Un reciente informe de Unicef reveló que más de 370 millones de niñas y mujeres han sido víctimas de violación o agresiones sexuales antes de cumplir los 18 años en todo el mundo. El estudio fue publicado por la entidad en el marco del Día Internacional de la Niña, que se conmemoró este 11 de octubre.
También de acuerdo con la misma investigación, esta cantidad de niñas y mujeres afectadas aumenta cuando se tienen en cuenta formas de violencia sexual que no implican un contacto físico, como lo son el abuso verbal y en línea.
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Así las cosas, se trata de un total de 650 millones de víctimas entre niñas y mujeres, o sea, una de cada cinco en todo el mundo.
Pero, más allá de las cifras, que son impresionantes, a veces poco se aborda el tema de qué pasa con cada niña o mujer víctima de cualquier tipo de violencia, sea sexual o no. Un tema que trata del dolor que sufren, pero que es difícil de sanar o describir y no es físico. “El dolor del alma no se me quita”, afirmó hace poco una joven que sufrió en carne propia la violencia sexual, que califica como la peor pesadilla de su vida.
¿Cómo queda la salud mental de una persona que sufra un episodio de violencia sexual en su vida?
Según expertos, aparte de las heridas físicas, las violencias sexuales afectan mucho la salud mental de las víctimas, sean hombres o mujeres —porque aunque poco se habla de eso, los hombres también son víctimas de estos hechos—.
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Uno de los recientes casos que causó conmoción y puso de nuevo este tema sobre la mesa fue el de las seis jóvenes colombianas, dos de ellas paisas, que viajaron a México con la intención de trabajar como “modelos de protocolo” en eventos, pero que al final fueron secuestradas por lo que al parecer era un peligroso grupo criminal que coordinaba una red de trata y explotación sexual de personas.
“Al parecer como que las dejaron libres y a ellas las encontraron. De una esta persona las rescató y de inmediato se contactó con las autoridades de allá para informarles lo que pasó con ellas”, señaló Yeison, uno de los familiares de las víctimas.
El otro es el de la modelo venezolana radicada en Medellín, Gabriela Marbella González, quien por medio de un video en redes sociales denunció que fue víctima de abuso sexual por un presunto productor y fotógrafo estadounidense, tras ir a trabajar a una finca en Copacabana.
“Mi cuerpo estaba golpeado por todas partes, yo tenía que estar dopada por el dolor físico. Pero el dolor del alma no se me ha quitado”, declaró la joven en conversación con este medio.
Ambos casos continúan en investigación, pero la cuestión es el daño que les generó o quedó a todas las mujeres víctimas implicadas en las dos historias tras sufrir estos episodios traumáticos de violencia o abuso sexual, que a la vez repercutió en su salud física y mental.
Victimarios casi siempre son personas conocidas o de confianza
EL COLOMBIANO conversó con otra víctima de violencias sexuales de Medellín, quien pidió cambiar su nombre, por lo cual la llamaremos Camila en este artículo. Dice que cuenta su historia, con el fin de ayudar a entender que el daño mental en este tipo de situaciones también es importante tratarlo y sanarlo.
Con 25 años, Camila, una joven comunicadora, fue víctima de abuso sexual por parte de su padrastro cuando tenía 18 años en 2017. En medio de un “complicado” hogar junto a su madre y sus dos hermanos, contó cómo fue para ella afrontar esta situación.
“La convivencia era muy complicada y con el tiempo fue empeorando. Yo sentía el acecho de ese señor, que cada vez era más constante, y un día que ambos coincidimos solos en la casa me tomó a la fuerza y abuso de mí. Terminé con graves heridas físicas porque claramente yo me resistí, pero lo que nunca se borran son las imágenes de tu mente en ese momento. Aprendes a vivir con eso y seguir adelante”, relató la mujer.
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Asimismo, aseguró que con el apoyo de su madre, sus dos hermanos y asistencia psicológica, pudo sanar de a poco con el pasar de los años, dejar el miedo y seguir adelante, sin embargo, sostuvo que es un hecho con el que siempre va a vivir.
