Si usted ha caminado por el centro de Medellín y es un buen observador no va a necesitar más que un par de segundos para ubicarse geográficamente en El Palo con El Huevo, en Girardot con La Playa o en Maturín con Bolívar. Seguramente también ha transitado por Junín, Palacé o Maracaibo, por la avenida De Greiff y por Juanambú, que es la misma calle Caracas.
También puede ser que a usted esos nombres no le digan nada y que sólo se ubique por las nomenclaturas de las calles y carreras, que son sumamente prácticas cuando los pueblitos se transforman en moles de concreto por las que los ciudadanos caminan todo el día sin toparse con un sólo conocido.
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Aunque Medellín se ensañó en derribar su patrimonio arquitectónico para construir una ciudad moderna y apenas quedan unos cuantos edificios que delatan la herencia colonial y republicana, la historia se resiste al olvido: el centro es un museo a cielo abierto que habla batallas y próceres, pero también de curiosas costumbres y herencias del pueblo antioqueño.
Pedro Rodríguez Mira, miembro de la extinta Sociedad de Mejoras Públicas y de la Academia Antioqueña de Historia, se dedicó a averiguar el origen de los nombres de las calles y carreras del centro de Medellín. Esta es la historia que cuentan algunas de las más emblemáticas:
Calle 49 - Ayacucho
Es una de las calles más largas y antiguas de Medellín. En la época colonial se llamaba la Calle de la Amargura e iba desde la carrera Carabobo hasta el cruce con El Palo. Después de la independencia recibió el nombre de Ayacucho, por una batalla librada en diciembre de 1924 que terminó de expulsar a los españoles de Perú y marcó el nacimiento de la República de Bolivia.
En Ayacucho están el Palacio Nacional, el Paraninfo de la Universidad de Antioquia, la iglesia de Nuestra Señora del Sagrado Corazón (en Buenos Aires) y el tranvía.
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Carrera 45 - El Palo
Cuando el pueblo enclavado en el Valle de Aburrá era conocido como Villa de la Candelaria, la carrera El Palo iba desde la calle Colombia hasta Maturín y se llamaba La Palencia -como la quebrada que hoy está cubierta de asfalto y transporta en sus aguas negras todas las inmundicias de los habitantes del centro-.
El nombre de El Palo se lo pusieron después de la independencia, en honor a un lugar en el sur del Cauca donde los patriotas, dirigidos por el coronel antioqueño Liborio Mejía, detuvieron la invasión de los realistas al interior de la República, el 5 de julio de 1815.
A principios del siglo XX, El Palo cambió su nombre por Gómez Ángel, en honor a un presbítero que fue cura de la Candelaria, rector de la Universidad de Antioquia, diputado de la Asamblea y senador de la República.
Sin embargo, como pasó con Carabobo, a la gente le pareció más fácil seguir llamando El Palo a la que por nomenclatura es la carrera 45.
Carrera 31 - Barrientos
La carrera 31 en el barrio Buenos Aires se llamaba antiguamente la calle Revienta-quijadas.
Más tarde fue nombrada Barrientos, no por ningún señor que llevara ese apellido sino en honor a todos los Barrientos que de una u otra forma contribuyeron a la construcción de Medellín: el doctor Alexander Barrientos donó un dineral para construir el templo de Nuestra Señora de la Candelaria en el Parque Berrío; los señores Felipe y Enrique Barrientos, que estuvieron en la compañía militar del rey a principios del siglo XIX; don Francisco Javier Barrientos, que firmó la Constitución republicana de Antioquia; don Estanislao Barrientos, que fue gobernador de la provincia de Antioquia, y don Alejandro Barrientos Fonnegra, miembro del Concejo Municipal de Medellín desde 1875 y uno de los fundadores de la Academia Antioqueña de Historia.
Si usted es de apellido Barrientos y ha hecho algo bueno por su ciudad, siéntase incluido en esta lista.
Calle 51 - Boyacá
Esta calle bulliciosa que hoy tiene dos cuadras peatonales fue la primera de la Villa de la Candelaria y la más importante en la época colonial: era la Calle Real, la que daba entrada al pueblo y hacía honor a la realeza española.
“Su extensión era la misma que tiene hoy y terminaba en la carrera Junín. Fue la calle en donde residieron las primeras y más distinguidas familias de la Villa; en ella nació el ilustre sabio y prócer Francisco Antonio Zea y frente al templo de la Veracruz nació el héroe Atanasio Girardot, una de las figuras más gloriosas de nuestra guerra de emancipación”, escribió el historiador Pedro Rodríguez Mira.
El nombre actual de la calle recuerda la batalla del 7 de agosto de 1819 en el puente de Boyacá, donde el ejército español fue aniquilado por los militares criollos.
Carrera 52 - Carabobo
Abierta entre Colombia y Maturín, la carrera Carabobo existe desde la época de la colonia, aunque en ese entonces se llamaba calle del Prado.
Se llama Carabobo por el estado de Venezuela donde se libraron dos de las grandes batallas de la guerra de independencia que dirigió Simón Bolívar: la del 26 de mayo de 1813, en la que derrotaron al comandante Cajigal, y la del 24 de junio de 1821, que logró la independencia de Venezuela y fue llamada la Waterloo de Colombia.
Pero no siempre se llamó Carabobo. En el siglo XX le cambiaron el nombre por “Paseo Benjamín Herrera”, pero “no prosperó o no caló en la conciencia popular y hoy está poco menos que olvidado”, contó Rodríguez.
