El dictador no duerme tranquilo, está malhumorado y le preocupa que lo traicionen. Esto es lo que dicen algunas personas en Venezuela que tienen acceso al círculo cercano de Nicolás Maduro, aunque podría describir prácticamente a todos los dictadores del mundo que, tarde o temprano, terminan por caer del poder.
La pregunta de varios países y de millones de venezolanos que han huido de su país en las dos últimas décadas—más de 7,7 millones de personas, según la Agencia para Refugiados de la ONU— es cuándo y cómo. Y para lo segundo, el círculo que rodea a un gobernante juega un papel determinante pues la sospecha de una traición ronda en el ambiente.
En contexto: Venezuela: ¿Qué tiene que pasar para que Maduro salga del poder?
Por eso EL COLOMBIANO investigó, con fuentes cercanas al chavismo y la oposición, qué está sucediendo en las entrañas del poder que dirige al país vecino desde 1999.
¿Qué tiene que pasar para que Maduro deje de gobernar Venezuela? Según lo que ha sucedido desde las elecciones del pasado 28 de julio, no es suficiente que la oposición haya demostrado con actas en mano que su candidato, Edmundo González, le sacó más de tres millones de votos al oficialismo. Tampoco es suficiente la presión internacional –cuyas representaciones diplomáticas han tenido que salir en cuestión de horas de territorio venezolano– y los intentos de negociación ofrecidos por gobiernos aliados como Colombia, México y Brasil. Entonces, las miradas apuntan a los militares. Pero en un régimen como el venezolano va mucho más allá.
El fallecido Hugo Chávez sentó las bases para que no derrocaran a su sucesor. O por lo menos para que fuera difícil hacerlo. Una de las estrategias fue blindar y repartir el poder en varios sectores que se ven representados en los anillos que rodean a Maduro. Según distintas fuentes, serían cuatro sumando a su familia cercana.
Primera dama y Nicolasito
Cilia Flórez, primera dama de Venezuela, es llamada en la militancia chavista como la “Primera combatiente”. Antes de ser pareja de Maduro, como abogada penalista, Flórez asistió a Hugo Chávez jurídicamente en el fallido golpe de Estado de 1992 contra el expresidente Carlos Andrés Pérez. Hoy ostenta un escaño como diputada en la Asamblea Nacional, pero su verdadero poder está en que le habla al oído al Maduro.
Quizá por eso, Flórez ha estado envuelta en algunos escándalos que incluyen a sus tres hijos: Walter, Yoswal y Yosser Gavidia Flores, que no son hijos de Maduro, pero gozan de toda clase de privilegios con el dinero del régimen.
En 2019, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos los sancionó por haber recibido sobornos de Alex Saab, el barranquillero acusado de ser el testaferro de Maduro y que fue dejado en libertad por Estados Unidos a finales del año pasado en una cuestionada decisión.
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El otro hijo, que lleva la sangre y nombre de su padre, es Nicolás Maduro Guerra, conocido como “Nicolasito”. Es un economista de 34 años, diputado del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), que suele darle consejos a su padre, según lo ha dicho en algunas entrevistas. Este círculo familiar intenta proteger a Maduro de cualquier intento de traición, pero su poder en la práctica no tiene el mismo impacto que otras cabezas.
Hermanos Rodríguez
Delcy Rodríguez, vicepresidenta de Venezuela y Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea, lideran el poder político. A nivel discursivo e ideológico son las dos fichas que “tiran línea” y manejan los hilos de relaciones estratégicas para el régimen como Vladimir Putin (Rusia), Xi Jinping (China), Alí Jamenei (Irán) y Miguel Díaz-Canel (Cuba). Estos países son aliados geopolíticos determinantes que protegen y amparan los abusos del chavismo.
Los hermanos Rodríguez articulan esas alianzas que en segundo plano cuentan con apoyo de Recep Tayyip Erdoğan (Turquía) y Daniel Ortega (Nicaragua). Tanto Delcy como Jorge Rodríguez mantienen distancia con el ala militar y económica y se respetan sus actuaciones, pero no permiten intromisiones.
“Los Tarek”
La primera gran fisura al interior del régimen venezolano fue protagonizada por Tareck El Aissami, exvicepresidente y exministro de Petróleo de Venezuela. Se trata de una de las figuras políticas más importantes del chavismo cuyo poder se desbordó a tal punto que el propio régimen —acusado de cientos de delitos, abusos y excesos— decidió capturarlo. Sobre El Aissami, según algunas fuentes, se dice que se le considera un traidor en los círculos cercanos a Maduro porque dejó de obedecer. Entre múltiples escándalos se le acusa de narcotráfico, corrupción y hasta terrorismo.
De hecho, “Nicolasito” Maduro, le dijo a El País en una entrevista antes de los resultados fraudulentos del 28 de julio, que había sido “un error confiar en algunas personas que pensábamos que estaban haciendo un buen trabajo y no lo estaban haciendo. Tantas personas que estuvieron en el entorno inmediato, no solo políticos. Te hablo del aspecto personal, familiar. Aquellas personas que entraban a mi casa y a las que se les dio la confianza total. Y lo que nos dimos cuenta es que estaban desfalcando”. El periodista le preguntó que si se refería a El Aissami y Maduro Guerra respondió: “por supuesto”.
