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Hugo Houle ganó por su hermano muerto en el Tour de Francia

El pedalista canadiense se llevó una de las etapas más emocionantes de esta edición de la carrera francesa y cumplió una particular promesa que hizo 10 años atrás.

  • Esta fue la tercera victoria del canadiense en su carrera deportiva y la primera que consiguió en una grande del ciclismo. FOTO: TOMADA DEL TWITTER DE @chrisfroome
    Esta fue la tercera victoria del canadiense en su carrera deportiva y la primera que consiguió en una grande del ciclismo. FOTO: TOMADA DEL TWITTER DE @chrisfroome
19 de julio de 2022
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En Lausana, Suiza, previo a la salida de la etapa 9 del Tour de Francia, Hugo Houle caminó hasta la mesa de Sylvain AdamsEl hombre de Toronto’, durante la cena del equipo en el restaurante Saint Paul, y le dijo: “Je voulais gagner por mon frere” (Yo voy a ganar por mi hermano).

Lo dijo convencido y no esperó respuesta. Adams, dueño del equipo y quien comparte con Houle la nacionalidad canadiense, tampoco quiso decir nada, o prefirió no hacerlo. Simplemente asintió, le pasó la mano por la espalda y dejó que se fuera a descansar.

Al día siguiente, Houle estuvo involucrado en la fuga del día. Persistió durante 132 kilómetros, pero al final se rindió. Bob Jungels, el luxemburgués, coronó esa etapa en la que Nairo Quintana se lució y logró un puesto entre los diez mejores de la general individual.

Volvió a intentarlo en la etapa 13, entre Bourg d’Oisans y Saint-Etienne, de 192.6 kilómetros.

Pedaleó durante 147 kilómetros al lado de gigantes como Stefan Kung, Mads Pedersen, Pipo Ganna, Wout Van Aert, Fred Wright y Mateo Jorgenson, y al final solo obtuvo el tercer lugar de la etapa, pues el campeón del mundo de 2019, Pedersen, fue juez y verdugo de la escapada, sacando de rueda a cada rival hasta cruzar la meta como una exhalación.

Houle apretó el puño, pero no hizo rabietas. Ese día volvió a hablar con Adams en la cena y esta vez fue el dueño quien lo buscó para decirle: “lo vas a lograr, no desistas”. Houle hizo una mueca, le apretó la mano y respondió: “Seguro”.

Hoy, por fin, la promesa de Hugo Houle se cumplió, de nuevo se metió en la fuga y otra vez rodó, en compañía de más de 20 aventureros, 147 kilómetros evadido del lote. Pesos pesados iban allí: Vlasov, Caruso, Dani Martínez, Izagirre, Van Aert, Teuns, entre otros. También iba su compañero Michael Woods, quien todo el camino le decía: “Vamos Hugo, vamos que hoy es el día”.

La etapa entre Carcassonne y Foix tenía 178,5 kilómetros y el lote se hizo pedazos antes de ingresar al valle de ‘Las Espinas’. La fuga también se hizo añicos, antes de la cima en Port de Lers, uno de los dos puertos de primera categoría del día.

Para entonces, por delante solo iban Houle, Caruso y Storer, y el canadiense de 31 años sabía que, de llegar junto a ellos, las probabilidades de ganar eran amplias, pues la jornada terminaba en descenso, en un largo y técnico descenso.

Y así fue. Hugo atacó en el tramo final, dejó atrás a Caruso y a Storer y se marchó en solitario. Su amigo y compatriota Woods, quien venía muy cerca, celebraba en silencio, pues conocía el espinoso dolor interno de Hugo. En los carros del Israel también había fiesta y ya tenían listas botellas de champaña para celebrar la victoria.

Hugo iba como una saeta hacia la meta, y el recuerdo de su hermano Pierrik lo impulsaba a no desfallecer. Ganó la etapa después de 4 horas y 23 minutos, y con un minuto y 10 segundos de ventaja sobre sus perseguidores: el francés Valentin Madouas y su amigo Michael Woods. Un puñado de favoritos llegaron casi seis minutos después, como Wout Van Aert tirando de la carroza y con Nairo Quintana (ahora es cuarto de la general), pegado a las ruedas de Gaudu, Thomas y Pogacar como una garrapata.

En la meta todo fue llanto y emoción. Hugo, por fin, le había cumplido a Pierrik, su adorado hermano, muerto en un accidente de tránsito el 21 de diciembre de 2012, debido a un conductor borracho, en Sainte-Perpetue, Canadá.

Ese año, Hugo había sido cuarto del Mundial de Ciclismo categoría sub 23, y había ganado el Tour de Beauce. Pierrik se había transformado en su principal apoyo moral y deportivo. Le ayudaba a entrenar, le conseguía materiales para la bicicleta, y siempre lo acompañaba a las carreras.

El día previo al accidente, Hugo acababa de llegar de un campo de entrenamiento en España y fue a acostarse en la cama de su hermano menor, como solía hacer siempre, para contarle sus experiencias.

Hablamos como quince minutos, le conté lo que había vivido durante mi campo de entrenamiento. Mi hermano era mi mayor admirador”, contó el ciclista días después, rompiendo en llanto. Luego añadió: “Fue un momento hermoso. No esperaba que fuera el último”.

Siguiendo los pasos de su mayor, Pierrik Houle era un apasionado de la bici y, ese 21 de diciembre, a las 8:15 de la noche, vestido con ropa deportiva de colores reflectantes, salió a rodar un poco. Había planeado practicar una hora, pero nunca volvió.

“Todavía tengo la imagen de mi hermano que se va, estaba muy feliz de mostrarme sus zapatos nuevos”, narra Hugo, quien luego fue a recostarse, pero no se durmió de inmediato. Primero sintió que su madre se impacientaba porque su hermano no había regresado, luego fue el turno de su padre, quien comenzó a caminar por el corredor.

Cuando mi padre se fue, me levanté. Sentí que algo andaba mal. Me puse en contacto con los amigos de Pierrik para saber si lo habían visto. Ellos también estaban preocupados, todos decidieron venir a ayudarnos”, recuerda.

Poco después de las 11:00 de la noche, Danick Jutras, un amigo de la familia, llegó corriendo a la casa de los Houle con muy malas noticias: “Pierrick fue encontrado muerto cerca de la ruta 259. Había sido atropellado por un automóvil”, dijo casi sin poder respirar.

Angustiado, Hugo llamó a su madre y luego se encontró con su padre, que regresaba con las manos vacías tras una ronda de búsqueda. “Cuando le dije a mi padre, él cayó en mis brazos”, cuenta.

El ciclista se dirigió al lugar del accidente y encontró a su hermano acostado boca arriba, con los ojos abiertos.

“Fue un poco como en una película. Tuve el reflejo de arrodillarme a su lado y tomar su mano, estaba fría. Le acaricié el cabello mientras le dábamos un masaje cardíaco. No sé cuánto duró. De repente le salió sangre de la boca y los oídos, supe que todo había terminado”, explica Hugo, con un nudo en la garganta.

Ese nudo, por fin, se desató hoy en Foix, y Hugo, con sus brazos hacia el cielo, celebró y le dedicó la etapa a su hermano. Fue el final más perfecto y feliz para una historia trágica de ciclismo, una que, desde ahora, tendrá una versión más épica y romántica.

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