“La roya”, la película antioqueña que se pregunta por los jóvenes del campo
El director Juan Sebastián Mesa presenta su segundo largometraje, una ficción que imagina la vida de un joven que decide quedarse trabajando en el campo mientras sus amigos se van a la ciudad.
“La roya” fue filmada en varios pueblos del suroeste antioqueño. FOTO CORTESÍA
El primer largometraje de Juan Sebastián fue “Los Nadie”. FOTO CORTESÍA
Juan Sebastián Mesa pasó gran parte de su infancia en Pueblo Rico, no vivió allá, pero todas las vacaciones del colegio y los días libres terminaba haciendo el trayecto de Medellín al suroeste antioqueño para visitar a sus familiares. Ya más adulto, le quedó la pregunta de qué pasaba con los jóvenes que decidían quedarse en el campo, trabajando las tierras familiares. La respuesta es “La roya”, una cinta que explora el contraste entre quienes se van y quienes deciden quedarse en las montañas.
El protagonista es Jorge, interpretado por el actor natural Juan Daniel Ortiz, un joven que se queda en la finca familiar cuidando de su abuelo y trabajando en los cafetales. Cuenta Mesa que fue difícil encontrarlo, como es hoy encontrar a alguien que decida quedarse en el campo. “Estuvimos andando casi 9 meses buscando al personaje, porque no hay muchos campesinos jóvenes y menos que quieran hacer una película. Fue un proceso demoradísimo porque solo para ir a visitarlos había que atravesar montañas, llegábamos a una finca donde nos habían dicho que había un joven y de repente ya no era tan joven o no servía o no estaba interesado”.
La problemática de la edad en el campo le interesó a Mesa después de haber vivido una temporada en el exterior, volvió a Pueblo Rico y no fue difícil darse cuenta que solo había niños y viejos. “¿Dónde está la gente entre los 17 y los 25? ¿Cuándo los ‘pelaos’ salen del colegio, para dónde se van?, ¿qué hacen? El campo como opción es cada vez menos común”, cuenta.
Jorge se queda en el campo pero la inmensidad del paisaje, tan bello, se traduce también en soledad. Hay poca mano de obra que pueda ayudarle con su cosecha, con el cuidado de su abuelo y con las dificultades propias de los cultivos, como la inminente entrada de la roya, una plaga causada por un hongo que afecta los cafetales. Tampoco hay muchas opciones de socializar: Jorge termina teniendo amores con una prima y espera con ansias el regreso de su novia de la adolescencia, Andrea, que va a volver al pueblo por las fiestas, como el resto de sus amigos.
Cuando finalmente empiezan las fiestas del pueblo, y vuelven todos los amigos que ya viven en la ciudad, Jorge se enfrenta al encuentro de esos dos mundos. Una forma en que lo representa Mesa es a través de los dos chamanes con los que cuenta Jorge para responder las preguntas que le atormentan. “Uno es el jaibaná que le explica a Jorge el mundo desde su visión, qué es el y qué el mal, cómo protegerse. Por el otro lado, está el ‘dealer’, que también es una como una especie de chamán, pero de la fiesta, que le da el paso a otra forma de entender el mundo”.
Para Mesa es indiferente dónde se encuentre el ser humano, siempre tendrá la necesidad de explicarse la realidad. Lo puede hacer a través del sincretismo, como lo intenta Pedro cuando se siente enfermo por la ansiedad, pero también puede apagar esos pensamientos a través de la evasión que es posible con las drogas.
Paradójicamente, no importa dónde se encuentren los jóvenes, la soledad parece ser un punto de encuentro. Se puede estar tan solo como Jorge en la inmensidad del paisaje cafetero o como sus amigos en medio de la ciudad. “Creo que esa es la pregunta filosófica de la humanidad en este momento, pues con las redes sociales tienes la sensación de estar acompañada todo el tiempo, pero estas acompañado de un teléfono. Esa es la pregunta que como humanidad en este momento nos estamos haciendo, más que con la película, todo el mundo está demasiado solo, pero cada vez más conectado. Es una contradicción”, dice.
El primer largometraje de Juan Sebastián fue “Los Nadie”. FOTO CORTESÍA
Otras preguntas que atraviesan
“La roya” tuvo su estreno mundial en la edición 69 del Festival Internacional de Cine de San Sebastián en la sección New Directors y fue la película inaugural en la edición 61 del Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias (FICCI), al estar tan cerca de los estrenos de La jauría y Los reyes del mundo, fue inevitable preguntarle a Mesa si había una fórmula para el cine colombiano, que tiene elementos comunes como los actores naturales o la aparición del conflicto. Para Mesa puede que sí haya estos elementos comunes, pero son muy diferentes las preguntas que se plantea cada película, que surgen de la perspectiva personal de cada autor.
Sin embargo, la pregunta por el campo, su idealización y sus dificultades también es un punto de encuentro. “Sí creo que son preguntas que como país debemos hacernos, más allá de los cinematográfico, frente a la realidad, frente a la repartición de tierras. También así estamos pensando en el concepto de ciudad”, explica.
“Rodar esta película representó no solo reencontrarme con personajes y lugares llenos de significado, sino también un reto enorme. Pretender retratar la cotidianidad de un lugar y entender en el proceso que es la misma cotidianidad el mayor obstáculo. En medio de esta contradicción estuvimos rodando cinco semanas en diferentes lugares del suroeste antioqueño. La lluvia, los derrumbes, el sol y el lodo fueron recordatorios sobre la constancia y el rigor que se necesita para ser campesino” asegura Juan Sebastián.
Para Mesa hacen falta más proyectos que ayuden a los colombianos a entender la historia común, como lo vivido con el narcotráfico, que suele pensarse más como un cliché de las historias colombianas, pero en realidad es una necesidad. Por otro lado, no siente que las películas respondan a fórmulas pensadas para ganar festivales, “creo que todos los festivales son distintos”, además, “no hago una película para una semana sino para la vida”.
Lo que sí encuentra importante, y puede ser un punto en común, es el esfuerzo institucional que se está haciendo para impulsar el cine nacional. Hacer una película implica también conseguir los estímulos para financiar cada una de sus etapas, muchas veces complejas. Sí está pendiente una mayor regulación del trabajo que las plataformas de “streaming” están haciendo en el país, pues si bien han sido dinamizadores importantes de la industria audiovisual local, monetariamente el país podría verse más beneficiado para seguir apoyando el surgimiento de nuevos proyectos y creadores, que también son cada vez más.