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¿Ganarse un Oscar es tan importante como dicen?

Además de la estatuilla de 3,85 kilos y los aplausos, hay contratos millonarios en juego. Esto significa este premio.

  • Leonardo DiCaprio se demoró 27 años para ganar su primer Oscar. Lo hizo en 2016 como Mejor actor por El renacido. FOTO AFP
    Leonardo DiCaprio se demoró 27 años para ganar su primer Oscar. Lo hizo en 2016 como Mejor actor por El renacido. FOTO AFP
08 de febrero de 2020
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estatuillas doradas se han entregado hasta la fecha en las 91 ediciones realizadas.

Charlize Theron ganó en 2003 su primer y hasta ahora único Oscar. Tenía 28 años y una corta carrera en el cine hasta que ese premio, como actriz principal por Monster: Asesina en serie, le dio un giro a su trayectoria .

Según le contó a la publicación Entertainment Tonight, la lucha por conseguir un papel dejó de ser intensa y “surgieron más oportunidades para salir de la zona de confort y hacer cosas que tal vez no esperaba”.

Caso contrario sucedió con la actriz Mo’Nique, quien fue honrada como mejor actriz de reparto por el filme Precious en 2010. Desde esa fecha hasta hoy solo ha hecho 4 películas. A lo mejor usted ni la recuerda.

Ganar este trofeo puede servir en términos prácticos para cobrar más, escoger mejor los papeles y no hacer audiciones, “pero no le garantiza a quien lo obtenga que a partir de ese momento va a ser la octava maravilla, no lo creo. Se dan casos, pero no es una regla”, explica el periodista de CNN en español Juan Carlos Arciniegas, quien lleva cerca de 20 años cubriendo el tema en Hollywood.

¿Qué gana quien lo gana?

Un ejemplo lo da Rafa Sarmiento, el comentarista de la ceremonia que se verá este domingo a partir de las 8:00 de la noche por TNT. Hace varios años entrevistó a Jamie Foxx luego de haber sido galardonado como Mejor actor por Ray, y le preguntó en qué había cambiado su vida. Su respuesta fue: “Ganarlo aumentó las cifras en los cheques”.

Al obtener este premio un actor o director no recibe dinero, ese viene después. “Son personajes a los que las marcas de moda y de objetos de lujo los empiezan a llamar para sus campañas publicitarias. Genera visibilidad”, explica Gloria Isabel Gómez Ceballos, realizadora independiente y docente de narrativa audiovisual y cine de la Universidad de Antioquia.

Y remata Sarmiento sobre este punto: “Te pone una posición diferente para negociar, para escoger tus proyectos, con quién quieres trabajar, te dan un poco más de voz a la hora de opinar cuando se están desarrollando ideas”.

Es un tema en el que se mueve además el orgullo propio, agrega Arciniegas. “Esto hace que entre ellos se den una palmadita en la espalda y se digan ‘hiciste un buen trabajo’. Así siguen alimentando el ego tan grande que tienen las estrellas de cine”.

Ahora bien, hay actores que no han necesitado ganarlo para consolidar una carrera, es el caso del recientemente fallecido Kirk Douglas. Pese a las tres nominaciones, nunca obtuvo uno, salvo uno honorífico. Otro ejemplo es la reconocida Glenn Close, que no tiene ni uno. Leonardo DiCaprio ganó el primero en 2016, después de 27 años de carrera.

Otros que celebran

Usualmente los premiados más visibles son los actores, pero anota Gómez Ceballos que eso apalanca a las otras profesiones: “Si yo soy un músico y consigo este reconocimiento es bastante probable que los productores me contacten para hacer más películas. Es algo relevante en este tipo de galardones y reconoce el arduo trabajo de los profesionales de la industria”.

¿Y qué tan importante es ser nominado? Arciniegas responde que es valioso, pero que no cree que estar entre las cinco personas que aspiren a la estatuilla le pueda cambiar la carrera a alguien. Sarmiento añade que puede generar un plus, “y por algo en los anuncios de las películas aparece la frase: Con el tres veces nominado al Oscar fulano de tal, eso también abre puertas”.

¿Qué hay detrás?

El periodista de CNN precisa que hay bastante subjetividad a la hora de escoger los ganadores, “al final impera el gusto personal de cada uno de los 8.469 votantes y la cinta que una persona considera la mejor del año puede ser esa que a otro le parece malísima”.

Destaca que hay puntos que no son lo que un cinéfilo puede imaginar. Compara el proceso de nominación y votación de los Oscar como una campaña electoral en la que se ve lobby (grupo de personas influyentes organizado para presionar en favor de determinados intereses), campañas publicitarias y de relaciones públicas.

