“Aprendí a soltar los discos y que lleguen a dónde tengan que llegar”: Santiago Cruz lanza Nueve
Es el noveno trabajo discográfico de este artista ibaguereño que tiene como premisa los recuerdos y qué hacer con toda esa información que se tiene en la cabeza. Vendrá a Medellín a concierto en mayo.
Santiago Cruz presenta desde este jueves Nueve, el noveno disco de su carrera. FOTO Cortesía
Hay algo a lo que Santiago Cruz no se acostumbra, a que no haya un disco que pueda tocar, a que todo ahora sea en streaming y a que un álbum no tenga una “cohesión”, una idea de base que lo soporte y lo lleve, ojalá, a buen puerto.
Por eso para él era importante que Nueve, el trabajo que acaba de lanzar, el noveno de su carrera y que tiene nueve canciones, tuviera un planteamiento que lo soportara en su conjunto. Y la idea es que quien lo escuche lo haga en el orden que Santiago propone porque todo tiene una coherencia. Él es estricto con el proceso de grabación, meticuloso con el sonido de cada uno de los instrumentos que acompañan una canción y con Nueve está feliz por cómo vivió el proceso y por el resultado.
Cuenta que la crisis de los 40 (tiene 47) lo ha puesto a analizar de más sobre los recuerdos, “¿qué hacemos con ellos?, ¿qué hace uno con toda esa información que tiene en la cabeza?, ¿cómo la gestiona?, ¿cómo evita que los recuerdos se vuelvan un lastre?” y eso es lo que evoca Nueve, a esa nostalgia vista desde diferentes ángulos.
Santiago Cruz le entregó detalles a EL COLOMBIANO sobre este nuevo disco.
¿Cómo vive, a nivel de sensaciones y emociones, que ya este disco esté listo?
“Como yo vengo de la escuela en la que se prensaban los discos, no me termino de acostumbrar a eso de que no hay un disco físico, de que ahora todo es streaming y me cuesta un poquito. Me ha costado particularmente los últimos dos discos que no han salido físicos, que son ‘Dale’ (2021) y este ‘Nueve’. Y uno pensaría que con el pasar de los años se va volviendo paisaje eso de sacar discos, y resulta que no. Para mí es una maravillosa realidad, la emoción incluso es más fuerte que al principio y estamos hablando de mi noveno disco. Cada vez me emociono más. Las cosquillitas en el alma son cada vez más intensas cuando voy a sacar un disco”.
¿Qué tiene de especial Nueve?
“A mí me tiene muy entusiasmado porque creo que hay un momento compositivo muy especial en el proyecto, creo que hay un sonido muy concreto que va de la mano de Juan Pablo Vega como productor que para mí es uno de los artistas colombianos más interesantes y uno de los productores latinoamericanos con la cabeza más privilegiada. Se sumaron una cantidad de cosas para que Nueve tenga un lugar muy especial en mi vida, no sé si en la de la gente al final, eso ya no termina dependiendo de mí. Yo ya aprendí a soltar los discos y que lleguen a dónde tienen que llegar, pero para mí es ya un disco entrañable de mi carrera”.
Nueve es un disco cohesionado, tiene un concepto que lo agrupa...
“La gente me dice: ‘usted es un cantante romántico’. Y yo digo sí, pero es que soy romántico en el sentido más amplio del concepto, no soy romántico exclusivamente porque la mayoría de mis canciones hablen de relaciones de pareja o lo que sea, sino porque creo en la importancia de los procesos. Para ponerte un ejemplo, a mí me gusta tomar el café recién molido y lo muelo en mi casa. Me gusta oír música en vinilo, me gusta grabar a la vieja usanza, con músicos tocando los instrumentos y no con bancos de sonido, ni con esa vaina. Entonces, este es un disco que está muy cargado de, nostalgia. La columna vertebral del disco es la gestión de los recuerdos”.
¿Es un tema que le inquieta?
“Yo no sé si es por el momento de vida en que estoy, porque acabo de pasar la crisis de los cuarenta, acabo de cumplir 47 años, el disco lo hice con 46, no tengo ni idea, pero es se me volvió un tema. ¿Qué hace uno con toda esa información que tiene en la cabeza, ¿cómo la gestiona?, ¿cómo evita que los recuerdos se vuelvan un lastre?, ¿cómo logra convertir ese lastre, de pronto, en tierra fértil para que nazcan cosas nuevas a partir de esos recuerdos? Yo creo que a esta edad es inevitable el ejercicio de hacer un alto y mirar para atrás, y ver que se ha hecho, cómo se ha hecho lo que se ha hecho. Ver lo que no se hizo, lo que todavía se puede hacer y lo que ya no y hacer las pases con lo que ya no se pudo hacer es una de las cosas más difíciles en esta etapa de la vida. Entonces de todo eso se hablan en Nueve”.
Y es el noveno disco de su carrera, ¿tenía claro que lo quería llamar así y sabía todo lo que significa ese número? “No, vino después la investigación, como que dije, bueno viene el disco noveno, miremos qué significa eso. Y cuando me empecé a dar cuenta de todo lo que significa el nueve, supe como se iba a llamar. Y además escogimos una estrella de nueve puntas para acompañar un poco el diseño del disco, que eso tiene toda una connotación filosófica y espiritual muy interesante. Entonces hay una cantidad de mensajes ahí muy lindos en este disco que creo que lo acompañan muy bien”.
