Cuando un simpatizante de Donald Trump fue abatido por la Policía en pasado agosto, tras disparar contra la oficina del FBI en Cincinnati, EE.UU., los investigadores recurrieron a sus redes sociales para confirmar un motivo que ya temían.
Resultó que había hablado de liderar una “insurrección” contra la gente que “usurpó” el gobierno, en venganza por la redada del FBI en la mansión del expresidente en Florida. “Propongo la guerra”, rezaba una publicación de su cuenta, ya borrada, en la plataforma Truth Social. Y agregaba: “Matar al FBI al verlo”.
En los 21 meses que transcurrieron desde que una turba pro-Trump saqueó el Capitolio, la retórica violenta y los ataques que fomenta se han convertido en un fenómeno cada vez más preocupante.
Muchos expertos se preparan para un repunte de discurso en torno a la “guerra civil” de cara a las elecciones de mitad de mandato del 8 de noviembre, en las que los partidos Demócrata y Republicado se disputan la Cámara, 34 escaños del Senado y 34 gobernadores.
En Twitter, las menciones de “guerra civil” se dispararon horas después del allanamiento del FBI por documentos clasificados en la mansión de Mar-a-Lago de Trump, en Florida: de 500 tuits por hora a 6.000, según The New York Times.
Muchas de estas menciones eran llamados directos a las armas, previendo una guerra o años de insurgencia.
Una encuesta de YouGov, realizada en agosto, mostró que el 54% de los autoconsiderados “republicanos fuertes” creen que una guerra civil es al menos “algo probable” en la próxima década.
Entre ellos figura el fundador de la milicia ultraderechista Oath Keepers (Guardianes del juramento), quien dijo tras la derrota de Trump: “No vamos a salir de esto sin una guerra civil”. Y K. Campbell, veterano de la inteligencia militar, comentó que “entre los años 70 y 80 los grupos de izquierda eran la mayor amenaza, pero, en los últimos años, los de extrema derecha han sido responsables de la mayoría de ataques en EE.UU.”.
Trump ha invocado en varias ocasiones la posibilidad de disturbios cuando se enfrenta a alguna derrota política o legal. Su papel en avivar la ira el día del ataque al Capitolio ha sido ampliamente discutido, pero a menudo se olvida que fue su segunda transgresión de este tipo en meses.
El mes de abril previo, instó a sus seguidores a “¡liberar Michigan!”, entre una serie de mensajes incendiarios criticando las restricciones por el covid en ese estado. Días después, manifestantes fuertemente armados ocuparon el capitolio de ese Estado.
Miembros del propio gabinete de Trump lo responsabilizaron de los disturbios del 6 de enero del 2021 en Washington. Robert Pape, de la U. de Chicago, realizó varias encuestas desde el asalto al Capitolio, demostrando que entre 15 y 20 millones de estadounidenses creen que la violencia estaría justificada para devolver a Trump al cargo.
Las amenazas contra congresistas alcanzaron la cifra récord de 9.625 en 2021, según la Policía del Capitolio, frente a 3.939 hace cinco años.
Este año, a una legisladora demócrata se le apareció un hombre armado fuera de su casa. Otra ha transmitido en directo videos de acosadores fuera del Capitolio. Los conservadores de la Cámara y el Senado también han sido objeto de vandalismo en sus residencias. Uno de ellos sobrevivió a un intento de apuñalamiento.