De lo que más le gustaba y de lo que nunca se jactó fue poder ayudarle a la gente.
Esa fue la esencia de Balbino Jaramillo, el émulo de Martín Cochise Rodríguez, quien ayer tarde murió a la edad de 62 años, debido a un problema cerebro vascular.
Cuatro veces campeón panamericano de la persecución, ganador del Caracol de pista y con cetros en variados certámenes internacionales, fueron algunos de los muchos logros de quien sus allegados y amigos llamaron Machete.
Como ciclista, fue primero rutero, incluso como gregario de Rafael Antonio Niño y luego de Martín Cochise Rodríguez, hasta llegar a ser el dueño de los 4.000 metros en las tres Américas. Un auténtico ganador en las pistas.
Fernando Vera, de Chile, fue su más enconado rival, el contendor con el que casi siempre se topó, a finales de la década del 70 y comienzos del 80.
Balbino, que fue un caballista de aquellos de largas cabalgatas, lo mismo que sobre la bicicleta, siempre se distinguió, tras dejar el pedalismo activo en un respaldo para los corredores de Itagüí.
Desde Bicicletas Balbino dio apoyo y aliento a los jóvenes que querían abrazar el ciclismo como su deporte preferido.
Por largas jornadas fue el acompañante, alimentador, mecánico y guía de los muchachos que competían en pruebas regionales y nacionales, entre los que se contaba su hijo Carlos Balbino.
Con él al volante y en una camioneta repleta de ciclistas y sus bicicletas se le veía frecuentemente por las carreteras de Antioquia, siempre con su calvicie prematura y la colita de caballo que nunca le faltó.
"Con él se va el émulo de Cochise. Un portentoso corredor y mejor persona", recuerda Emiliano Sierra, expresidente de la Liga de Antioquia.
Balbino se fue callado, pero sus hechos serán los que hablarán por siempre.
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