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¡Son intrépidos! Descuelgan por Palmas en patines a 110 km por hora

  • Los patinadores que practican inline downhill suelen reunirse en las noches de los martes, jueves y viernes para descolgar el alto de Palmas. FOTO Manuel Saldarriaga
    Los patinadores que practican inline downhill suelen reunirse en las noches de los martes, jueves y viernes para descolgar el alto de Palmas. FOTO Manuel Saldarriaga
  • ¡Son intrépidos! Descuelgan por Palmas en patines a 110 km por hora
  • ¡Son intrépidos! Descuelgan por Palmas en patines a 110 km por hora
29 de abril de 2023
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Los patinadores urbanos en Medellín están en todas partes: en el puente de la 4 Sur, en el de la Madre Laura, al frente de la antigua estación del Ferrocarril de Antioquia, debajo del puente de la Aguacatala, en el sector Estadio, en las ciclorutas, en la autopista Medellín-Bogotá, en la vía que lleva al occidente del departamento, en el alto de Las Palmas.

Casi siempre se reúnen las noches de los martes, jueves y viernes para rodar por esas vías. Algunos andan en grupos grandes y ven el patinaje como un deporte que los saca de la rutina, les permite disfrutar del paisaje urbano y los distrae del estrés del día a día. Otros utilizan los patines como medio de transporte para movilizarse entre la casa y el trabajo: el editor general de este periódico vio, en una noche cualquiera por la cicloruta de la 74 a un hombre vestido de traje, con maletín de oficina en mano, moviéndose a toda velocidad en sus patines. Tal vez el oficinista regresaba de una larga jornada laboral e iba a visitar a un familiar, a un amigo. Eso no lo sabemos.

Lo que sí tenemos claro es que hay un grupo de patinadores que practican inline downhill, una modalidad azarosa, que da miedo, en la que usan las montañas de Medellín para sentir adrenalina, animarse a enfrentar el peligro e intentar no matarse, como le dice la esposa de Edwin Bedoya, –joven vallenato que llegó a la ciudad hace dos años para trabajar como programador en una empresa– antes de salir de la casa, en Itagüí, con rumbo a “descolgar”, el alto de Las Palmas a velocidades que oscilan entre los 60 y los 110 kilómetros por hora.

El inicio de la aventura

Era la noche del viernes y un grupo de 18 patinadores, entre los que había personas que llevan más de 20 años practicando inline downhill y otras que lo hacen desde hace pocos meses, se citaron en la parte de afuera de un montallantas ubicado al otro lado de la bomba de San Diego, como quien va subiendo por la Oriental hacia el centro.

Uno a uno fueron llegando. Los primeros se sentaron en el suelo y empezaron a conversar, esperando a que se completara el grupo. Durante los cerca de 40 minutos que se demoraron en llegar todos los patinadores que habían confirmado asistencia por un grupo de WhatsApp en el que hay 105 personas, de las que 70 son deportistas activos, las charlas se vieron interrumpidas por el ruido de las chivas rumberas –en el que sonaba reguetón a todo volumen– que se detuvieron en ese punto para que las personas que iban adentro se bajaran, tomaran un poco de aire y mermaran la agobiante sensación de calor que produce el bailoteo en los cuerpos.

Cuando la tercera chiva que se detuvo en el lugar arrancó, como buscando el centro de la ciudad, ya estaban los 19 patinadores en la parte de afuera del montallantas. La noche estaba fresca. El silbido del viento se sentía frío. Por eso los deportistas empezaron a buscar maneras para calentar el cuerpo: algunos caminaban para saludar a quienes llevaban varios días sin ver; otros se empezaron a cambiar, a sacar de sus bolsos los patines, las rodilleras, las coderas, el casco y los guantes que tienen un pub de nailon en la parte de la palma que les sirve como protección cuando bajan a toda velocidad por las carreteras de la ciudad.

