Cuando tenía 43 años, el pintor Paul Gauguin se fue de Marsella, Francia, a bordo de un barco con destino a Tahití, Polinesia. Ese viaje a otra civilización fue no solo físico sino intelectual y estético, iba en la búsqueda de su estilo y los temas de su pintura.
Esto es lo que cuenta el documental Gauguin en Tahití. El paraíso perdido, en salas de Cine Colombia hasta el domingo, sobre la vida y obra del artista francés post-impresionista de finales del siglo XIX.
También es la historia de un fracaso. “Gauguin no pudo liberarse de sus orígenes, ambiciones y privilegios del hombre moderno... Era un ciudadano de un poder colonial: pintaba entre palmeras, pero sus pensamientos estaban dirigidos a las personas de Occidente”, dice un comunicado.
El creador y guionista del largometraje, el italiano Matteo Moneta, habla sobre la construcción de esta biografía.
Hay varios lugares y personajes, ¿cómo llegaron a ellos?
“Estudiando libros y catálogos para saber mejor sobre su trabajo. Una de las líneas fue sobre sus cartas y escritos autobiográficos, como Noa Noa, diario de Tahití. Luego hicimos una investigación de campo, especialmente en la Polinesia Francesa”.
¿Qué más había en esa correspondencia?
“Se puede ver qué tan difícil fue su vida por fuera, sus condiciones paupérrimas y, al mismo tiempo, la mirada poética que descubrió en el paisaje. Las cartas me ayudaron a hacerme una idea de cómo vivía”.
¿Y cómo eligieron las locaciones del documental?
“El pintor gastó parte de su vida viajando por el mundo: Martinica, Panamá, Perú. Quisimos mezclar estos trayectos con su propuesta artística. Por ejemplo, grabamos en Bretaña, Francia, el primer lugar donde empezó su investigación sobre el paisaje primitivo y el folclor”.
¿Por qué cree que es un pintor relevante hoy?