Parecía una procesión de viernes santo. La mayoría caminaban en un silencio solemne y daba la sensación de que, mientras andaban, reflexionaban sobre algo, que se hallaban cavilando acerca de una situación que ya había pasado, o tal vez pensaban en el partido para el que, unos minutos antes, entrenaban en un gimnasio.
Otras –muy pocas–, pasaron conversando con un tono de voz moderado. Todas, eso sí, estaban perfectamente uniformadas: zapatos deportivos, pantaloneta, medias y camisetas de color blanco. Solo rompía la apariencia impecable una chaqueta delgada que, de la mitad hacia abajo era de tono hueso y arriba tenía un pigmento rosado en el que estaba puesta la bandera de Corea del Norte.
Algunas la llevaban con la cremallera arriba. Otras la tenían abierta porque no soportaban el calor de la puesta del sol (5:30 p.m.), que se sentía en el pasillo hacia la entrada de un hotel en El Poblado. “Llegaron las coreanas”, dijo un voluntario. “Es verdad que todas son igualitas”, agregó un curioso que estaba parado en la entrada del lugar donde se estaban hospedando.
No le faltaba razón a la persona que lanzó ese comentario. Si bien unas son más altas que otras, todas tienen la piel trigeña, los ojos pequeños, rasgados, medio cerrados, y el mismo corte de cabello: corto. Tanta uniformidad parecía darle la razón a la noticia de que el régimen militar, hermético, de Kim Jong Un, decide todo en el territorio norcoreano, incluso el corte de cabello de hombres y mujeres. Pero quizás no. La preparadora física del equipo, la asistente del técnico y la jefe de prensa llevaban la cabellera larga.
¿Disciplina o sumisión?
En la parte de afuera del hotel de concentración de las norcoreanas, ubicado en una zona de la ciudad en la que también hay oficinas, había varias personas que sacaron el celular para grabarlas.
La presencia de las jugadoras, que se dividieron en un grupo que subió a las habitaciones, y otro que se quedó en la parte de afuera para hacer ejercicios de recuperación, generó curiosidad. Y no era para menos. Pocas veces las habían visto tan cercas. Según le relató una voluntaria del Mundial Sub-20 que se juega en nuestro país a este diario, las futbolistas nunca se ven caminando por ahí y solo salen cuando van a entrenar.
Además, siempre lo hacen en silencio. Si poco hablan entre ellas, mucho menos lo hacen con los demás. Alguien de Fifa que las ha acompañado durante la Copa, dice que no lo hacen por creídas o mala clases, sino porque son tímidas.
También debido a que tienen la barrera del idioma: todas hablan solo coreano. En el equipo no hay una futbolista que sepa inglés. Y eso tiene una explicación política: la educación que reciben tiene el objetivo de despertar un ápice de nacionalismo y una defensa acérrima del régimen, sus creencias, su cultura y sobre todas las cosas busca “protegerlas”, que “no se “contaminen” de cultura occidental.
Así lo aseguró la política norcoreana Jihyun Park, desde hace un tiempo radicada en el Reino Unido y considerada por el gobierno de Kim Jong como desertora, en una entrevista con el diario The Sun, en la que expresó que los deportistas que representan a su país de origen viven extremadamente vigilados y que, incluso, cuando están en otras naciones hay “policías secretos” que envían informes de su comportamiento.
La mujer agregó que incluso les hacen firmar contratos en los que queda claro que no pueden contar nada de lo que vieron o vivieron en otro lado del mundo mientras estaban en un evento deportivo. Si lo hacen, o tienen mal rendimiento, pueden recibir castigos como ser llevados a campos de trabajos forzados.
El secreto de su buen nivel
Corea del Norte es el equipo más goleador del Mundial Femenino Sub-20. Con el tanto que le marcaron a Brasil en cuartos de final, llegaron a 23 celebraciones. Eso habla de su superioridad deportiva en el balompié jugado por mujeres.
En la categoría para futbolistas menores de 20 años, tienen dos títulos. Fueron campeonas en las ediciones de 2006 y 2016. Eso se debe a que entrenan con una disciplina militar. En Medellín, sin importar el flash de las cámaras de la gente, las futbolistas que no subieron a la habitación del hotel, siguieron a la preparadora física hacia un sitio plano.
Allí las pusieron a hacer test de velocidad en menos de 50 metros. Las jugadoras tenían que correr a todo lo que les dieran las piernas para tocar la mano del miembro del cuerpo técnico que estaba parado a cada lado y les gritaban para que no bajaran el ritmo, siempre en coreano.
Las deportistas, en su silencio, lo entregaban todo. Solo se las escuchaba cuando, después de terminar la carrera, sollozaban leves gemidos de cansancio con la respiración acelerada. Ese es el secreto del éxito del equipo norcoreano: su hermetismo disciplinado lleva a que, aunque ya hayan entrenado, siempre haya algo más por hacer.
El deportes es prioridad en corea del norte
El líder político de Corea del Norte ideó un plan para convertir a su país en una potencia mundial del deporte, mostrarlo fuerte hacia el mundo y disciplinar a sus ciudadanos. El régimen hacen cosas curiosas para algún día lograrlo.
Por ejemplo, durante el segundo domingo de cada mes, se celebra el día mensual del deporte. Ese día, durante toda la jornada, los habitantes del país tienen que dedicarle tiempo a alguna práctica deportiva de alto rendimiento. Aunque la idea se está ejecutando desde que estaba vivo Kim Jong-Il, padre del actual jefe de estado que murió en diciembre del 2011, aún no han conseguido ese objetivo. Eso se debe a que, por ejemplo, durante los años de la pandemia del Covid-19 no permitieron a sus deportistas competir afuera.
