Al poco tiempo de posesionado se conoció una cifra récord de presupuesto para su cartera que superaba el billón de pesos, una muestra inequívoca del apoyo del presidente Gustavo Petro.
Para saber más: Aprobado el presupuesto más alto de la historia para el Ministerio de Cultura
En casi seis meses de gestión, el ministro Juan David Correa consiguió llevar la ejecución de su cartera del 32 al 98 %, revisó el plan decenal 2022-2032 que había dejado la administración de Iván Duque, eliminó cualquier rastro naranja de la economía del sector, definió seis estrategias de inversión, que priorizan la formación artística en colegios y la cultura de paz, además de aumentar el presupuesto del programa de estímulos, entre otras acciones.
Correa, 47 años, literato, editor, periodista y escritor, autor de libros como El barro y el silencio, Casi nunca es tarde y Todo pasa pronto, llegó al cargo con cierta fama, después de haber renunciado a la Editorial Planeta porque esta desistió de la publicación del libro de la periodista Laura Ardila sobre el Clan Char. Fue de los que presionó para que el presidente Petro acabara con la larga interinidad del Ministerio y terminó en el cargo.
En esta entrevista con EL COLOMBIANO deja ver su mirada sobre el cambio cultural, y cómo concibe que nos vemos como nación, su relación con Antioquia y las disputas por el pasado y el patrimonio, que pasan por la conmemoración del centenario de La vorágine y el debate sobre el futuro del galeón San José.
Cuando llegó al cargo, hace seis meses, el Ministerio cargaba con una larga interinidad, baja ejecución, ¿cómo lo encontró y cómo decidió enfrentar el reto?
“Encontré un Ministerio con un nivel de presión alto, en el sentido no solo humano, sino también como institución, no solamente por lo que estaba ocurriendo en este gobierno, venía, a mi modo de ver, desde la presidencia de Iván Duque, cuando se tomaron decisiones de desinstitucionalizar el Ministerio y convertirlo en un proyecto de economía naranja, política con la que estuve abiertamente en contra. Se eliminaron algunas direcciones, se rompieron las áreas, se quitaron los coordinadores para crear megacargos. El Ministerio estaba en una crisis muy compleja”.
La economía naranja es cosa del pasado...
“La cultura no puede ser sometida a la lógica de un sistema tan voraz como el capitalismo y el neoliberalismo, porque desaparece. Cuando uno quiere volver productivo todo, en términos económicos, le quita su esencia y sus posibilidades de productividad simbólicas”.
¿Cuál es para usted el camino a seguir?
“No me gusta quedarme quieto y planeando. Entonces lo que hice fue recoger lo que había, ordenar la ejecución de los recursos, que no se perdiera ese dinero, porque es de la gente por la que he trabajado toda la vida”.
En esa transición con el gobierno anterior, quedó el Plan Nacional de Cultura 2022-2032, que se entregó semanas antes de la posesión de Petro. ¿Cómo ha sido su mirada sobre ese plan, pensado desde esa economía naranja?
“Es un muy buen ejemplo de la reflexión sobre la tarea del Ministerio de Cultura en los últimos 26 años. El trabajo del Plan Nacional Decenal de Cultura fue serio, juicioso, de mucha gente, muchos gestores reuniéndose, trabajando, opinando. Cuando llegué hicimos unas sesiones de trabajo para releernos, para examinarlo. Había unos énfasis que quitamos, todos los de la economía naranja. Una vez hicimos esa criba, lo sometimos a unas pruebas ácidas con expertos en todo el país. Nos reunimos durante tres meses a reexaminar el documento, a editarlo, hacerlo claro y transparente para todo el mundo. Ya está listo y este año lo vamos a presentar”.
Fue una reedición del plan...
“Sí, respetando los acuerdos que se lograron con más de dos mil personas que se reunieron durante dos años a pensar ese documento”.
También está en revisión la Ley General de Cultura del 97, ¿qué “reedición” le espera en sus manos?
“Me gusta lo que decía Jesús Martín Barbero, aunque era irónico, que la Ley General de Cultura era una muy buena ley, pero seguía siendo una ley que tenía que ser reeditada, una ley para el siglo XX y no para el XXI. Él ya veía que la emergencia de todas las sensibilidades que aparecieron como derechos a través de la Constitución del 91 no se expresaban con un énfasis mucho más amplio e importante en esa ley. Estamos revisando cómo ha avanzado el sector, cuáles son esas sensibilidades LGBTIQ, indígenas, afro, palenqueros, raizales, del pueblo rom, que componen el país, las mujeres mismas, y qué cosas nuevas han aparecido. Hace 26 años, el tema de la inteligencia artificial ni siquiera estaba en los cálculos de la gente común y corriente, el tema digital no había atravesado este camino que nos ha conducido a la globalización de hoy. Estamos ante un mundo distinto, ante unas sensibilidades distintas de los jóvenes”.
¿Hay un énfasis en las juventudes?
