Después de esa primera frase, “vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”, empieza Pedro Páramo, una novela que ya suma 60 años, pero a la que, no obstante, no le ha pasado el tiempo.
Juan Rulfo escribió una obra clásica, con un lugar, Comala, que puede estar en cualquier parte.
Jorge Volpi, en un prólogo de una edición del libro, señaló que “Comala podría estar en cualquier parte justamente porque no está en ninguna. Su aridez y su soledad son universales. Desde luego, nadie más que un mexicano podría haberla escrito –nadie más que Juan Rulfo–, pero su mexicanidad no radica en el folclore ni en el lenguaje, sino en su doble pertenencia a una doble tradición, local y universal, al mismo tiempo”.
Esa universalidad, y ese poderse escapar de su tiempo y de su espacio, le dan el carácter de clásico, el que siga siendo un libro leído, a pesar de haberse publicado en 1955, y de que su autor, Juan Rulfo, se hubiese muerto en 1986.
David García Pérez, especialista mexicano en la vida y obra de Juan Rulfo, explica que un elemento fundamental de esta novela es el modo de narrar, porque crea una geografía literaria en la que diversas culturas se identifican, en tanto hay elementos culturales comunes, en los que se ven reflejados. “Simplemente pensemos que Pedro Páramo es un gobernante absoluto que tiene el poder de la vida y la muerte, que posee todo. En muchos países tenemos esa figura del patriarca, del tirano, del cacique, como en este caso”.
Pedro Páramo se adelantó a su tiempo, y por eso, la crítica y algunos lectores no la recibieron bien en su momento, porque no supieron entender sus recursos narrativos.
“La novela de la novela está en que no se trata de un relato lineal ni convencional –comenta David–. En México y en muchos países de Latinoamérica todavía se daba una lectura convencional, al estilo decimonónico: costumbrista, romanticista, folclorista. Lo que viene a hacer Juan Rulfo es narrar una historia sobre este cacique dueño de Comala, pero desde una perspectiva en la que el relato está fragmentado. Las frases son cortas, la prosa es poética, en el que es posible advertir la voz desde los personajes, más allá de la barrera de la escritura, que cuentan las cosas como si el lector estuviera ahí presente. Para una mayoría de críticos esto resultaba algo en cierto modo incomprensible, y por ejemplo narrar de una forma fragmentada, muy pocos lo entendieron, y al contrario lo vieron como un defecto narrativo. Con el tiempo, estos ‘defectos’ que se vieron se han ido corroborando, estudiando, tomándolos en su justo valor”.