Los patinadores que llevan pocos meses practicando inline downhill se pusieron la indumentaria encima de los jeanes o sudaderas que llevaban puestos. Los que ya ajustaron algunos años sintiendo la adrenalina que despierta esta modalidad del deporte lo hicieron sobre las licras enterizas con las que se compite en el patinaje tradicional, mientras que los que llevan más tiempo descolgando solo se tuvieron que poner el casco y los guantes.

Los otros implementos no los necesitaban. No porque con el tiempo hubieran desarrollado una surte de inmunidad contra los riesgos que implica la mezcla entre velocidad y carreteras empinadas por las que bajan carros, motos, camiones a altas velocidades, sino porque tenían puesto un traje especial de cuero para practicar este deporte que cubre todo el cuerpo y tiene un refuerzo de espuma en la zona de los codos, las rodillas y las nalgas que los protege de sufrir raspones grandes cuando hay alguna caída.

En la creación del traje estuvieron implicados Lina Yara, una diseñadora industrial y patinadora de 33 años que es una de las pioneras del inline downhill en Medellín y un joven que vende indumentaria para patinadores y que es conocido en redes sociales como Chumo Patines.

“La construcción del traje fue un ensayo y error, un intento porque todo fuera cómodo para que los patinadores se pudieran mover con naturalidad. Después de varios intentos se llegó a una buena calidad y ahora se hacen envíos a otros países. Sin embargo, aún se puede mejorar para que proteja más”, comentó Yara, quien representó a Colombia en el Mundial de este deporte de 2019 y suele descolgar Palmas.

Lo hace aunque en 2021 sufrió un accidente bajando a toda velocidad que le dejó una fractura de tibia y peroné que la alejó de los patines por cerca de dos años. Lina, que dice que aún no se ha recuperado por completo, aseguró que el traje especial evitó que las consecuencias de la caída fueran más graves.

-¿Practicar este deporte es caro? “Depende de lo que quiera tener la persona. Si alguien se quiere ver élite, sí. Unos buenos patines no bajan de 1.2 millones de pesos. El traje oscila entre 500 mil y un millón. El casco certificado para el deporte puede encontrarse desde 800 mil hasta el millón. Pero las personas también pueden empezar con patines sencillos e indumentaria de protección de motos, que son más asequibles”, respondió Yara.

Cuando los 19 patinadores ya tenían puesta la indumentaria de protección fueron a guardas los bolsos. Algunos lo hicieron en la cajuela de sus motos. Otros las dejaron en la bodega del montallantas. Después de que todo estaba seguro pidieron tres carros por una aplicación de transporte para que los subiera hasta el alto de Las Palmas. Media hora después estarían sintiendo la adrenalina que produce este deporte.

Una práctica con historia

Se podría pensar que el inline downhill nació en Medellín porque cualquier persona que haya patinado en una comuna de la ciudad ha bajado a toda velocidad por las lomas empinadas, pero no es así.

Esta modalidad del patinaje surgió de manera oficial en Estados Unidos en 2003 y llegó a nuestro país en 2017, cuando el colombiano Carlos Quiroga, que vive en el extranjero, vino a Medellín y le comentó de su existencia a Diego Posada, un deportista apasionado por el patinaje, quien dos años después, en 2019, quedó campeón en los World Roller Games que se realizaron en Barcelona.

Pero antes de que llegara el campeonato mundial, las personas que practicaban esta modalidad debieron luchar para ganarse un espacio tanto en la ciudad como a nivel nacional. En 2017 le pidieron a la Federación Colombiana de Patinaje que incluyeran el inline downhill entre las 19 variantes del deporte. Les dijeron que sí y por eso pudieron participar en los World Roller Games de ese año. Eso fue relativamente fácil, aunque después no han recibido apoyo por parte de la organización.

Sin embargo, ganarse un puesto en la ciudad fue más difícil. Ya sabemos que los patinadores suelen reunirse en las noches. Lo hacen porque en ese momento del día disminuye la circulación de vehículos en vías más concurridas y eso permite que puedan alcanzar la velocidad a la que bajan y disminuye el riesgo de accidentes.