Carabobo es una de las carreras más largas de Medellín, pues atraviesa la ciudad de sur a norte desde el puente de Guayaquil hasta el barrio Moravia.
Calle 53 - Avenida De Greiff
Más al occidente de la Plazuela Nutibara -ese pequeño parque entre la Plaza de Botero y el Parque de Berrío que está rodeado de calles con alto tráfico vehicular- la avenida La Playa recibe el nombre de Carlos Segismundo de Greiff, un ingeniero sueco que llegó a Colombia en 1826 y se radicó en Antioquia.
De Greiff fue el responsable de litografiar en París el primer mapa del departamento de Antioquia, en 1857. Como ingeniero, el sueco se dedicó a la exploración de zonas mineras, lo que lo llevó hasta el municipio de Remedios, donde murió en 1870.
Carrera 49 - Junín
Ninguna calle del centro es tan querida por los medellinenses como Junín: ese pasaje entre La Playa y el Parque Bolívar hace suspirar a las mamás con los recuerdos del teatro y las tiendas de moda de los setentas, y despierta la añoranza de los poetas e intelectuales que se reunían en los cafés a tramar fanzines y a despotricar de “la juventud de hoy en día”.
Pero el Junín elegante de almacenes y vitrinas no siempre fue una calle comercial: en la colonia era una calle angosta llamada El Resbalón -nombre de una danza popular de la época- por donde apenas “si pasarían al anochecer los severos guardianes de la autoridad, y en nombre del Rey impondría el retiro de esos vecinos a sus respectivas residencias a rezar el Santo Rosario y a pedir por la salud de Su Majestad”, escribió el historiador.
Junín también es una planicie del alto Perú donde se libró la gran batalla del 6 de agosto de 1824, un combate a caballo entre el ejército libertador y los soldados de la corona española que duró un poquito más de una hora, pero fue definitiva en la guerra de independencia. Por esa batalla, nuestras mamás decían de jóvenes que iban a “juniniar”.
Calle 46 - Maturín
En la colonia, y hasta algunos años después de la independencia, Maturín se llamaba La Carrera o Guanteros. Era una calle corta en la que vivían las clases marginadas, pues en esa época las casas de los ricos estaban cerca de los parques e iglesias.
Se llama Maturín por una ciudad venezolana del estado de Monagas, a orillas del río Guarapiche, que fue escenario de varias acciones de la guerra de independencia entre septiembre y diciembre de 1814.
Carrera 41 - Mon y Velarde
Juan Antonio Mon y Velarde fue gobernador de la provincia de Antioquia entre 1785 y 1788, en la última etapa de la época colonial. Según los historiadores, fue un mandatario progresista y diligente que rescató a Antioquia del atraso y la pobreza.
“Medellín le debe, entre otras cosas, el primer servicio de agua potable, el establecimiento de un matadero público, la organización del mercado, la construcción o apertura de las primeras alcantarillas, la nomenclatura de la ciudad y la numeración de las casas y edificios, y las primeras bases del Hospital San Juan de Dios”, relató Rodríguez.
Calle 61 - Moore
Se pronuncia Mur, con acento anglosajón. Esta calle le debe su nombre al londinense Tyrrel Moore, un ingeniero que llegó a Colombia en 1829 a trabajar en las minas de Marmato, Titiribí, Santa Rosa de Osos y Anorí -historia similar a la del sueco De Greiff-.
Mr. Moore donó los predios donde hoy está el Parque de Bolívar y vendió “a precio de huevo” las tierras donde construyeron la Catedral Metropolitana. Además, fue uno de los fundadores de Villanueva, el barrio que queda detrás de la estación Prado del metro pero que, a diferencia de hoy, era la casa de los más ricos y distinguidos de la ciudad.
Carrera 44 - Niquitao
En la colonia, lo que hoy es Niquitao era una calle de sólo dos cuadras que se llamaba San Francisco, pero a la que todos le decían la Calle de las Peruchas.
Tras la independencia, la carrera fue nombrada Niquitao en honor al lugar de Venezuela donde el ejército de Simón Bolívar libró una de las batallas más reñidas de la campaña patriota, el 28 de junio de 1813.
“En las alturas de Niquitao tremolaban en ese día, victoriosas, las banderas republicanas. Más de 300 españoles quedaron muertos en el campo de batalla, casi todo el resto del ejército fue hecho prisionero y muchos perecieron de hambre y frío al huir por los páramos y por los senderos de la sierra”, escribió el historiador de la Academia Antioqueña.
Carrera 52 A - Tejelo
En la parte más sur del Centro de Medellín la carrera 52 A no se llama Tejelo sino La Alhambra o Fernando Restrepo, y es famosa por las cigarrerías donde venden todo tipo de licores nacionales e importados.
Empieza frente a La Alpujarra, entre Cundinamarca y Carabobo, y sigue hacia el norte. En la esquina con Juanambú se ensancha y forma una plazoleta que también se llama Tejelo.
Antes de esos tres nombres, la carrera 52 A se llamaba Calle del Hueco, “y era estrecha, de aspecto repugnante, más que todo por su lamentable abandono y desaseo. Hoy ha cambiado un poco su fisonomía, debido, sin duda alguna, a su vecindad con el Palacio Municipal”, relató Rodríguez.
La carrera Tejelo le debe su nombre a Jerónimo Luis Tejelo, el primer español que llegó al valle del río Aburrá, el 14 de agosto de 1540, por la orden del mariscal conquistador Jorge Robledo.