In nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti. Amen. Así terminó hace 55 años la última misa en latín que se realizó en el mundo. A partir de ese momento las homilías se celebraron, por mandato del Concilio Vaticano II (encuentro que estableció nuevas normas litúrgicas) no solo en el idioma original de cada país, sino de frente a los feligreses. Hasta entonces el sacerdote estaba de espaldas.
Pese a que han pasado más de cinco décadas de la desaparición del latín como lengua natural en la liturgia, muchos de esos términos y palabras se siguen utilizando, en especial en la temporada de Semana Santa como se vio en las transmisiones este año. “Claramente cambió la óptica de cómo se veía la misa. Cuando era en latín, el 99 por ciento de la gente no entendía nada”, comenta Gianni Todescato, de 91 años de edad, y que asistió a Pablo VI en esa misa de 1965, reseña el medio católico ACI.
El sacerdote Fredy Bustamante, de la iglesia El Calvario, de Campo Valdés, en el Nororiente de Medellín, dice que el latín está incorporado en el ejercicio del sacerdocio y que aún no pierde vigencia. Recuerda palabras como Ipso facto, Excomunión Latae sententiae e In pectore.
El latín se sigue enseñando en los centros de formación para sacerdotes, tanto así que en el proceso de “ordenamiento” los futuros padres reciben cinco niveles de este idioma, que apareció hacia el año 1000 a. C. y que fue la lengua del Imperio Romano hasta su caída. Es tal la importancia de este idioma en la Iglesia Católica que hay una cuenta en Twitter del Papa (@Pontifex_ln) que está en latín.
Sobre este asunto el Padre Roberto Spataro, de la Pontificia Academia para el Latín, de la agencia ACI, comentó que a través del latín se está en contacto con la vasta herencia de la Iglesia a lo largo de los siglos. “En el Vaticano algunos de los documentos más importantes emitidos por el Papa y la Santa Sede están oficialmente escritos en latín”.