El presidente Donald Trump se ha referido a los aranceles como una forma de liberar a Estados Unidos. Su obsesión por este tipo de medidas viene desde años atrás, cuando el hoy presidente estadounidense estaba inmerso en el mundo inmobiliario.
El republicano Trump ha desatado una guerra comercial en el mundo producto de la avalancha de impuestos que le ha aplicado a varios mercados en el mundo.
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En diferentes ocasiones, el mandatario ha manifestado que ese es el camino para liberar a la nación norteamericana de los abusos que él considera han tenido países y bloques económicos con Estados Unidos.
China, Canadá, México, Australia y Europa no se han salvado de sus aranceles que llegaron para aliados y no aliados. Inclusive, territorios que no tienen ninguna relación comercial y que solo son bases militares o están habitados por pingüinos también están sufriendo las consecuencias de las políticas del neoyorquino.
Aunque a simple vista parece ser la visión de un gobernante en cuestiones económicas, dicha obsesión por aplicar aranceles a las diferentes economías del mundo tendría su razón de ser en décadas atrás cuando, lejos de la política, Trump se dedicaba a los proyectos inmobiliarios.
¿De dónde viene la obsesión de Donald Trump por los aranceles?
Este pensamiento de Trump viene desde los años ochenta cuando el magnate buscaba apoyo para sus proyectos de millonarios japoneses. La revelación la hizo para la BBC la exejecutiva de la Organización Trump, Barbara Res.
Desde su edificio en Nueva York, según contó Res, Trump observaba a diario como inversores japoneses adquirían marcas y propiedades estadounidenses, como el Rockefeller Center, propiedad emblemática de la Gran Manzana, que fue adquirida en un 80 % por la compañía nipona Mitsubishi.
Durante esa década, familias estadounidenses compraban consolas de Nintendo, las calles del gigante norteamericano estaban inundadas de autos Honda y los millonarios.
Ante el auge de los nipones, el empresario solía utilizar su superyate, Trump Princess, para navegar en aguas asiáticas y atraer a millonarios japoneses, algo que, al parecer, se le dificultaba. Así lo mencionó Res, indicando que el magnate se quejaba casi todos los días de lo mismo. “Estoy cansado de ver a otros países aprovecharse de EE. UU.”, decía.
Una manifestación de esto fue en el 1987 cuando Trump lanzó su libro El arte de negociar. El ahora presidente de EE. UU. se dedicó a dar diferentes entrevistas en programas de televisión a nivel nacional.
En una entrevista con la presentadora Oprah Winfrey, Trump afirmó que para él no había libre comercio cuando Japón estaba “inundando” con sus productos el mercado estadounidense mientras hacía imposible hacer negocios con ellos en territorio asiático, por lo que él manejaría el comercio exterior de otra manera para que los aliados a Estados Unidos paguen “el precio justo”.
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Sin embargo, estos pensamientos no quedaron ahí. Según datos de medios e historiadores estadounidenses, Trump gastó cerca de 100 mil dólares para publicar una carta abierta en los principales periódicos de Estados Unidos con el título: No hay nada malo en la Política de Defensa Exterior de EE. UU. que un poco de firmeza no pueda solucionar.
“El mundo se ríe de los políticos de EE. UU., mientras protegemos barcos que no nos pertenecen, transportando petróleo que no necesitamos, destinado a países aliados que no nos van a ayudar”, dice el escrito del empresario.
Otro hecho peculiar data de 1988 cuando el hoy republicano quiso adquirir en una subasta un artículo que había aparecido en la película Casablanca. En ese entonces, el piano del Rick’s Cafe en el que Sam tocaba una y otra vez quedó en manos de un inversor japonés.