Bien vistas las cosas era muy difícil que de la convivencia entre los dibujantes Ángela Pérez y Carlos Andrés Martínez Hoyos no surgiera una publicación. En calidad de roomies de un apartamento ubicado por el sector del Estadio, ambos dibujantes crearon Voltaje, una publicación con toda la pinta y el espíritu de las revistas de cómic publicadas en los noventa. Gelatina –ella– y Casetera –él– están en esto del cómic desde 2015 y desde entonces, por caminos distintos, se han hecho un lugar en el circuito antioqueño de la historieta.
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Casetera es una celebridad en las redes sociales mientras Gelatina ha afianzado un nombre en el mundo de los fanzines gracias a Mapache cómics, un editorial que publica tirajes pequeños de novelas gráficas. Aunque de temperamentos distintos, han sabido juntarse para la edición de una revista que reúne los trazos y las viñetas de 19 autores radicados en Colombia.
En el balcón de su apartamento, Gelatina y Casetera recuerdan que llegaron al nombre de la revista después de hacer un listado de opciones. Quisieron que se tratara de una sola palabra, que fuera fácil de recordar y tuviera un fuerte acento de la calle. Así, tras descartar otras, llegaron al vocablo voltaje, que en el lenguaje popular se utiliza para hablar de las cosas potentes. Luego, se contactaron con autores colombianos de cómic y les invitaron a enviar dos páginas de sus dibujos, con la indicación de que debería tener algún ingrediente de humor. No todas las historietas son humorísticas, pero los autores convocados sí respondieron a la invitación de los colegas. Ese espíritu colaborativo suele ser la norma en el mundo del cómic, al menos así lo parece desde afuera. “El objetivo de esta publicación es el de hacer visible el cómic nacional”, dice Casetera.
En la mesa en la que hacemos la entrevista está, en un lugar visible, el primer número de Voltaje. También hay una muestra de los trabajos individuales de Casetera y Gelatina. De él hay números de Mazamorry, un fanzine con cómics humorísticos, mientras de ella hay varios libros. Hay una novela gráfica que explora el registro de la comedia romántica, pero en una clave alternativa. La historia versa sobre una chica que se enamora de una masita –sí, piense en una plastilina o una sustancia similar–. Les pregunto cómo se conocieron y la respuesta remite a los escenarios de socialización de estos tiempos: las redes sociales. “Conocí el trabajo de Casetera porque vi en Instagram el cómic que él hizo respondiendo a la pregunta que pasaría si Gokú fuera paisa”, dice. Los temas y los estilos de dibujo de ambos son distintos, pero los une el interés por el cómic, algo que ambos contrajeron en la infancia leyendo la prensa.
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Por eso editan una revista. Al conocer el arte que les da de comer y otorga sentido a sus vidas en las páginas de los periódicos o de los libros tienen una particular conexión con los soportes físicos. Claro, cada uno tiene cuenta en redes sociales y en ella comparten sus dibujos, pero eso no le resta un ápice al romanticismo de imprimir fanzines, revistas, libros de pequeños tirajes. Tan es así que han hecho tres presentaciones de la revista, en deferentes librerías y espacios culturales de Medellín. “La gente ha ido a los eventos y alguna compra la revista”, dice Casetera. Voltaje tiene un precio comercial de treinta mil pesos. La gente puede comprarla en la librería Grammata o enviar un mensaje a las cuentas de Instagram de sus gestores para solicitar un ejemplar. “Con la plata que consigamos vamos a publicar el segundo número, que tendrá otros autores y temática”.
Al final de la entrevista, Casetera y Gelatina hablan de sus respectivos ideales políticos y artísticos. También cuentan que él consigue su sustento de los ejemplares de Mazamorry, que vende en las ferias locales y nacionales. Ella, por su parte, tiene un trabajo por fuera del mundo del cómic, algo más de oficina. “Ojalá ella se pudiera dedicar al cómic: es muy talantosa”, dice Casetera. Más allá de estas cosas de la vida diaria, lo cierto es que esta Voltaje hace parte de una centenaria tradición colombiana de publicaciones de cómic, que comenzó con Mojicón, de Adolfo Samper. “Este año se cumplen cien años de ese cómic”, puntualiza Casetera.