En las vastas y frías tierras heladas de Groenlandia, la retórica del expresidente Donald Trump sobre comprar o incluso tomar la isla por la fuerza armada despertó reacciones tanto de rechazo como de reflexión en su población —principalmente conformada por los indígenas inuit groenlandeses— sobre el futuro de este territorio, considerada la joya natural de la antártida para las potencias mundiales.
En pueblos aislados como Kapisillit, donde los habitantes enfrentan temperaturas extremas, los groenlandeses defienden con orgullo su independencia cultural y territorial. “Groenlandia pertenece a los groenlandeses”, afirman pescadores y cazadores para BBC, quienes, a pesar de las duras condiciones, buscan preservar su forma de vida tradicional para las próximas generaciones.
Le puede interesar: Groenlandia: la joya natural del ártico con la que busca hacerse Donald Trump
“Groenlandia pertenece a los groenlandeses. Así que Trump puede visitarla, pero nada más”, expresó un pescador a un periodista de BBC, quien relató que su conversación sucedió en un clima extremadamente frío: una temperatura de -16° centígrados (C), y con el viento, una sensación térmica de -27° C.
El periodista que se inmiscuyó en la helada tierra de Groenlandia describe que en algunas casas tienen rifles de caza y uno de sus habitantes bromeó: “Son por si hay una invasión”.
Intervenciones polémicas y un pasado colonial en Groenlandia
El intento de Trump de incluir a Groenlandia en los intereses estratégicos de Estados Unidos revive heridas históricas. Los recuerdos del control danés, marcado por escándalos como la imposición de dispositivos anticonceptivos a mujeres inuit en los años 60 y 70, mantienen vivas las tensiones entre la isla y Dinamarca. Activistas y líderes como Maliina Abelsen exigen un reconocimiento pleno de estas injusticias antes de avanzar hacia una reconciliación.
Entérese: Primero el Canal de Panamá y ahora Groenlandia, ¿por qué Trump quiere apoderarse de la isla más grande del mundo?
A pesar del apoyo financiero que Groenlandia recibe de Dinamarca, una parte significativa de la población aspira a la independencia. Sin embargo, el camino no es sencillo. Según explicó el político Kuno Fencker a BBC, la soberanía debe incluir acuerdos internacionales que garanticen desarrollo económico y seguridad.
El “efecto Trump” se disparó recientemente luego de que su hijo, Donald Trump Jr. se sumara a las declaraciones de su padre. El joven visitó la capital Nuuk, en el avión 757 de la familia, y permaneció allí durante cuatro horas y treinta y tres minutos. “Ha sido un placer increíble conocer gente, y la gente estaba muy contenta de reunirse con nosotros”, dijo, después de almorzar en un hotel local. “Papá tendrá que venir aquí”, dijo durante su visita.
Al joven lo recibió el empresario local Jorgen Boassen, quien hizo campaña por el presidente electo de EE.UU. y aclaró a medios locales que era el “mayor fan” de Trump. El empresario mostró un interés por que Trump consiguiera que Groenlandia pertenezca a Estados Unidos. “También se trata de abrirse al comercio y a la cooperación”. Y es que, la ciudad de Nuuk es la capital más septentrional del mundo.
Lea más: Cambio climático: Groenlandia ha perdido un 20 % de hielo, muy por encima de lo estimado
A su vez, los deseos de Trump impulsan el deseo de la independencia de Groenlandia para así poder posicionarse en la escala internacional. El activista Kuno Fencker, diputado de la coalición gobernante y miembro de la Comisión de Asuntos Exteriores y Seguridad del Parlamento local, aseguró a BBC que debe haber “una Groenlandia que no sea colonia de nadie”.
En los asentamientos más remotos hasta la capital Nuuk, la voz mayoritaria es que Groenlandia no está en venta. La intrusión de Trump impulsó la discusión sobre autodeterminación, pero los groenlandeses insisten en que el destino de su tierra debe decidirse en casa, no desde Washington ni Copenhague.