La realizadora Gómez Ceballos detalla que cuando nominaron a Mejor cinta extranjera a El abrazo de la serpiente entendió la importancia de tener un presupuesto para estos rubros. “Es que son cinco largometrajes nominados y si yo soy uno de ellos debo garantizar que la mayoría de los votantes me vean porque si no me ven, no van a votar por mí. No es solo mandar un enlace a una base de datos sino un paquete de prensa, poner vallas publicitarias y así”.

Juan Carlos Arciniegas recuerda que el año pasado, en Los Ángeles (dónde se concentran la mayoría de votantes) “en cinco cuadras había seis vallas publicitarias de la película Roma de Alfonso Cuarón”, además de las revistas que tenían en su portada a Yalitza Aparicio, la protagonista (Vogue, Hola, Vanity Fair y otras más). Roma no ganó como Mejor película. Entonces, ¿no sirvió la inversión?

Coinciden los expertos que a la hora de votar hay varios asuntos que influyen. Lo primero es si vio las nominadas en las categorías en las que puede votar, “otra cosa es la familiaridad que sienta al ver determinada película o actuación porque ha visto mucha publicidad y ha leído varias publicaciones de prensa”, dice Arciniegas.

Un punto adicional son los galardones previos, “a la gente se le olvida que, por ejemplo, Parásito fue la triunfadora del Festival de Canes, en Francia, y eso pesa, así como pesan las controversias –un caso actual es el tema Netflix–. Un votante se puede dejar llevar por eso. Al final, ¿gana siempre quien tiene los méritos artísticos? En ocasiones no”, detalla Arciniegas.

La docente de la Universidad de Antioquia cuenta que en la categoría de mejor actor se tiene en cuenta la transformación física a la hora de interpretar el papel “y eso influye mucho en el votante”. Dos ejemplos son los actores Jared Leto y Matthew McConaughey, quienes rebajaron 20 y 23 kilos respectivamente para sus papeles en El club de los desahuciados. Ambos ganaron en 2013.

Otro punto que genera aún más confusión es el sistema de votación de la categoría más importante, la de Mejor Película, detalla Arciniegas que es “tan complicado como las elecciones de Estados Unidos”. Si entre las nueve nominadas este año una recibe más del 50 % de la votación gana como Mejor película, si no lo consigue empieza el embrollo.

Detalla el portal Empire Online, el sitio web de una de las revistas de cine más leídas en el Reino Unido, que como cada votante le dio un orden a las nueve cintas (la primera es la que considera ganadora y sigue hacia abajo), se elimina la que obtuvo menos votos y esos se le redistribuyen a la que puso en segundo lugar, “si después de eso una película ya suma más 50 % de los votos o más, es la vencedora, si no se repite el proceso. Es que no es ni fácil de explicar”, indica Arciniegas que añade que eso trae sorpresas “como la de 2019 con Greenbook. Es un pecado que haya ganado como Mejor película, no era la mejor”.

Rafa Sarmiento recuerda que es otorgado por personas y no por máquinas ecuánimes. “Sí, seguramente hay intereses y preferencias. En más de noventa años se han cometido un montón de injusticias” (ver protagonistas).

Los más famosos

Concluye la columnista y crítica de cine Martha Ligia Parra que los Oscar son los galardones más mediáticos del cine, “los que generan mayor espacio e interés en los medios de comunicación y parte obligada de la agenda. Un espectáculo de autocelebración de la industria”.

Y Jerónimo Rivera, docente e investigador de la Universidad de La Sabana, indica que hay que darles la verdadera dimensión ya que “son reconocimientos para la industria estadounidense, pero no son los más representativos para el público cinéfilo. Hay otros”.

Cada país ha consolidado los suyos: Bafta en Londres o Goya en España. “Además, están los grandes festivales que tienen procesos de curaduría más rigurosos (Cannes, Berlín, Venecia y San Sebastián)”, agrega Rivera.

Incluso directores como el español Luis Buñuel –que obtuvo el Oscar en 1972 a Mejor película extranjera por El discreto encanto de la burguesía– los han despreciado. El cineasta surrealista no asistió a la ceremonia y, en el libro A Companion to Luis Bunuel (2013), los describió como “los premios más miserables de todos. Aún rechazando la estatuilla, usted no puede liberarse de su influencia corrupta. Yo no iría a Hollywood por nada del mundo ni tendría uno en mi hogar”. Es, quizás, uno de los pocos que se ha dado el lujo de no llevarse un Oscar a casa.

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