Habiendo sido Santa Fe la primera ciudad fundada por los españoles en Antioquia (hace 481 años) y con la ventaja de ser un territorio cruzado por dos ríos (el Tonusco y el Cauca), curiosamente tardó 354 años en tener un puente para cruzar al menos el segundo afluente.
¡Claro! Eran otros tiempos y en estas tierras no se sabía de grandes infraestructuras. Además, el asentamiento de los españoles en el territorio implicó una lucha a muerte con las comunidades indígenas, algunas mucho más beligerantes que otras, como la de Frontino, que defendió a muerte sus tierras, ansiadas por los conquistadores por su riqueza en oro, lo cual los obligó a instalarse en Santa Fe, que por mucho tiempo fue la capital provincial.
Fue la primera fundación española en el territorio y le dio nombre a este departamento; también la capital civil inicial, por más de 250 años. Allí se abrió la primera sede episcopal y parroquia estable (aún existente); y así mismo, todos los demás bienes y servicios de la época colonial: colegio, hospital, seminario, catedral, basílica menor y centro de historia. Todos ellos, al convertirse en los primeros signos de constitución de esta sociedad, han hecho que se le denomine Ciudad Madre, resalta el municipio en una de sus páginas digitales.
Pero en 1895 se da el hecho que representa un quiebre en la vida económica y social de esta población: la puesta en funcionamiento del puente colgante de Occidente, construido en el sitio conocido como Las Rocas, que aunque conectaba a la Ciudad Madre con su vecina del otro lado, Olaya, en realidad tenía como objetivo facilitar el paso de carga y mercancías entre la región de Urabá y Medellín.
“Ese transporte de carga se hacía por el río, en barcazas, y en ese paso se perdían las mercancías, el ganado y las bestias, el puente vino a solucionar esa dificultad”, cuenta Ismael Lora, informador turístico de Santa Fe y quien tiene hace décadas un local a la orilla del puente, por el lado de Olaya.
El puente, cuya propia construcción está llena de leyendas en torno al proceso de ejecución y al encargado de levantarlo, el ingeniero José María Villa, nacido en el corregimiento Horizontes (Sopetrán), aunque fue concebido para paso peatonal, empezó a ser utilizado por vehículos e incluso por los populares buses de escalera o chivas: “claro que la gente se bajaba, pasaban a pie y abordaban los carros al otro lado”, recuerda Lora.
Su esplendor duraría hasta 1962, cuando en los límites con Sopetrán se levantó el puente Paso Real, que representó otro hito en la historia de Santa Fe, pues permitió el cruce de vehículos pesados, lo que hizo posible que el intercambio de mercancías entre Occidente, Urabá y el Valle de Aburrá fluyera con menos dificultades en una apenas naciente Vía al Mar, que se ha construido pedazo a pedazo a los largo de más de 70 años.
“Nosotros llegamos acá después del puente, crecimos a la orilla del río, sacando arena y barequiando el oro”, recuerda Javier Garcés, habitante del barrio Los Almendros, al lado de Sopetrán.
Pero como el tiempo es inclemente y no solo les cobra a los seres vivos, la estructura del ahora conocido como Puente Amarillo, que antes era gris, también colapsó, se envejeció y ha debido ser intervenido y mejorado varias veces. El nuevo puente del proyecto Mar 1 dejará al Paso Real casi en desuso o solo para vehículos pequeños y peatones.
Su reemplazo es una estructura moderna, de cuarta generación, para conectar el Aburrá, el Suroeste y el Pacífico con Urabá y sus puertos. Un puente en cada siglo marcó el comienzo de una era para Antioquia. Esta apenas se inicia .
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Hace 127 años se estrenó el puente de Occidente, considerado una joya de la ingeniería nacional, que si bien se hizo para agilizar el flujo mercantil entre Medellín y Urabá, se constituyó luego en un gran atractivo turístico de la colonial Santa Fe. De su ingeniero constructor, José María Villa (1850-1913), se dice que hacía los diseños en la playa del Cauca, lo que en su momento dio lugar a dudas sobre los resultados. Mide 291 metros y fue construido en madera, hierro y acero. Fue declarado monumento nacional en 1978. Hoy tiene desgaste y está en marcha un proceso de intervención para mejorar su estructura.
La inauguración del puente Paso Real en 1962 prácticamente le quitó el reinado al gigante de Occidente, que por más de siete décadas fue la única opción para el intercambio mercantil de Medellín con Urabá y Occidente. Levantado con grandes estructuras metálicas por el ingeniero Juan de Dios Higuita, exalumno de José María Villa, este viaducto de una sola calzada sí que ha sentido el transcurrir del tiempo: el pavimento tiene tal desgaste, que sobre él se instalaron láminas metálicas de protección, que se han vuelto una tortura para los residentes cercanos por el alto ruido que generan al paso vehicular. Su futuro se pronostica peatonal o solo para vehículos pequeños.
Como parte fundamental de Mar 1 ya se yergue como un rey el nuevo puente sobre el río Cauca, que conecta con todo el desarrollo vial de Occidente y Urabá. Ya está en uso. Tiene una calzada con dos carriles de 3,65 metros de ancho. Se construyó con voladizos sucesivos y vigas prefabricadas y su extensión es de 426 metros. Conecta con la vía a Bolombolo en una rotonda que lleva al proyecto Mar 2 de autopistas 4G y de allí al Túnel Guillermo Gaviria Echeverri (del Toyo). Funcionará como una especie de eje estructurante de los mencionados proyectos, que acercarán al Valle de Aburrá con Urabá a un tiempo de menos de 5 horas.