El centro de Medellín es como un río: nunca se detiene. Desde temprano en la mañana, las calles son un hervidero de gente que corre en todas direcciones. Los vendedores ambulantes montan sus puestos con rapidez, los parlantes de las tiendas compiten a todo volumen anunciando promociones, y los oficinistas caminan distraídos mirando sus celulares, esquivando motos y casetas improvisadas.
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Es un caos organizado donde todos parecen tener prisa. Es por esto que, entre tanto afán, pocos alzan la mirada hacia los tres centenarios robustos que se alzan junto al Parque Berrío.
Si lo hicieran, descubrirían que las fachadas de los edificios Palacé, Constain y Cárdenas permanecen ahí, sin que otro edificio las intimide, como guardianes de la historia que han visto pasar generaciones enteras bajo su sombra. Estos edificios, declarados Bienes de Interés Cultural del Ámbito Distrital (BICD), forman parte de un paisaje que se resiste a desaparecer.
En 2022, sus fachadas recibieron una mano de cariño gracias a una intervención liderada por la Agencia para la Gestión del Paisaje, el Patrimonio y las Alianzas Público-Privadas (APP). Más de 12.000 metros cuadrados fueron renovados con una inversión que superó los $1.000 millones.
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Entre todo este movimiento, los edificios Constain y Palacé se alzan como un solo cuerpo, imponentes y testigos de un pasado donde las calles eran menos atiborradas y el centro era un paso obligado para cualquier plan.
Ubicados frente al Parque Berrío y junto a la iglesia de La Candelaria, estos dos colosos, conocidos como edificios “siameses”, lucen hoy una renovada pintura de base color hueso, con marcos mostaza y ventanales de madera en tonos café, gracias a la intervención de 2022. No es para menos: en casi 100 años, han sido testigos del “progreso” de Medellín, que cubrió la quebrada Santa Elena para dar paso a la Avenida Primero de Mayo, y de la llegada del tranvía eléctrico, que conectó sectores como Buenos Aires y Boston.
Sobrevivieron a tres incendios en los alrededores del Parque Berrío, a la llegada de construcciones más altas que los rodearon por completo y al mal querer de los transeúntes y comerciantes que rayaban sus paredes y puertas, colgaban pendones o encintaban publicidad.
Edificios Constain y Palacé: los siameses de los años 20
El Constain fue pionero al ser el primer edificio con luz eléctrica de Medellín, un lujo que comenzaba a transformar la vida urbana. Según el arquitecto y urbanista Luis Fernando González, su construcción tiene un estilo “ecléctico y afrancesado”. Esta se pensó desde el inicio como una sola estructura junto al edificio Palacé. La obra comenzó entre 1915 y 1918, promovida por Alberto Constain y dirigida por el arquitecto Enrique Olarte.
A Olarte, el mismo autor de la estación Guayaquil del Ferrocarril de Antioquia y de otras edificaciones ya desaparecidas, se le atribuye gran parte de la arquitectura de las primeras décadas del siglo XX.
En aquellos días mozos de Medellín, el centro no era el mar de casetas que hay que serpentear ahora. Ir allá era todo un plan: los amoríos se encontraban en las mal llamadas heladerías, las tiendas de trajes engalanaban a los hombres con sombrero y cachaco, y los enamorados juniniaban de la mano y aunque el verbo “juniniar” conserva la esencia de pasear y vitrinear, la avenida Palacé también tenía su famoso comercio, alojado en los edificios Constain y Palacé.
El Constain albergó en su zócalo el famoso Café Pilsen, que competía codo a codo con La Bastilla en la venta de licores finos y cigarros exóticos. Allí los fumadores más osados podían comprar cigarrillos egipcios Abdulá, famosos por llevar algo de marihuana en su picadura. También era sede de la tienda de trajes Vesticron en los años 40 y sede de oficinas para arrendamientos y asesorias contables.
El edificio Palacé, construido 10 años más tarde, entre 1926 y 1929 por la firma Horacio Marino Rodríguez e Hijos, complementó al Constain. Aunque son dos edificaciones diferentes, visualmente parecen una sola estructura, unidas por sus fachadas casi idénticas. La principal diferencia es el acceso: el Palacé tiene su entrada por la Avenida Primero de Mayo, mientras que el Constain la tiene por la calle Boyacá.
El Edificio Palacé tiene una oficina que por años se ha posado en el balcón de su fachada, la Notaría 18, donde cada semana las parejas contraen las nupcias en igual cantidad que los divorcios. Las mismas escaleras que hoy pisan los enamorados derrochando amor, antes veían a los borrachos rodar tras una noche en el Bar Primero de Mayo o comer chunchurria para disimular el tufo antes de llegar a sus casas. Ambas historias, aunque contrasten, conviven en los muros del Palacé.
La arquitectura moderna de Medellín con el Cárdenas
Al salir del Palacé y observar diagonal la calle 51d, se alza el edificio Cárdenas en la esquina que demarca la antigua “Calle del Codo”. El Cárdenas, un poco más joven que sus “hermanos” intervenidos, fue construido entre 1946 y 1947 en el lugar donde antes estaba la casa que imprimió la primera edición del periódico El Espectador en 1887.
La construcción de este edificio diseñado por el arquitecto Roberto Vélez con aproximaciones a la arquitectura moderna, como el Hotel Nutibara se caracteriza por sus balcones circundantes que permiten un recorrido visual continuo y dan la impresión de, al igual que el Constain, ser un solo edificio de su vecino, el edificio Álvarez Santamaría. “El diseño del edificio Cárdenas conserva una estética muy norteamericana, con forma de nave y unas curvas ondulantes muy expresionistas”, detalló el arquitecto Luis Fernando González.
Le metieron la mano al patrimonio
De 2007 a 2009, la comunidad, junto al notario Héctor Iván Tobón, se unió para restaurar los edificios Constain y Palacé. Según declaraciones del notario Tobón en el archivo de EL COLOMBIANO, en 2009 se adecuó la Notaría 18, que aún se encuentra en el segundo piso del Palacé.
En 2022, la renovación de las fachadas de estos tres edificios fue un proceso liderado por expertos. Según explicó Daniel Madrigal, subdirector de Gestión de Paisaje y Patrimonio de la APP, antes de la intervención se realizaron estudios con historiadores, arquitectos y expertos en patrimonio para garantizar que las intervenciones respetaran la esencia de los centenarios.
Se usaron calas estratigráficas para analizar los antecedentes del edificio, como las capas de pintura, barniz o material constructivo que poseían los muros, barandales y balcones. Esto permitió definir una paleta de colores que reflejara su historia y conservara la gama de colores iniciales, obteniendo así un color base y dos tonos complementarios para detalles como puertas y ventanas.
Cabe aclarar que las intervenciones no fueron restauraciones, sino mejoramientos de las fachadas, respetando el patrimonio original y su estructura. Uno de los retos en la intervención fue coordinar los trabajos con los comerciantes para minimizar el impacto económico, coordinándose para alternar labores fines de semana o alargar el tiempo de entrega.
Además, detalles como la limpieza del granito con ácidos y el acceso complicado al techo, requirieron la supervisión de expertos en patrimonio, historia y arquitectura.
Estas tres estructuras robustas y con una memoria casi siempre ignorada, se niegan cederle terreno al tiempo y se posan en el patrimonio de Medellín, junto a los otros más de 400 bienes de interés cultural que tiene la ciudad.