Debo confesar que me produjo una reacción de profundo agrado la noticia ampliamente difundida por la prensa de que la cerveza no es responsable del aumento de la circunferencia abdominal típica del hombre de mediana edad, que se conoce con el nombre de barriguita cervecera, o más familiarmente, como la tula.
Investigadores del Instituto del Frío-ICTAN del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España no detectaron aumento de la circunferencia abdominal en voluntarios sometidos durante diez semanas a un consumo diario de cerveza: tres vasos para los hombres y dos para las mujeres. Su estudio los llevó a pregonar, sin duda con el auspicio de la industria, la buena nueva de que era falsa la creencia de los efectos engordadores del antiquísimo extracto de cebada.
Perteneciendo al numeroso grupo de personas que evita ese maravilloso "alimento predigerido, pan líquido" por temor a la tula, decidí investigar el tema.
El asunto de la circunferencia abdominal, que ahora los médicos denominan 'obesidad central', ha adquirido gran importancia en la medicina actual porque se ha descubierto que los infartos y problemas del corazón, la hipertensión y la diabetes, se asocian más con la obesidad central que con la obesidad general. Parece que por un mecanismo adaptativo resultante de la evolución y para protegerse de las hambrunas, el cuerpo almacena el exceso de calorías en forma de triglicéridos, una grasa que se acumula en las arterias y en el abdomen. Por eso la obesidad central refleja de manera más fiel el exceso de grasas en las arterias, donde se producen los infartos.
El organismo convierte el exceso de calorías ingeridas en grasa que, al acumularse, incrementa el peso. Las calorías provienen de las grasas, de las harinas -carbohidratos- y de las proteínas. El alcohol puro contiene 7 calorías por gramo, por lo cual engorda casi el doble que las proteínas o los carbohidratos que contienen 4, y casi tanto como las grasas que tienen 9 calorías por gramo. Si se trata de bajar de peso, hacer dieta a base de alcohol no parece una buena opción. De hecho en la mayoría de las dietas se recomienda evitar las grasas y el alcohol.
Una botella de cerveza, un trago de aguardiente, una onza de whisky o una copa de vino, contienen aproximadamente la misma cantidad de alcohol, 12 centímetros cúbicos, y por tanto engordarían igual a no ser por que difieren sustancialmente en el contenido de carbohidratos, que también aportan calorías. Por eso los licores destilados como el vodka, engordan menos que la cerveza o las cremas y vinos dulces, que tienen además carbohidratos o azúcares.
Una cerveza normal tiene alrededor de 150 calorías (una light alrededor de 100) muchas menos que una hamburguesa o una leche malteada, pero es difícil tomarse solo una. Manteniendo los hábitos de comida, de ejercicio y de vida iguales, dos cervezas todas las noches aportarían 9.000 calorías mensuales, que se convierten en aproximadamente un kilogramo de peso por mes, doce kilos por año. A quienes hacen ejercicio, se les recomienda caminar una milla adicional por cada trago, para no engordar.
Es importante anotar que cuando se bebe alcohol, proveniente de cerveza o de cualquier fuente, se ingiere aproximadamente un 20% más de calorías, por cuenta de pasabocas y comida adicional. Este efecto engordador puede llegar a ser más importante que el del mismo alcohol.
Por tanto, al igual que quienes dicen que las armas de fuego no matan, sino las balas disparadas por el hombre, los investigadores españoles pueden decir que la cerveza no causa la barriguita cervecera, la causan las calorías y carbohidratos presentes en ella.
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