La palabra 'bárbaro' ha cambiado de significado hasta convertirse en lo contrario de su origen.
Griegos y romanos antiguos temían con ella a los extranjeros. Estos llegaron con atuendos no civilizados y maneras crueles a demoler esas civilizaciones cansadas. La palabra quiso decir entonces 'salvaje'.
Músicos salseros de mediados del XX acuñaron en América un nombre que dio giro de 180 grados: los bárbaros del ritmo. Eran los mejores, los arrebatados con las congas, piano, trompeta y voces. Ser bárbaro pasó a ser una gloria.
En estos días nos visitaron los bárbaros. Extranjeros y glorias. Vinieron al Hay Festival de Cartagena, se sintieron en todo el país por el eco de medios masivos, llovieron sobre la gente ideas silvestres, arrebatadas, musicales.
Gracias a estos bárbaros enero se iluminó, luego de la molienda oscurantista de diciembre cuando son reyes consumo, licor, domesticidad y melosería.
Escritores enormes se sentaron a recordar que la mejor manera de decir verdades son las mentiras. Que las ficciones embelesan porque suministran mundos creados por criaturas iguales a los lectores.
Los bárbaros del verbo agregaron consideraciones sobre el sentido de seguir viviendo en este tiempo de futilidad. Hablaron no como políticos que mienten, sino como mentirosos que cuentan verdades apasionadas.
Advirtieron que nadie vive de mercancías, porque el espíritu es un misterio insobornable.
Cayeron de cielos extraños, salieron de sus áticos neoyorquinos, londinenses o de la superpoblada Lagos, contaron que la lectura lenta es magnífico antídoto contra la aceleración de la tecnología corriente.
Bárbaros estetas enseñaron cómo librarse de la barbarie productiva.
Siquiera comenzó bien el año, bajo amparo de mentes consagradas que cuando hablan dicen mucho porque han callado tanto. Siquiera hubo este paréntesis que libra al pueblo de las omnipresentes pero mudas declaraciones de los futbolistas y de las elásticas inteligencias de modelos y actrices.
Porciones de caviar contra grasa de hamburguesa, sustancia nutricia contra papa frita en celofán, eso significa el paso de los bárbaros del Hay.
Hay que agradecer estas invasiones bárbaras, pues su legado contribuye a la caída de la civilización cansada en que viajamos hostigados.
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