Bryan Córdoba, el protagonista de La ciudad de las fieras, llama a su director, un poco en serio un poco en broma, don Henry. Se conocieron hace más o menos cuatro años, cuando Henry Rincón empezó a buscar al protagonista del guion que había escrito pensando en su segunda película, una historia sobre un joven rapero de Medellín que luego de la muerte de su madre queda solo y termina recurriendo a un abuelo que no sabía que tenía.
Tato, el personaje que interpreta Córdoba, llega a su historia familiar por accidente, pero luego se involucra en ella y se enfrenta a la disyuntiva de aceptar su herencia o seguir su camino. En la película se encuentran la tradición silletera del campo y la cultura urbana contemporánea encarnada en el rap.
Rincón empezó recorriendo las batallas de rap estilo libre que se hacen en los barrios para buscar a sus actores. “Me metí en esas batallas callejeras de improvisación, me anduve Medellín conociendo las problemáticas. Ahí fuimos encontrando los perfiles de los actores, en especial el Tato. Hicimos un llamado general, una selección en triadas por cada personaje y un proceso de formación con Duván Chavarría, que es un coach de actores, que más que enseñarles a actuar, les enseñó a conocer su cuerpo”.
La emoción cruda
Trabajar con actores naturales para el cine local es casi una decisión obvia para los realizadores, no porque no haya actores profesionales en la ciudad, de hecho las academias llegan a la sofisticación del título profesional, pero, a menudo, los realizadores sienten que quien ha vivido lo que va a representar lo transmite naturalmente. En el caso de La ciudad de las fieras era difícil que un actor tuviera la habilidad con las palabras y los gestos propios de un rapero, o la rudeza cándida de los campesinos, que son los roles protagonistas. El único actor profesional en el cartel es Héctor García, que ya había trabajado con Rincón en su primer largometraje Pasos de héroe (2016).
Trabajar con actores naturales no es tan fácil como parece pues, además de la formación actoral que reciben para el ya mencionado manejo del cuerpo, es necesario explicar cómo funciona un rodaje.
“Éramos como sus familiares porque debíamos explicarles la dinámica y todos los días nos preguntábamos si llegarían, por más de que les garantizáramos el transporte y la alimentación. Al principio no entendían muy bien qué estábamos haciendo, se cansaban y rodábamos seis días a la semana, entonces había que transmitir la disciplina de trabajo”, cuenta Ana María Mayo, quien asumió el reto de producir su primera ficción, luego de una amplia carrera trabajando en videoclips de la mano de 36 Grados.