“Febrero 5 - 81. Nuestro grupo sale de aquel amable país en dos viajes en avioneta. Veníamos de una larga estadía en Villa-Chumbimba, donde nos preparamos política y militarmente. La avionetica nos dejó en un caserío y de allí salimos, después de un largo bordeo por la costa, montamos en la chalupa ‘Los comuneros’ y ‘Nuevo camino’, para muchos de nosotros era una experiencia nueva, lanzarse al mar en canoa, el viaje a pesar de lo largo, 28 horas, el estar mojados todo el tiempo y la falta de comida no nos fue penoso, íbamos de nuevo hacia la patria amada y fuera de nuestros equipos y buenas armas traíamos la decisión férrea de luchar, de darle forma a nuestro proyecto político, íbamos a poner todas las fuerzas nuestras en lograr la segunda verdadera independencia”, escribió Carmenza Cardona Londoño, ‘La Chiqui’, integrante del extinto M-19 en la primer página de un diario titulado “Desembarco segunda independencia”.
El diario está incluido en el libro Entre agua y raíces, las luchas de la Chiqui en la montañas del Chocó, escrito por la artista Gabriela Pinilla y el hoy embajador en República Dominica, Darío Villamizar, escritor y exmilitante del M-19, que reconstruye la historia de Carmenza, desde su nacimiento hasta el proceso de búsqueda de sus restos, y todo lo que hay en medio, que fue su vida y que es también parte de la historia del M-19, de los movimientos de izquierda, de la lucha armada, de Colombia.
El libro está ilustrado por Pinilla, que utiliza el arte, el dibujo y la pintura para revisitar la historia política colombiana y sus violencias, y agregar matices que permiten ampliar los relatos, complejizarlos, entendiendo la historia no como algo fijo en el tiempo, que define lo bueno y lo malo, y clasifica los héroes y los villanos, sino como algo vivo, que se transforma con el tiempo, con nosotros y los otros.
–No creo que exista la historia con mayúscula. La historia está en movimiento en relación con el presente. No hay nada más impredecible que el pasado. Todo lo que uno va construyendo se va transformando en el tiempo. De lo que se trata es de ampliar el relato, dice Gabriela.
–¿Cómo quiere que se aproxime la gente a la historia a través de su arte?
–Lo he pensado casi como la aproximación que le da a uno la cartilla Coquito. Convertir estas historias en materiales que cualquier persona puede leer. Son historias bien documentadas, bien investigadas e imágenes hechas con cuidado, pero con un lenguaje amable, que no solo permite que el otro se acerque a una historia que siempre le ha estado lejana, sino que además la complejice. Por eso, son imágenes sencillas, pero a mí me gusta siempre que tengan humor.
–¿Cómo construye las imágenes?
–Cada imagen sale de un texto, de una foto, de conversar con la gente en el proceso de investigación. Las imágenes tienen que tensionar el texto, complementarlo, hacer que el cerebro tuyo esté vivo y construyendo otra historia.
Una práctica en la que Grabiela Pinilla es maestra. Su primera publicación fue su tesis de grado, titulada Cartillas para aprender Historia. En ese entonces Gabriela era profesora de inglés, en una escuela de estudios técnicos. Ahí se dio cuenta de que el conocimiento de la historia nacional era muy limitado, mínimo, los estudiantes, todos adultos, confundían a Galán con Gaitán. De ahí vino la idea de hablar de la historia a través del arte.
Y de esa idea han salido varios libros: Cuando tenga la tierra, 3 hijos, De la vía armada a la vía láctea, La sotana y la espada, Policarpo, El ramo de olivo que no germinó, Mariacano, roja muy roja, y el más reciente, Entre agua y raíces.
Las historias son distintas pero la idea es la misma: pensar la historia, pero no como algo ajeno, como si fuera única, incuestionable y oficial, y pasara en sí misma por fuera de nosotros, sino al contrario, pensarla desde nosotros mismo, como nos atraviesa y, en parte nos define.
Pues justamente sus libros están hechos de historias que ella recuerda haber vivido y escuchado de pequeña, pero que ha venido entendiendo con el tiempo, y con otros libros.