El primer sencillo es con Andrés Cepeda, la canción “El gran teatro”, un tema de desamor con sonidos bohemios y de bandoneón... “Bohemia y cantina, eso es Andrés Cepeda. Esa canción nace en Ecuador. Yo estaba en un evento privado en un pueblo que se llama Quevedo y el conductor que me transportaba oía a Julio Jaramillo, 24/7, todo el tiempo. Y entonces llegué una tarde al hotel y dije, bueno, voy a ver si esta, ‘contaminación’ maravillosa de Julio Jaramillo ha dejado algo en mí. Y salió este bolero que terminó siendo un bolero milongado que pensé que tenía que grabar con mi parcero, con quien comparto esa bohemia, Andrés Cepeda, y por suerte le encantó y ahí está”.
Este disco tiene, además de Julio Jaramillo, influencias muy dispares, nombres como Marcus King, Foy Vance, Nathaniel Rateliff, hasta Mumford & Sons y Rubén Blades...
“Fijate que todos esos artistas, que en la superficie parecerían tan distintos, son muy emparentados con el blues y con un country muy visceral, en general todos son muy viscerales, lo de Rubén también es una cosa muy de la entraña, y al final pareciera que están en distintos puntos del abanico, pero se encuentran donde se junta todo el abanico, que es en el corazón, en el alma, en la víscera. Y esa es la música que a mí me gusta, es la música que a mí me emociona y es la música que procuro yo hacer”.
Sobre el proceso compositivo, ¿cuándo nacieron estas canciones? Hay algunas que son hijas de la pandemia en particular Hay una grieta en el cielo (escrita en enero de 2021), otra que se llama Después de la tormenta, esas dos son hijas de la pandemia directamente. Son canciones de duelo al final. Hay una grieta en el cielo nació luego de una caminata en una mañana de enero que aquí en el altiplano son de cielo azul con muy pocas nubes. Yo vivo en la montaña, entonces podía salir a caminar sin problema, sin miedo al aislamiento y a la distancia social y toda esa vaina. Ese día vi el cielo azul, ese tapiz azul bellísimo con una nube delgadita como que medio atravesaba un pedazo que parecía que lo estuviera rompiendo: ‘Ve, parece una grieta en el cielo. Ahí hay una canción’, pensé. Entonces llegué a la casa después de mi caminata y empecé a jugar con la guitarra y con esa frase, ‘Hay una grieta en el cielo’ y nació ese diálogo. Y Después de la tormenta, es que uno no sabe cuándo llega la tormenta y si después de esta se vuelve a ver, a encontrar con la gente o no. Le pasó a mucha gente, no se pudieron despedir. De resto hay canciones inspiradas en películas, como Casi, por Eterno respirando de una mente sin recuerdos. O La canción para el fin del mundo que es un poco inspirado en la película No miren arriba, que fue muy famosa el año pasado. Hay una canción muy especial que también te recomiendo que se llama 1.200 kilómetros que es la distancia que hay entre Bogotá y un pueblito de la Guajira cerca a Manaure y es la travesía de Araceli que es una de tantas mujeres colombianas, jóvenes, que ha tenido que salir de su casa corriendo porque protestó por algo con la persona equivocada, le tocó salir corriendo y sacrificar sus sueños, y vivir una realidad completamente distinta a la que soñó. Hay varias cosas ahí lindas en el disco”.
Háblenos de las sesiones de grabación, hubo una en abril y otra en agosto del año pasado, ¿por qué?
“Sí, las dos fueron en México. A Juan Pablo le gusta grabar en un estudio que se llama El desierto, que es una casa estudio y entonces diseñamos el disco en esas dos etapas por temas de agendas mutuas. Tocó así, pero creo que le vino muy bien porque tuvimos tiempo de decantar mucha información de las canciones y de la dinámica de la primera sesión para aprovecharla en la segunda y eso fue muy bonito, además que el estudio es muy especial, es en las afueras de Ciudad de México, en un lugar que se llama El desierto de los leones. Y uno va y duerme allá en el estudio y vive allá en el estudio. Inmersivo completamente”.
¿Y cómo es su trabajo en el estudio?
“Depende mucho de la dinámica de cada productor. Era la primera vez que yo trabajaba con Juan Pablo en un disco completo. Ya habíamos hecho cosas juntos, pero nunca un disco completo, entonces, ahí hubo un aprendizaje de dinámica que fue muy bonito. Era importante el sonido de banda en este disco, de músicos tocando los instrumentos, de una formación un poco más clásica de pop rock, si se quiere. Y había canciones en las que era muy claro el camino desde la composición, el camino estético de la canción. Y había otras donde sí fue una experimentación con Juan Pablo. Verlo trabajar era como presenciar un acto de magia sublime y al final ves como algo tan básico como guitarra y voz se convierte en la canción que es con el sonido de batería, cuidando que el redoblante de esta canción sonara de esta manera, porque es que así tiene que sonar, que la profundidad que requiero para esto, es esto. El color un poco más brillante para otro redoblante y así, con esa meticulosidad grabamos el proyecto”.