“Tenemos que responderles a los jóvenes hoy en Colombia. Es el sector que se expresó de una manera libre y al que le agradezco. Este gobierno está aquí, en buena parte, por esos jóvenes inconformes, que en muchos casos supieron protestar de una manera que me quito el sombrero, pacífica, cultural. Llenaron las ciudades de música, de arte, de monumentos. Es una lección que uno tiene que aprender. Y esa ley tiene que expresar eso”.
¿Este año habrá nueva Ley General de Cultura?
“El equipo legislativo la está revisando. Vamos a hacer una propuesta pública y en julio, en la segunda legislatura de este año, la vamos a presentar, armonizando otras leyes, como la ley general del libro del 93, hecha por gentes y sensibilidades de los años 70 y 80. Hay que defender la ley del cine, que es una ley virtuosa, que ha ayudado a este país a pasar de producir 4 o 5 películas al año, a más de 60 el año pasado. Hay que examinar la ley de espectáculos públicos, porque es una muy buena ley, pero le traslada todos los recursos solo al teatro y consideramos que esa ley también tiene que incluir a los músicos”.
¿Hay un énfasis en los músicos?
“Los músicos son un sector muy importante para este gobierno, tengo un especial interés en que se les reconozca, porque son un sector olvidado. A quienes vimos en las calles durante la pandemia fue a los músicos y merecen respeto, así como nos sentimos orgullosos de los grupos que tocan afuera, o de los Karol G, o de los populares, o de Totó, también tenemos que atender a esa población que no tiene muchas veces ni en dónde hacerse. Esa ley hay que examinarla”.
También ha dicho que creará nuevos cargos...
“A través también de la Ley General de Cultura es necesario hacer dos cosas. La primera, volver a darle un orden institucional formal al Ministerio. Para eso vamos a crear más de 300 cargos. La Orquesta Sinfónica de Colombia la acabaron en el año 2003 de un plumazo. Y más de 250 músicos se quedaron en la calle. También voy a proponer la creación de 250 cargos para la Orquesta Sinfónica”.
Suena ambicioso, ¿qué tanto cree que va a lograr?
“No lo sé, pero son el tipo de enfoques y énfasis que quiero hacer. Y es decirle al país, lo que estamos haciendo es tratar de crear una estructura para que a los artistas, músicos, cineastas, gestores, sabedores, les quede una hoja de ruta, poner las herramientas con las que construir un mejor destino cultural en los 20 o 30 años que vienen por delante”.
Hablemos de cómo ha sido su relación con Medellín y Antioquia. Hay una frase recurrente en elecciones que afirma que “si Antioquia cambia, Colombia cambia”. En el discurso presidencial del cambio, ¿cómo piensa usted que Antioquia debe cambiar para que Colombia cambie?
“Tenemos que volver a imaginar quiénes somos como relato nacional, un relato en donde hay la preeminencia de un país andino sobre un país que llamamos en una época territorios nacionales, en otra la provincia. ¿Cómo imaginar a Antioquia desde otro lugar? No es solo el Valle de Aburrá, no es solo Medellín, y Medellín no es solo un grupo político con el que nosotros no estamos alineados. En Antioquia, en Medellín y en el Valle de Aburrá, hay decenas y miles de personas, de gestores, que responden a otro tipo de sensibilidades. Mal haría uno en seguir generalizando un solo tipo de Antioquia. Las generalizaciones han hecho mucho daño al relato nacional”.
Usted tiene ancestros antioqueños...
“Mi abuela es de un pueblo de Antioquia que se llama San Andrés de Cuerquia, asolado por la violencia. Yo provengo de esa historia también. Mi abuelo es de Medellín. Yo soy de apellido Correa. No solo hay una posibilidad de imaginar lo antioqueño o la antioqueñidad”.
¿En qué se concreta esa visión del cambio en Antioquia?
“Después de tratar de imaginar eso distinto y relacionándonos de otra manera, mi voluntad ya empezó, estoy trabajando un proyecto que quisiera defender públicamente. A raíz del estallido social, unos jóvenes se tomaron el Parque de los Deseos y en medio de las protestas crearon una biblioteca popular para leer y estudiar mientras protestaban. Cuando el Esmad los sacó, lo único que quedó en pie de los enfrentamientos, después de las pedreas y de los tiros, fue la biblioteca. Es decir, no era otra cosa que una mesa con libros. Es un espacio que sus líderes reivindican”.
Y termina en la vieja estación del ferrocarril que hay entre el Jardín Botánico y el Parque Norte...
“Que es un bien de interés cultural del Ministerio de Cultura. Ese proceso los enfrenta con el parque, la Alcaldía, y los sacan. Me acerqué al proceso y logramos recuperar el lugar. ¿Por qué no empezamos a imaginar que se pueden tramitar esas diferencias de otra manera? Les propuse, y es lo que quiero hacer con el país para proponer ese cambio cultural y volver a crear una confianza, que el Ministerio asumía la responsabilidad de entregarles ese bien como una prueba de confianza de un año. La Alcaldía amablemente cedió y sigue estando muy dispuesta a hacerlo”.
