medellín.

Construida en 1853, es poco lo que se sabe de quien estuvo detrás de la elaboración de dicha estructura en piedra por la que nunca ha discurrido el agua. Desde su instalación en 1968 aquella pileta seca ha sido uno de los puntos de encuentro predilectos de los transeúntes de la carrera Carabobo y la calle Boyacá.

Otra fuente muy antigua, también esculpida por Francisco Antonio Cano, es la ubicada en el atrio de la Iglesia San José, entre Ayacucho y la Oriental, que también ha suscitado discusiones entre conocedores de la historia del arte. Esta obra, instalada allí desde 1902, se presume que en algún momento se perdió y fue reemplazada por otra encargada al maestro Óscar Rojas.

De autoría de Cano también es el busto erigido en honor a Marceliano Vélez, ubicado en la Plazuela San Ignacio e instalado en 1925, que a su vez hace parte de un periodo en la historia del arte de Medellín que se ocupó de representar a los líderes que forjaron la historia del país y de la ciudad y cuyas imágenes se han mantenido en pie por más de un siglo.

Torso Femenino, de Fernando Botero. FOTO: El Colombiano
Torso Femenino, de Fernando Botero. FOTO: El Colombiano

Como uno de sus alumnos prodigio en la antigua escuela de Bellas Artes, que durante sus primeros años estuvo dirigida por Cano, otro maestro que dejó su huella en Medellín fue Marco Tobón Mejía.

De Tobón es, por ejemplo, la imagen del ingeniero Francisco Javier Cisneros, que por más de medio siglo recibió a viajeros que se bajaban en la estación Medellín del Ferrocarril de Antioquia y atravesaban la plaza del mismo nombre dominada en el costado norte por la antigua plaza de mercado cubierto de Guayaquil.

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En la imagen logra verse a un Cisneros dando un paso hacia adelante y portando en su manos un lápiz y unos planos, parado sobre un pedestal de mármol bellamente labrado. Durante la ampliación de la calle San Juan y los trabajos para construir el centro administrativo La Alpujarra en la década de 1980, la escultura fue reubicada desde su centro en la desaparecida plaza de Cisneros, a un costado de la estación Medellín, donde todavía permanece hoy.

De Marco Tobón son además el busto de Rafael Uribe Uribe, ubicado en la plazuela del mismo nombre entre Junín y Pichincha, y la imponente imagen de José María Córdova, ubicada en el Parque de Boston desde 1957, en la que este aparece con uniforme militar, una espada en su mano izquierda y lanzando al aire un grito de guerra.

De los comienzos de siglo, otro escultor que dejó su impronta fue el italiano Giovanni Anderlini, quien en 1893 culminó la escultura del gobernador Pedro Justo Berrío.

Parado y con sus brazos cruzados mirando hacia el occidente, Berrío ha sido testigo de las múltiples transformaciones de la antigua plaza mayor, desde cuando las calles que la rodeaban estaban empedradas, hasta la llegada del viaducto del metro en la década de 1980, que partió en dos pedazos al Centro bajo su sombra.

A pocos metros de Pedro Justo, otras dos esculturas dan cuenta de la llegada de otros periodos en el arte, la primera de ellas ubicada enfrente del edificio del Banco Popular titulada Desafío a la raza y levantada por Rodrigo Arenas Betancourt en 1978.

En la estructura de 18 metros de altura, una figura humana montada en un caballo extiende sus brazos hacia el infinito, en una representación del pueblo americano y su historia.

Del maestro Arenas, caracterizado por sus monumentales representaciones, también está el Hombre creador de energía de la Universidad de Antioquia, el Monumento a la vida del edificio de Suramericana y el imponente Monumento a la raza del centro administrativo La Alpujarra, en donde reposa parte de sus restos mortales.

Puerta de San Antonio, de Ronny Vayda. FOTO: Esneyder Gutiérrez
Puerta de San Antonio, de Ronny Vayda. FOTO: Esneyder Gutiérrez

De regreso al parque de Berrío, el otro vecino del fallecido presidente del Estado Soberano de Antioquia es la obra Torso femenino del maestro Fernando Botero, ubicada desde 1986 en donde se unen las calles Colombia y Bolívar, un lugar de donde parten la mayor parte de las direcciones para quienes se extravían en el Centro.

Pese a ser la más nueva, de acuerdo con una encuesta realizada por el programa de Patrimonio y Memoria de la Secretaría de Cultura, la también llamada Gorda de Botero es de lejos la escultura más reconocida por los transeúntes de Medellín, incluso más que sus vecinos de 1978 y 1893.

Claudia Vásquez señala que es precisamente este tipo de dinámicas las que más fascinan a ese programa de la Alcaldía, que además de velar por el mantenimiento de las esculturas, se ha interesado por conocer el relacionamiento de los transeúntes con ellas.

En contraste con la Gorda de Botero, ese programa ha identificado que la escultura que menos dicen conocer los medellinenses es la Venus fragmentándose, ubicada desde 1997 en el parque del barrio Los Alpes y creada por la artista argentina Marta Minujin.

En el caso de las 200 esculturas que están cargo del Distrito, la mayoría ubicadas en el Centro, parques y plazas, hay una partida presupuestal de $1.300 millones anuales con los que no solo se emprenden trabajos de restauración, sino obras con las que se busca que el relacionamiento con las mismas sea diferente, como en el Parque de Boston, en donde a la escultura de Córdova se le modificó la jardinera para protegerla.

En medio de un recuento que se hace imposible de resumir, Vásquez aprovecha para invitar a la ciudadanía a animarse a recorrer las calles y conocer la historia de la ciudad de la mano de sus más de 500 esculturas.

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