Santiago Cañón-Valencia no solo domina el escenario con una interpretación impecable, sino que parece desdibujar los límites entre el alma y las cuerdas de su chelo.
Cada nota que emerge de sus manos tiene la delicadeza de un susurro y la fuerza de una confesión, conectando profundamente con quienes lo escuchan. Desde el Cartagena Festival de Música, donde su repertorio se inspiró en los ecos vibrantes de la cultura ibérica, Cañón-Valencia nos permite atisbar los secretos de su arte: la preparación minuciosa, el impacto de la música en su vida y el ritual que, como un conjuro, lo acompaña antes de cada concierto.
Le puede interesar: El Cartagena Festival de Música 2025 y su homenaje a España y Portugal
El canto del mar (lema del festival) resalta la combinación entre el mar, Cartagena y la música ibérica que viene de España, el flamenco, ¿cómo su repertorio se conecta con estas temáticas?
“Este año para mí fue interesante. Yo he venido al festival desde el 2009, ya no sé cuántos festivales han pasado, siempre tiene una temática muy específica que es una idea muy chévere, para este año me tocaron todas obras nuevas, todo me lo aprendí específicamente para el festival. Toqué mucha música, creo que el 80% española y el otro 20% de Portugal, música muy especial, nueva para mí. Me encantó añadir la misma historia y compartir con los artistas que vinieron acá con la orquesta de Castilla y León, con el pianista Stefano Ferrari que ya había tocado con él antes. Fue una programación bastante nueva para mí, pero la disfruté bastante”.
¿Qué emociones busca reflejar al interpretar piezas inspiradas en la temática del evento El cantos del mar?
“Cuando estoy tocando cualquier tipo de música, cualquier repertorio, no me baso específicamente en algo que sea muy particular. Sí trato de tener información que me ayude a hacer mis decisiones interpretativas de la obra, pero al final en lo que yo me centro, cuando ya estoy tocando en el concierto, es en la conexión con el público y eso lo hago más con cosas que ya tienen mucho más que ver con mi instrumento, con el chelo, manejar la atmósfera del concierto. Por ejemplo, cuando siento que he tocado un muy buen concierto, es cuando siento que el público está en silencio, se siente alguna energía, que la gente está atenta, que te está escuchando, que no están ahí sentados esperando a ver cuando se acaba el concierto, sino que están realmente poniendo atención. Eso para mí es conectarme con esa atmósfera en la sala y de alguna manera u otra contar alguna historia por medio de la música para el público, obviamente es algo un poco conceptual, porque la música no tiene palabras, bueno, la música mía no tiene palabras, es más como crear estos paisajes de sonido, de colores, de atmósferas y que la gente lo pueda entender dentro de lo que están escuchando, lo que están pensando y que salgan con una experiencia memorable al final del concierto”.
¿Cómo hizo para adaptarse a esta interpretación que es totalmente diferente a su repertorio?
“La preparación para cualquier obra, al menos en mi proceso, siempre es la misma, aprenderse las notas de la obra y todo lo que es muy obvio. A mí también me gustó mucho hacer un poquito de investigación acerca del estilo de la obra, porque de eso depende muchas cosas interpretativas; cuando fue escrita, en qué periodo, etcétera. La música de este festival que yo toqué fue de un periodo romántico, tal vez un romántico tardío, ese tipo de sonido, creo que es bastante universal, sea que se hubiera escrito en España o en Alemania o en Francia. El periodo como tal tiene ‘sus reglas’, entonces, no es tan específico, es algo un poco más general, pero la preparación siempre es la misma. Y aclaro que yo en mi tiempo libre realmente no escucho nada de música clásica”.
Sabemos, por su recorrido, que escucha rock y metal...
“Sí, todas estas cosas, pero yo crecí dentro de una familia que es full música clásica, mi papá estuvo en la Orquesta Filarmónica de Bogotá por más de 30 años tocando clarinete bajo; mi mamá también, chelista, mi hermana violinista. Yo también crecí con la música clásica sonando siempre y es una música que a mí me encanta. Me gusta tener esas dos partes de mi lado profesional, la música clásica y mi lado ya para relajarme es la música metal, rock y demás”.
¿Tiene algún ritual antes de salir a escena?
“Mi único ritual es usar un perfume específico antes de tocar”.
¿Se puede saber cuál perfume y por qué?