Un acto simbólico con unos actores sociales y en un lugar que dejó ver en la protesta profundas diferencias...
“Es una metáfora de lo que quisiera hacer: no quiero cerrar espacios, sino abrirlos. Ese tipo de relaciones con la Alcaldía de Medellín son muy importantes. Sus bibliotecas, La Casa de la Literatura, la Fiesta del Libro, el Museo de Arte Moderno, la Pascasia, Universo Centro, son muy importantes. Procesos que llevan muchos años. Hay proyectos culturales por defender en Medellín, más allá de cualquier rivalidad política”.
¿Y en relaciones con los municipios fuera de Medellín y el Valle de Aburrá?
“Hay que trabajar Antioquia municipalmente. Hay colectivos con los que ya lo estamos haciendo. Diego Tafur es uno de los líderes con quien nos hemos sentado. Con Comfama tenemos una conversación abierta para trabajar municipalmente”.
Para visualizar el futuro, dicen que es necesario mirar al pasado, en este caso al patrimonio. ¿Cuál es la política de este Ministerio en relación no solo con el patrimonio arqueológico y material, sino también con el inmaterial?
“El tema patrimonial es donde más tensiones hay en Colombia, paradójicamente”.
El pasado puede ser más problemático que el mismo presente...
“Hay tensiones muy grandes. Hay una lógica de pensar que los bienes muebles, las cosas, ese patrimonio, depende del Ministerio de Cultura y eso no es cierto. Quisiera decir a través de EL COLOMBIANO, a la gente y a los alcaldes de Antioquia y del país, que el patrimonio es parte de nuestra vida y, por tanto, tendríamos que defenderlo y atenderlo comunitariamente. No esperar a que llegue una partida del Ministerio para recuperar un bien y sacar pecho. Esas tensiones se tienen que resolver desde lo municipal y desde lo regional”.
Y ese patrimonio, ese pasado, hace parte del relato dominante como nación, del que hablamos previamente...
“Nos hemos contado una historia en donde se ha quedado por fuera buena parte del país. Mucha gente no tiene idea del país afro; de los Llanos Orientales y el río Meta, que a través de un puerto como Orocué podía haber sido uno de los grandes motores del desarrollo del país, con una salida mucho más rápida hacia Europa; de la Amazonía; de la ruta de comunicación que había en el siglo XIX entre Quibdó y el Caribe por el río Atrato. Este país no conoce quiénes son los indígenas, los pueblos originarios que sufrieron en los años de la vorágine”.
Hablemos de la conmemoración del centenario de la publicación de La vorágine, de José Eustasio Rivera...
“La vorágine es importante no por una efeméride literaria, sino por lo que representa y sigue representando cien años después. Fíjate que la cultura, la literatura, tiene que ver con nuestra vida, con nuestra geografía, con nuestra relación con la naturaleza. Eso es lo que quiero decir. Y por eso nuestra relación con el patrimonio y con la historia es muy importante”.
En relación con el patrimonio también está la disputa por lo que se debe hacer con el galeón San José...
“Hay una disputa que pasa por dos ideas. La primera, es que nosotros aún tenemos un pensamiento muy colonial. Creemos que hay tesoros que nos pertenecen. El galeón no es un tesoro, es un patrimonio arqueológico sumergido. Esta discusión empezó desde los años 80, desde la presidencia de Belisario Betancur, y es algo así como un mito urbano que ha crecido exponencialmente, que dice que con él se puede pagar la deuda externa, fantasías de la gente que necesita relatos para su vida, pero que no se corresponde con lo que queremos hacer”.
¿Qué quieren hacer?
“Decirle al país, ¿por qué la Armada colombiana no puede tener unos equipos de exploración submarina? Pero tiene que haber una inversión. Eso es lo que vamos a hacer. Una primera inversión, no solo para el galeón San José, tenemos múltiples hundimientos en todo el Caribe. Segundo, queremos mirar cómo al sacar una serie de piezas de distintas materialidades, que están sobre el lecho marino, se comportarían al llegar a la superficie. Y para eso queremos proponer un debate abierto ante todo el mundo, de quiénes están a favor y en contra de sacar ese pecio arqueológico. Aquí hay un gobierno que quiere mirar el tema desde un énfasis científico, antropológico, histórico. Y aprovechar eso para dejarle al país una capacidad de investigación instalada hacia el futuro”.
Un presupuesto récord para el sector
Este año cuenta con 1.4 billones de pesos, ¿cómo se priorizaron esos recursos?
“Un billón es para inversión y cuatrocientos y pico de mil son para funcionamiento. Tenemos seis grandes apuestas: formación artística y cultural, infraestructura, economía popular, patrimonio y territorios bioculturales, cultura de paz y Colombia el exterior”.
Llevar educación artística a los colegios del país es una de las apuestas más ambiciosas...
“Es la gran macrometa del gobierno. 360 mil millones de ese billón son para que este año 1.600 colegios del país estén dotados con instrumentos y profesores de música desde la primera infancia hasta el bachillerato. Un programa que se llama “Sonidos para la construcción de paz”.