Cuando Daniela Tamayo escuchó que en el segundo semestre de este año no habrá Liga Femenina, sintió gran decepción y pensó: ¿Y ahora qué voy a hacer?
La lateral derecha del Atlético Nacional, que está sin contrato desde el pasado mes de mayo, cuando fueron eliminadas en la fase de grupos del torneo, tenía la ilusión de seguir jugando, pero ante el anuncio hecho por la Dimayor ahora empaca maletas y regresará a Estados Unidos.
¿A qué? “A trabajar en lo que salga: construcción, pintar, lijar, oficios varios, lo que sea”, dice, mientras sus ojos delatan la nostalgia que siente al dejar el balón, las canchas y a su verde del alma.
Llegará a luchar por sobrevivir, así como lo ha hecho en Envigado, donde aprendió el oficio de estilista. Inició en el spa lavando el cabello de la clientela, pero un día, ante la cantidad de trabajo, se animó y sin que nadie le dijera nada se lanzó al ruedo y empezó a hacer los alisados.
De eso ya hace casi dos años. Cuando no hay Liga, Daniela se pone su delantal y cambia los guayos por secador, plancha, pinzas y un guante para protegerse.
“Yo les ayudo en semana con los alisados que resultan, porque en el fin de semana vienen las dueñas, pues el volumen de trabajo crece bastante”, comenta la futbolista.
Claro que este no ha sido el único oficio en el que Daniela ha estado, también trabajó en un negocio de venta de salchipapas. En las noches hacía domicilios en su moto y en el día pelaba cuatro o cinco valdes del producto. “Eso si era duro”.
Y es que esta jugadora ha sido una guerrera, pues desde muy pequeña se acostumbró a luchar para tener sus cosas y darse gustos: ama las joyas, la ropa de marca y los zapatos.
Por eso, ahora, que no hay Liga vuelve a Estados Unidos, a trabajar, sin importar en qué le toque, apunta que no puede quedarse parada. Tuvo una oferta del fútbol de Grecia, pero eso no prosperó y por ello La Florida será, desde este miércoles su nuevo hogar.
Su historia con la pelota
Daniela, quien reside en el barrio Villalía de Itagüí, ocupa sus días en ir al gimnasio para mantenerse en forma, y en su trabajo en Bcolorspa, un centro de estética donde hace alisados, labor que le permite tener un ingreso para subsistir.
Con una mezcla de felicidad y melancolía habla de lo que ha sido su carrera, esa que arrancó en su barrio, jugando con los amigos y primos, los mismos que al cumplir 12 años de edad la sacaron del equipo, pues ya no podía competir con ellos.
Fue ahí cuando tocó las puertas de Formas Íntimas donde entrenó durante un año. Luego escuchó que el club de sus amores, Atlético Nacional, tenía abiertas las inscripciones para la escuela de fútbol, y reunió a sus tíos para pedirles ayuda. Ellos se comprometieron con pagarle la matrícula y la mensualidad.
“Entrené durante un año y cuando ellos me dijeron que no podían ayudarme más, apareció una bendición, me convocaron a la selección Antioquia. Entonces en Nacional me becaron y pude seguir”.
Fueron 12 años en los que hizo parte de las divisiones menores del club verde hasta convertirse en jugadora profesional, aunque su debut no fue con las paisas sino con La Equidad.
“Debuté con ellos porque Nacional no sacó equipo para la primera Liga, luego sí jugué con el plantel verdolaga, con el profe Diego Bedoya que me convenció para venir porque me conoce bien y sabe que mi anhelo siempre ha sido jugar”, comenta Daniela, quien aprovechando que su mamá está radicada en EE. UU., hace dos años viajó a ese país a trabajar.
El semestre pasado regresó al país y jugó con Nacional atendiendo el llamado del entrenador Bedoya, y con la ilusión de estar en su tierra haciendo lo que ama, jugar fútbol. Pero la dicha le duró poco, pues desde mayo se quedó sin trabajo.
Pura incertidumbre
En su lugar de trabajo y en la calle le preguntan cuándo vuelve a jugar y ella con un nudo en su garganta responde que no sabe.
En el fondo está viviendo un duelo, pues luego de esta decepción es posible que deje el fútbol. Asegura que tiene que pensar en su futuro, “en tener estabilidad”, esa que el fútbol femenino no da en Colombia.
Y ni siquiera es por el sueldo, porque como dice Daniela, no hay ni punto de comparación de lo que ganan las mujeres, pues con el pago del mejor jugador del equipo masculino podrían pagar todo el equipo femenino en el año y les sobra. Mientras que un futbolista del Rey de Copas puede ganar 200 o 250 millones de pesos al mes, ellas tienen contratos por un salario mínimo. Otras reciben un auxilio o sueldos que no superan los 2 o 3 millones.
Daniela hace parte de las más de 400 futbolistas que en Colombia se quedaron sin trabajo, y desde la distancia apoyan a sus colegas que disputan la Copa América.
Les envían la mejor energía y anhelan que sean campeonas para que demuestren que el fútbol femenino en Colombia tiene mucho talento, ese que se está desperdiciando por la cancelación del torneo.
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jugadoras y el técnico Diego Bedoya salieron de Atlético Nacional.