En medio de la solemne despedida que los feligreses le dan desde este miércoles al papa Francisco en la basílica de San Pedro, en el Vaticano, una conmovedora escena no pasó desapercibida.
Aunque los miles de fieles que han llegado hasta el templo solo tienen un par de segundos frente al féretro del sumo pontífice para despedirse, una monja logró saltarse el protocolo, sin que los gendarmes, la guardia suiza, ni los cardenales –que pueden estar más cerca del ataúd– siquiera se les ocurriera moverla.
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La monja, de avanzada edad y quien cargaba una pequeña mochila verde, se quedó en una de las esquinas que delimitaba el cordón del féretro del papa. Desde allí, y por cerca de diez minutos, oró y lloró sola ante la mirada de los presentes, despidiendo a quien fuera no solo el jerarca de la iglesia, sino uno de sus grandes amigos.
¿Quién es la monja que despidió al papa en la basílica de San Pedro?
Se trata de sor Geneviève Jeanningros, una religiosa francesa de 81 años, sobrina de Léonie Duquet, una de las monjas secuestradas durante la última dictadura argentina y gran amiga de Jorge Bergoglio, el sacerdote jesuita que luego, convertido en papa, se volvió en un ser entrañable para su sobrina.
Y es que sor Geneviève era una íntima amiga del papa Francisco. De hecho, tal era su relación con el sumo pontífice que este la apodaba cariñosamente como la enfant terrible (niña rebelde, por su traducción al español).
La hermana francesa, miembro de la orden de las Hermanitas de Jesús, ha dedicado casi 56 años de su vida a ayudar a los más necesitados de Roma, en especial a las mujeres transexuales y los feriantes de un parque de atracciones del barrio de Ostia, comunidades que por muchos años estuvieron marginadas de la iglesia católica.
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Ella, que junto a otra monja vive entre la caravana de feriantes multiplicando la palabra de Dios, jugó un rol determinante, pues fue quien tendió puentes para que Francisco, siempre receptivo y atento a trabajar por los más vulnerables, conociera la realidad de estas comunidades en la capital italiana.
A menudo, Francisco recibía en el Vaticano a grupos que la monja llevaba, algunos, incluso trabajaban en la prostitución. En esos encuentros, que por lo general eran los miércoles, los más necesitados compartían sus historias con el papa, quien los hacía más cercanos a la institución que presidió.
Gracias a ese estrecho vínculo, en julio del año pasado sor Geneviève logró que el papa visitara el parque de atracciones de Ostia para encontrarse con los feriantes, en un acto que pudo haber sido el último que ambos compartieron.
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