Hubo un momento en que Julian Assange, el fundador del portal Wikileaks, que filtró cientos de documentos del gobierno de Estados Unidos sobre los abusos militares en las guerras de Afganistán e Irak, fue una especie de héroe para el mundo.
“Aquel que mostró el funcionamiento del imperio, la forma en la que nos manipula”, como lo describió en 2012 el entonces presidente de Ecuador, Rafael Correa, cuando anunció que protegería a Assange en la embajada de su país en Reino Unido para evitar que fuera detenido.
Sin embargo, luego de siete años viviendo en una habitación del edificio diplomático en Londres, sin poder siquiera cruzar la calle, y con un cambio de gobierno en Ecuador contrario a la línea de Correa, Assange pasó de “Robin Hood” informático a inquilino incómodo.
Según publicó Wikileaks la semana pasada, citando una fuente ecuatoriana anónima, habría un acuerdo entre la nueva administración de Ecuador, en cabeza del presidente Lenín Moreno, y Londres para retirar el asilo político a Assange y entregarlo a las autoridades británicas.
La filtración debilitó aún más la ya quebrada relación entre Assange y quienes lo hospedan. El gobierno ecutoriano rechazó las afirmaciones de Wikileaks, tildó a su asilado de malagradecido y le recordó que, de acuerdo al derecho internacional, no requiere de ningún pacto con otro país para sacarlo de su cuarto y ponerlo a disposición de sus enemigos.
Filtrador que no sabe callar
Todo empezó con la publicación el 5 de abril de 2010 por parte de Wikileaks, de un video de tres años antes en el que se ve a soldados estadounidenses disparan contra Namir Noor Eldeen, un periodista de la agencia Reuters.
Fue el primer paso en una seguidilla de filtraciones ese año: 92.000 documentos secretos sobre la Guerra de Afganistán, 391.000 sobre la Guerra de Irak y 250.000 comunicaciones entre la diplomacia de Estados Unidos en distintas embajadas, entre ellas la de Colombia (ver recuadro).
En pocos meses, Assange “se convirtió en un enemigo público” como señala Rafael Piñeros, profesor de relaciones internacionales de la Universidad Externado. En un aliado de los grandes medios contra el imperialismo al cual Correa se apresuró a acoger, en parte, para desviar las acusaciones en su contra de violar la libertad de expresión, y también porque reforzaba su discurso contra Estados Unidos.
Pero, tras el golpe de opinión inicial, vino el encierro. Para llegar a la embajada donde vive, Assange violó la libertad condicional que le había otorgado Reino Unido.
Desde entonces, como explica Ricardo Gil Barrera, profesor de derecho internacional de la Universidad de Medellín, el gobierno británico ha bloqueado cualquier intento de Ecuador por sacar a Assange del edificio y traerlo a su territorio.
En medio de su aislamiento, Assange se resistió a permanecer en silencio. En 2016, su portal publicó miles de mensajes de la campaña de la candidata a la presidencia de EE. UU., Hillary Clinton, lo que en parte contribuyó a la victoria de Donald Trump y en 2017 opinó a favor del referendo independentista catalán.
Finalmente, hace una semana, el Parlamento ecuatoriano le abrió una investigación por, presuntamente, haber hackeado información privada del teléfono del presidente de Ecuador, Lenín Moreno. De comprobarse esta acción, contra el país que le dio asilo y nacionalidad, Assange podría estar ante su última audacia.
7
años lleva Julian Assange
en la embajada de Ecuador en Reino Unido.