Pero durante los primeros años, cuando pocas personas lo practicaban, los patinadores tuvieron problemas con los agentes del tránsito y la policía, que veían este deporte como algo ilegal, que irrumpía el orden público. No obstante, con el paso del tiempo, y en la medida en que la práctica se masificó, se empezaron a gestionar permisos. Ahora las autoridades los ayudan. Algunas veces han cerrado vías parcialmente para que puedan bajar.

El descenso final

Los 19 patinadores que salieron en carro desde San Diego llegaron al alto de Las Palmas. Se reunieron al frente del Viva, en la vía que baja para Medellín. El frío intenso hacía que algunos tiritaran. Por eso cuadraron rápido las tres paradas que iban a hacer en el descenso –Los Balsos, La Curva del Borracho y la entrada al Túnel de Oriente–, esperaron a que hubiese un hueco (un momento en el que no pasaran carros o motos), y se lanzaron a patinar, llenaron la vía descolgando a toda velocidad.

“Qué chimba esta adrenalina, parce. Esto es muy bacano, es la mejor sensación del mundo”, dijo en una de las paradas Camilo Barrera, un patinador que hace parte del grupo especializado en Downhill Gravity Roller y descuelga Palmas desde hace dos años.

25 minutos después de que empezó el descenso, los patinadores llegaron al montallantas en San Diego, donde todo empezó. Para ese momento ya no tenían frío, sino que estaban llenos de adrenalina. Después de eso se cambiaron y se fueron para sus casas, en diferentes sitios de la ciudad. Y es que los patinadores urbanos en Medellín están en todas partes.

El inline downhill se toma “la medellín”

Este domingo se realiza un torneo de esta modalidad de patinaje en el sector conocido como Manantiales, cerca de la autopista Medellín- Bogotá (que los patinadores bautizaron como ”La Medellín”) . La competencia empieza a partir de las 9:00 a.m., e irá hasta el mediodía. Se espera que en el evento haya participación de por lo menos 50 corredores, entre los que hay personas de otras ciudades y del extranjero.

El campeonato, que tiene entre sus organizadores y promotores al paisa Anderson Zuluaga, quien recorrió seis países de Suramérica en patines, tendrá presencia de autoridades de tránsito, policía y ambulancias, por si algún participante sufre un accidente. “Este deporte no es para todo el mundo, es para una persona que le encante la adrenalina. Aunque también deben tener mucho cuidado porque si hay un exceso de confianza puede producir accidentes. Por eso es importante que sean prudentes”, comentó Diego Posada.

Diego Posada, el súper humano que tiene un título mundial

¡Son intrépidos! Descuelgan por Palmas en patines a 110 km por hora

Diego Posada es un hombre alto y fornido que patina desde que tenía tres años, cuando el niño Dios le dio de regalo de navidad unos patines. Ahí empezó un amor por este deporte que fue creciendo con los años. Con el paso del tiempo empezó a competir a nivel aficionado y siempre fue campeón.

Se destacaba porque todo lo hacía montado en sus patines: iba patinando desde Envigado hasta Bello. Se transportaba patinando a hacer cualquier vuelta.

En 2001 empezó a descender el alto de Palmas. Al principio le daba nervios, pero con el paso del tiempo los aprendió a controlar. Por eso le sumó un poco más de adrenalina a su vida y empezó a practicar patinaje de aventura, que consiste en viajar por varias ciudades utilizando los patines como único medio de transporte.

Pasaron los años y en 2018 emprendió un viaje por varias partes de Suramérica. En ese momento se abrieron las inscripciones para el Desafío. Él contó lo que estaba haciendo. Eso lo convertía en un Súper Humano. Participó en el reality. Llegó a la final pero no ganó. Esa experiencia, al igual que el patinaje, le cambió la vida.

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