Después de esto, el régimen habría reforzado medidas en los anillos de poder, uno de ellos liderado por otro Tarek (sin “c”), el temido fiscal general, Tarek William Saab. Tan solo su figura genera temor y sus actuaciones son las más severas. Es acusado de crímenes de lesa humanidad en medio de decisiones judiciales que incluyen la desaparición de manifestantes.
Diosdado y Padrino
Hugo Chávez creó y fortaleció una red de agencias militares, policiales y de inteligencia en las que Rusia y Cuba juegan un rol importante a nivel armamentístico y humano. Entre ellos mismos aplican estrategias de contrainteligencia, pero además depositan su confianza en distintos mandos.
“Hay una fuerza armada penetrada por agentes externos que entraron como espías para aplacar cualquier intento de rebelión o molestia en el estamento militar aunque ha habido episodios en estos años (...) el régimen ha creado instancias civiles y militares que responden a sus intereses como los colectivos (chavistas), la dirección de inteligencia militar DGCIM y la policía política que es el SEBIN”, señala un venezolano que conoce de cerca el estamento militar pero ahora vive en el exilio.
Las fuerzas armadas y estos grupos de inteligencia son liderados por Vladimir Padrino, el ministro de Defensa, que se encarga de mantener a la raya cualquier intento de rebelión al interior de las filas.
Lo hace de la mano de Diosdado Cabello, el diputado que controla la chequera del régimen y de quien se ha dicho, estuvo en competencia con Maduro para suceder a Chávez, lo cual habría generado algunas fricciones internas. Cabello, sin embargo, no solo tiene autonomía y poder desmesurado, sino que está acusado, incluso por chavistas como el exjefe de seguridad Leasmy Salazar, de ser uno de los líderes del “Cartel de los Soles”. Según el portal InSight Crime, es un grupo al interior de las fuerzas armadas implicado “en una amplia gama de actividades criminales, incluyendo contrabando de gasolina, minería ilegal y otros esquemas de corrupción, entre ellos el narcotráfico”.
El profesor de relaciones internacionales Manuel Camilo González, en conversación con EL COLOMBIANO, explica que Maduro “ha perdido la movilización de la gente y legitimidad. ¿Qué le queda? El componente militar (...) A nivel de mandos medios y bajos, que implementan la represión ordenada por sus jefes, podría haber oficiales que se muestren reacios y podría conducir a una presión en cadena si existen estímulos de algunos países”. Pero ese escenario, por lo pronto, no es probable.
El profesor González agrega que en un régimen militar como el venezolano, gobernado por un civil, los militares no van a dejar tan fácil el botín pues dominan 12 de 34 ministerios. Pero los mandos medios podrían ser la fisura por donde se filtre la traición.
“Dentro de las fuerzas armadas hay malestar. Hay algo que se denomina el “Comacate” (“comandantes, mayores, capitanes y tenientes”) que son los mandos medios y padecen la situación económica y social. Ellos son los que son más monitoreados porque lideran las bases”, señala una de las fuentes en el exilio.
De hecho, hace pocos días, los opositores Edmundo González y María Corina Machado, hicieron pública una carta dirigida a ellos y a militares y policías rasos: “los llamamos a impedir acciones de grupos organizados por la cúpula madurista, (...) que golpean, torturan y asesinan, al amparo del poder maligno que representan. Ustedes pueden y deben parar esas acciones de inmediato. Les urgimos a impedir el desenfreno del régimen contra el pueblo y a respetar, y a hacer respetar, los resultados de las elecciones del 28 de julio. Maduro ha dado un golpe de Estado que contraría todo el orden constitucional y los quieren hacer sus cómplices”.
Se sabe, según varios medios internacionales, que la oposición tiene contacto con algunos mandos medios que fueron importantes en el proceso de revisión de las actas el día de las elecciones.
Este diario también conversó con la periodista venezolana Gladys Rodríguez, que no ve señales de una rebelión por parte de los generales y coroneles “salvo contados casos de mandos medios o bajos que incluso durante las manifestaciones en contra del anuncio del primer boletín del CNE, se negaron a reprimir (...) O también durante la jornada de elecciones, como Plan República, procuraron proteger el proceso, colaborar con los testigos en la tarea nada fácil de resguardar las actas. (...) Y es ahí donde toca poner el ojo, en esos mandos medios y bajos que también sufren los desmanes del poder, incluyendo los de la cúpula militar”, señala Rodríguez.
Mientras tanto, Maduro sabe que las cosas esta vez son distintas por la evidencia que la oposición le ha expuesto al mundo. Quizá la traición, como en otros casos de la historia, no provenga de sus círculos cercanos, sino al revés.
La oposición insiste en que González se posesionará en 2025
Desde la clandestinidad, María Corina Machado, la líder opositora de Venezuela, le lanzó una propuesta contundente a Nicolás Maduro. Le ofrece un plan de “transición negociada” que incluye garantías, salvoconductos e incentivos para facilitar un cambio de poder pacífico. “Estoy absolutamente convencida que la inmensa mayoría de los ciudadanos militares, así como de los cuerpos policiales, anhelan un cambio a una Venezuela donde exista justicia, oportunidades y libertad (...) el 10 de enero (de 2025, día de la toma de posesión), Venezuela tendrá en Edmundo González Urrutia su nuevo presidente y su nuevo comandante en jefe”, señaló.
Nicolás Maduro descartó cualquier negociación con la líder opositora, tras comparecer ante la corte suprema a la que pidió “certificar” su cuestionada reelección para un tercer período de seis años: “Lo que diga el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela será ley de la República, será santa sentencia”.
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