De estas consecuencias, pero también de los signos de alerta en casos de menores de edad, sabe mucho Santiago Escobar Toro, psicólogo de la universidad Eafit y magíster en psicología jurídica y forense del CES, de 27 años, quien cuenta con 4 años de experiencia en el campo y actualmente trabaja como terapeuta y perito privado.
El experto afirma que la identificación y el apoyo a las personas que hayan pasado por estas situaciones es importante. Conversó con EL COLOMBIANO sobre datos importantes a la hora de acompañar a las víctimas de estos delitos que siguen ocurriendo cada día, sin excepción, en el país.
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¿Como identificar a una persona que haya pasado por violencia o abuso sexual?
“Es importante aclarar que se debe diferenciar si es un niño, niña, una adolescente o una persona adulta. Hay indicadores físicos, comportamentales o de la esfera sexual. En cuanto a los físicos, pueden ser dolor, golpes o quemadura en zona genital o anal, hinchazón, secreciones. Ropa interior malgastada. Dificultades al caminar, sentarse o perdida del control de esfínteres.
En los comportamentales puede ser perdida del apetito, llantos frecuentes, miedo a estar solos, miedo a los hombres en caso de las mujeres y rechazo hacia algún hombre o persona de la familia. Actividades de fuga como adolescentes, chuparse el dedo como un bebe o hasta orinarse en la cama”, dice el psicólogo.
Por último están las de la esfera sexual: “Rechazo repentino a las caricias o muestras de amor de las personas, conductas precoces de acuerdo a la edad, intereses repentino en la vida sexual de las personas. Es importante tenerlas presentes, sobre la posible situación”.
¿El abuso o violencia sexual pueden repercutir a futuro en la vida de una persona, especialmente si es mujer para continuar con su vida?
“Hay que entender que no todas las víctimas pasan por un daño, otras tienen estrategias de afrontamiento mayores de seguir con su vida después de un episodio de estos. Otros tienen una gama de afectaciones amplias, como síntomas de estrés postraumático, que vuelven a vivir esa situación. Se puede dificultar en criar los hijos, hay rechazo de los hombres”.
¿Qué se debe hacer al momento de conocer a una persona que haya pasado por este tipo de episodios fuertes? Como el caso de las jóvenes rescatadas en México o la modelo Marbella.
“Hay una respuesta institucional y otra personal, cuando uno se entere de estas situaciones. En la primera el protocolo ya está dentro del Ministerio de Salud, como que la víctima no repita su relato y haya acceso a su atención integral de salud. De manera personal hay dos claves: el respeto y la comprensión en la víctima. Tratar de ser prudentes con las preguntas para no generar sufrimiento emocional”, detalló el psicólogo.
¿Cómo se puede ayudar a controlar los cambios conductuales que sufran las víctimas después de los episodios de violencia sexual?
“Es netamente un manejo profesional, ya que debe ser individualizado, donde haya un seguimiento de siquiatra con terapia familiar liderado por un psicólogo. En general, para ciertos tipos, como para lo que tienen trastorno de estrés postraumático (Tept) se puede utilizar terapia cognitiva, que han mostrado su eficacia en estos tratamientos. Que haya un manejo integral. Terapeuta familiar, siquiatra y psicólogo”.
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¿Qué ambiente dentro de los grupos de amigos y familia se debe propiciar para las personas que hayan sufrido este tipo de maltrato físico y psicológico?
“Un ambiente de cotidianidad y respeto, donde no haya estímulos fuertes de revictimización. Muchas veces lo que le preocupa a las víctimas es no recuperar su cotidianidad, cuidando que en el ambiente se genere, que reviva recuerdos o el momento de violencia. No hacer preguntas, preguntas y esperar que sea la persona que quiera hablar o cuente”.
¿Es más fácil superar o luchar contra un episodio de violencia sexual cuando es menor o mayor una persona? ¿O simplemente no va en la edad?
“Nunca es fácil. Depende de la capacidad de afrontamiento de las personas. Unas la tienen y otras no. Es algo que con mucha frecuencia diezma la capacidad de desenvolverse en el entorno, pero puede tener consecuencias más problemáticas cuando se da con menores de edad, por eso se debe salvaguardar la integridad de ellos, ya que podría afectar diferentes áreas del desarrollo”.