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De silleteros a raperos, La ciudad de las fieras es Medellín

La película, que se estrena hoy, es una historia familiar sobre el encuentro de tradiciones.

  • Óscar Atehortúa, don Octavio, y Bryan Córdoba, Tato, son abuelo y nieto en La ciudad de las fieras, una película rodada entre Medellín y Santa Elena que habla sobre las herencias familiares y la rudeza de la ciudad. FOTOS CORTESÍA
    Óscar Atehortúa, don Octavio, y Bryan Córdoba, Tato, son abuelo y nieto en La ciudad de las fieras, una película rodada entre Medellín y Santa Elena que habla sobre las herencias familiares y la rudeza de la ciudad. FOTOS CORTESÍA
08 de septiembre de 2022
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Bryan Córdoba, el protagonista de La ciudad de las fieras, llama a su director, un poco en serio un poco en broma, don Henry. Se conocieron hace más o menos cuatro años, cuando Henry Rincón empezó a buscar al protagonista del guion que había escrito pensando en su segunda película, una historia sobre un joven rapero de Medellín que luego de la muerte de su madre queda solo y termina recurriendo a un abuelo que no sabía que tenía.

Tato, el personaje que interpreta Córdoba, llega a su historia familiar por accidente, pero luego se involucra en ella y se enfrenta a la disyuntiva de aceptar su herencia o seguir su camino. En la película se encuentran la tradición silletera del campo y la cultura urbana contemporánea encarnada en el rap.

Rincón empezó recorriendo las batallas de rap estilo libre que se hacen en los barrios para buscar a sus actores. “Me metí en esas batallas callejeras de improvisación, me anduve Medellín conociendo las problemáticas. Ahí fuimos encontrando los perfiles de los actores, en especial el Tato. Hicimos un llamado general, una selección en triadas por cada personaje y un proceso de formación con Duván Chavarría, que es un coach de actores, que más que enseñarles a actuar, les enseñó a conocer su cuerpo”.

La emoción cruda

Trabajar con actores naturales para el cine local es casi una decisión obvia para los realizadores, no porque no haya actores profesionales en la ciudad, de hecho las academias llegan a la sofisticación del título profesional, pero, a menudo, los realizadores sienten que quien ha vivido lo que va a representar lo transmite naturalmente. En el caso de La ciudad de las fieras era difícil que un actor tuviera la habilidad con las palabras y los gestos propios de un rapero, o la rudeza cándida de los campesinos, que son los roles protagonistas. El único actor profesional en el cartel es Héctor García, que ya había trabajado con Rincón en su primer largometraje Pasos de héroe (2016).

Trabajar con actores naturales no es tan fácil como parece pues, además de la formación actoral que reciben para el ya mencionado manejo del cuerpo, es necesario explicar cómo funciona un rodaje.

“Éramos como sus familiares porque debíamos explicarles la dinámica y todos los días nos preguntábamos si llegarían, por más de que les garantizáramos el transporte y la alimentación. Al principio no entendían muy bien qué estábamos haciendo, se cansaban y rodábamos seis días a la semana, entonces había que transmitir la disciplina de trabajo”, cuenta Ana María Mayo, quien asumió el reto de producir su primera ficción, luego de una amplia carrera trabajando en videoclips de la mano de 36 Grados.

Contraste cultural

Para los actores es una experiencia que tal vez no cambie su vocación, pero que seguro ha sido significativa. “Ojalá la reciban bien, pero ya está hecha, no cambia mucho lo que pase ahora”, dijo Córdoba con desparpajo en una función privada previa al estreno.

Para Rincón es definitivo: “Hacer una segunda película te pone a pensar qué puede suceder de aquí en adelante, si quedan ánimos para una tercera, porque uno le dedica ocho o cinco años de la vida a una película (con La ciudad de las fieras vamos para cinco años desde que escribí el guion), entonces piensas cuándo te va a llegar el cansancio”.

Más cuando la distribuidora logró ubicarlo en las salas más comerciales, viendo que la cinta puede tocar un público amplio, especialmente en Antioquia.

Tato es un rapero de freestyle, la representación absoluta de lo que es Medellín hoy, cada vez más identificada con la cultura de la música urbana en todos los niveles. Tanto en los barrios populares, que es de donde proviene y todavía se usa como herramienta para alejar a los jóvenes de la violencia, como en los estratos más altos y puntos turísticos, donde el fenómeno mundial del reguetón hace que cada vez se relacione más la ciudad con los beats y las rimas.

Don Octavio, su abuelo, es un silletero que está ad portas del retiro y no tiene a quién legarle su oficio, que en Santa Elena se pasa de generación en generación. A las flores del idílico pasado campesino las reemplazan “las fieras” que se deben guerrear día a día la supervivencia en una ciudad que no deja de ser hostil. Este encuentro de tradiciones promete tocar las fibras de los antioqueños, pero la historia de los personajes, que está inspirada en la vida de Henry y una conversación que quedó pendiente con su abuelo, es una cuestión humana, que puede llegar a cualquiera que haya sentido el peso de sus antepasados y la necesidad de buscar su camino.

Medellín es “la ciudad de las fieras, no por la violencia arraigada que tenemos, sino porque cada uno está intentando sobrevivir como puede”, concluye Rincón

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