Una de estas noches de estío, estuve invitado a una cena con amigos del colegio, de esos que llamamos vieja guardia, personajes cuarentones. Aparecerían los recuerdos de los partidos de fútbol al mediodía, en la cancha de cemento, la cual servía también para el baloncesto y para hacer gimnasia en la mañana con el profesor Reynaldo, la misma de los actos cívicos luego de clase de religión.
Para esa invitación no pensaba llegar con las manos vacías, por lo tanto me decidí por un vino. Con seguridad seríamos diez o doce personas, no todos consumidores de esta bebida, pero sí con la curiosidad de probarlo.
Al llegar a la góndola me encontré con la gran variedad de marcas, tipos de uva y países de origen. Impactado por el incremento de precios, supongo por el aumento del dólar, tardé unos minutos en decidirme.
En los almacenes de cadena suelen ubicar en la parte baja los vinos económicos y en la alta las marcas costosas. Uno debe tener claro a qué tipo de reunión se dirige, por lo tanto no sería adecuado pensar en un vino de gama alta. Concentré mi mirada a la parte baja de la góndola. Ahí estaban los vinos de caja y algunas marcas populares como Segú Ollé, Termidor y Clos de Pirque.
Por lo general los vinos en caja no describen la cepa, esto debido a que el contenido es elaborado con varios tipos de uva. Es cierto que el vino de caja en un principio no tuvo el trato que los de botella. No pasan por madera, no reposan seis meses, son mirados por encima del hombro y sugeridos para cocinar y esa es otra contradicción, porque si vamos a preparar alimentos, debería ser con los mejores vinos.
El vino de caja es un vino de mesa, un vino cotidiano, un vino sin pretensiones, en el que usted solo debe buscar una buena sobremesa y no por eso es malo. No se trata de encontrar en él los sabores del sotobosque o unos tonos a regaliz. Son vinos perfectos para el acompañamiento de pastas, frisoles o inclusive paella. A fin de cuentas la relación calidad precio es muy llamativa, pues no olvidemos que en el caso de la botella, el corcho y la etiqueta aumentan los precios.
En bolsas dentro de cajas
Uno de los principales dolores de cabeza de los restauradores es vender vino por copas. El riesgo de que una botella se descorche y no se termine por completo supone una pérdida para el negocio. El sistema de bolsa en caja es perfecto para evitar este problema. Contiene alrededor de tres a cinco litros y puede durar de 30 a 40 días. Consiste en una caja multicapa con una bolsa interior de polietileno, que contiene el vino. Esta bolsa tiene adaptada una válvula para dosificación, que funciona mediante presión con los dedos y evita el contacto con el aire y posterior oxidación del vino. Es catalogada como una de las mejores opciones para el consumo familiar y recomendado para restaurantes. Otra de las ventajas de este tipo de embalaje es su almacenamiento. De manera sencilla y económica, ocupa poco espacio por su reducido volumen y muy seguro a prueba de golpes, además de ser cómodo y versátil.
La decisión
Regresemos a la historia. Como les dije, estaba parado frente a la góndola observando los vinos en caja y pensé: ¿por qué no darles una oportunidad? Además supuse que si lo refrigeraba una hora antes de consumirlo, y que tal vez si lo servía primero en un decanter para que se oxigenara, podía mejorar sus cualidades.
Observé en la caja que tiene una graduación alcohólica menor al de la botella, 11.5°, y sugieren en el empaque no ponerlo en el congelador para evitar pequeños cristales naturales que pueden alterar el color y el sabor. Es bueno leer bien porque suele ocurrir que los vinos de caja también son dulces y, si no es de su interés, puede ser desagradable al momento de destaparlo.
No lo pensé más, lo compré y me fui a la reunión. En el trayecto recordé que en un viaje a Europa vi algunos vinos empacados en botellas de polietileno y sonreí pensando en la actitud de los compradores colombianos si se encontraran con esos vinos en una góndola.
Botellas de polietileno
Aunque es normal encontrar en el mercado colombiano aguardiente en botellas de polietileno, en el tema de los vinos no es bien visto, excepto casos aislados de botellas pequeñas de 187 ml, es decir, una copa de vino.
En ciudades como Copenhague las tiendas ofrecen vinos económicos en botellas PET, semejantes a las de vidrio. El tema resulta perfecto si pensamos en una comida de campo, en un viaje a un pueblo cercano, o es solo para sentarnos en un parque a comer una pizza y disfrutar una copa de vino, sin temor a que la botella se rompa con el posterior riesgo de que alguien se corte.
Algunos consumidores sienten temor al comprar un vino empacado en PET, pero si pensamos en reuniones informales, donde la etiqueta y el protocolo pasan a segundo plano, el vino en botella de polietileno puede ser una buena opción. Ahora, si pensamos en el tema ecológico, resulta fácilmente reciclable y menos peligroso.