“Se llama Royal Oud de Creed. Yo me acuerdo que la primera vez que lo usé, la mamá de mi novia me lo regaló, un regalo que me gusta mucho porque colecciono perfumes, estoy muy metido en eso y me encantó. Yo me acuerdo que ella me lo regaló en 2018, cuando yo toqué por primera vez en el Griff Mount Hall de Londres, un concierto importante, y al usarlo me sentí muy flamante, como que me ayudó en algo. Entonces desde 2018 hasta ahorita siempre tengo que ponérmelo antes de tocar, pero nada más”.
¿Qué balance hace de 2024 y que espera para este 2025?
“A mí el año se me va y no me doy cuenta porque siempre es una agenda bastante llena y con muchos conciertos, muchas cosas que preparar y yo me concentro más en los conciertos como tal, en los viajes, en lo que estoy haciendo. Soy muy del momento. Si toca empezar una obra un mes antes, pues pienso más es en que hoy estoy acá, la semana que yo estoy acá y se me pasa el año así, no me doy cuenta. En mi etapa más profesional, que estoy solamente tocando conciertos, trato de programar obras que me gustan, crear programas interesantes para mí y también para las audiencias, pienso también en colaboraciones con músicos que admiro mucho, en comisionar obras nuevas, me gusta mucho hacer eso. Yo empecé a componer en 2021, entonces también le dedicó lo que más puedo de tiempo libre, a eso también, me interesa mucho. A la larga estoy viviendo y haciendo lo que más me gusta, no se siente como ningún tipo de trabajo porque viajo, hago conciertos, conozco un país nuevo, una orquesta nueva, gente nueva o colegas que ya has conocido desde hace años y que te gusta trabajar con ellos. Este 2025 ya está también lleno. Después de este festival tengo algunas semanas libres para estar en Bogotá, con mi familia, con mi novia, pero ya después en principios de febrero voy a estar tocando en Hungría, en Canadá, en España, en Malasia por primera vez. Así empieza el año”.
La vida de un instrumentista es tan agitada como se ve...
“Sí, depende de cómo cada quien lleve su agenda y sus cosas, pero sí. Yo a veces siento que tengo muchas cosas durante cada mes, a veces me siento un poco saturado, pero a la larga sales del concierto y va bien y es chévere. Los viajes pueden ser estresantes por cosas que pueden no salir muy bien, como que no me llegó la maleta, por ejemplo. Si estás constantemente en ese estrés sí puede ser un poco agotador, sumado al jet lag y lo demás”.
¿Y cómo hace para manejar ese estrés?
“Yo soy tranquilo, creo que tengo una naturaleza tranquila que me ayuda, pero todo el mundo se estresa alguna vez, yo también”.
Mencionó lo de componer, ¿cómo ve a los nuevos talentos y a nuestro país respecto a la música clásica?
“Si mal no recuerdo, en el 2022 saqué mi último disco que fue básicamente una colaboración grande con compositores colombianos y grabé tres obras nuevas y una de un compositor Bogotá, se llama Damián Ponce de León, otra de Leonardo Federico Hoyos y otra de Jorge Pinzón y también escribí una obra para ese disco. La idea era salirme un poco del repertorio tradicional y colaborar con compositores colombianos para que escribieran cosas para mi instrumento, para que yo las tocara, y fue un proyecto que gustó bastante.
Creo que Colombia, como cualquier otro país, siempre tiene cierto tipo de apreciación especial para la los músicos que son de acá, o sea sus propios músicos, sus compositores y ahorita como intérprete, como solista, veo mucho más fácil programar cosas nuevas que hace unos 15 años atrás. La gente está un poco más abierta. La música clásica es un género que sigue vivo y que sigue generando nueva música, nuevos compositores y nuevos intérpretes y hay que darle espacio a eso también”.
Al despedirse, Santiago Cañón-Valencia deja en el aire la fragancia de su arte, como un perfume que se adhiere a la memoria. Sus palabras, tan sinceras como las notas que arranca a su chelo, revelan que, para él, la música no es solo una profesión, sino un lenguaje secreto que conecta almas. “Al final, lo único que importa es lo que logras transmitir”, dice con una sonrisa. Y mientras la sala queda en silencio, queda claro que ese es su mayor legado: la capacidad de tocar, no solo el instrumento, sino los corazones, llevando consigo el espíritu de Colombia a escenarios internacionales.
*Cristina Rodríguez viaja por invitación del Cartagena Festival de Música y Fontur