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El genio que compuso música

Se celebran 250 años del nacimiento de Ludwig Van Beethoven, considerado un prodigio. Una vida difícil.

  • ilustración sstock
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16 de diciembre de 2020
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Tenía las notas en la sangre, y eso lo hizo un genio, a pesar de que Ludwig van Beethoven padeció varias afecciones que hicieron de su vida un “interminable sufrimiento”, como escribió en un testamento a los 32 años. El compositor (1770 - 1887) sufrió de síndrome del intestino irritable, diarrea violenta, enfermedad de Whipple, depresión crónica, envenenamiento de mercurio e hipocondriasis, señala el documental Diseccionando a Beethoven. Su aspecto y comportamiento no parecían el destello de un genio: “Era desarrapado, grosero, malgenio, intolerante, solitario, recorría con sus manos atrás su levita raída, un sombrero deformado y una vez fue capturado porque creían que era un vagabundo”, comenta el director de orquesta Alberto Correa Cadavid.

El talento era heredado: su abuelo y padre, Ludwig y Johann Beethoven, eran músicos de mediano renombre en la ciudad de Bonn, Alemania. Y tenía la conciencia que la música debía ser perfecta. “Pulía cada compás hasta la perfección, o le surgía un verso como a los poetas y lo pulía hasta que le salía perfecto. Mozart se iba a un parque y escribía una obra sin un solo error en 20 minutos. Beethoven se demoraba hasta 2 años para componer una sinfonía. Era una lucha contra el destino”, comenta el maestro Correa, con mas de 70 años de carrera y 3.500 conciertos, muchos de ellos de Beethoven.

Beethoven no se destacó por cantidad: “solo” compuso 9 sinfonías, 5 conciertos para piano, uno para violín, 16 cuartetos de cuerdas, 32 sonatas para piano, 8 sonatas para violín y piano, una ópera, dos misas, un oratorio y unos cuantos corales: “No fue el exceso, sino que esa música era perfecta, aún la que era para descansar, las bagatelas como Para Elisa, son obras en las que no hay un solo daño”, relata con emoción el maestro Correa, quien ha dirigido varias de sus piezas durante décadas.

A nivel formal hizo una rebelión contra la misma música: “Dejó la música perfecta del clasisismo, que a los cuatro compases cambia de tonalidad, y también las orquestas pequeñas y sinfonías de 20 minutos. En 1803, con La Heroica hizo un cambio total y dijo: la música es pasión, lo que haya que decir con los instrumentos que haya que decirlos y durante el tiempo que se necesite. En consecuencia engrandeció la orquesta, los primeros movimientos los hizo gigantescos y tenemos la génesis de la música romántica que le siguió y que permanece hasta ahora”, relata Correa.

El maestro italiano Antonio Miscenà, director general del Cartagena Festival Internacional de Música, donde se han dedicado varias ediciones al compositor alemán, destaca que Beethoven evolucionó la forma sonata, la principal del periodo clásico (como Haydn y sobre todo Mozart). “Escribió 32 sonatas fundamentales para la historia de la música y todos los pianistas. En ellas está el periodo clásico, romántico y va mucho más allá. Igualmente las sinfonías son un pilar fundamental en toda la música occidental”.

Finalmente, añade que sería imposible estudiar música sin pasar por Beethoven.

Quedarse sin oír

En una carta conocida como el Testamento de Heiligenstadt, que había escrito a sus 32 años, hablaba de terminar su agobiante sufrimiento y recibía con alegría la muerte, luego de una larga enfermedad. El manuscrito da cuenta cinco años atrás del inicio de su pérdida auditiva gradual. Se cree que esto empezó a los 27 años, en un degeneramiento progresivo que duró cerca de 25 y 30 años.

“La pregunta que uno se hace es cómo le puede dar sordera a un músico, cuyo sentido de la escucha es el más importante”, se pregunta el maestro Correa. Beethoven no lo necesitaba (tampoco Mozart), componía por dentro y luego llevaba al piano lo que imaginaba, responde él.

Sin límites

Tres años antes de morir, en mayo 7 de 1824, interpretó para la aristocracia vienesa en el Teatro Imperial el estreno de la Novena Sinfonía, una de sus obras más recordadas.

Hay varias versiones del día del lanzamiento de su obra, como estas que se cuentan en The Ninth Symphony, de David Benjamin Levy (2003): desde hacía 12 años el compositor y director no había aparecido en el escenario dirigiendo una de sus piezas, estaba frente a una de las más grandes orquestas para entonces reunida en un espectáculo con algo único en su momento, los coros. De espaldas al público dirigió con una pasión agitada, eludiendo su sordera y agitando sus brazos que confiaban en sus ojos y su música interior la precisión del compás. Siguió moviéndose hasta que uno de los solistas le dijo que debía darse la vuelta porque el público estaba aplaudiendo.

La otra versión es similar, cambia que tenía un maestro de batuta en la dirección al que Beethoven acompañó (no dirigía directamente). Al igual que la otra ovación estruendosa al final de la obra, pero el genio de Bonn no escuchó y continuó frente al coro y la orquesta hasta que un músico le dio la vuelta para que viera lo que sus oídos no escuchaban.

Para el director musical Robin O´Neill, autor de varios arreglos de Beethoven para el ensamble de cámara de Filarmed, hay una buena razón por la que la gente sigue escuchando la música de Beethoven casi 200 años después de su muerte: “Habla de nuestras emociones más profundas y sentidas. Por encima de todo, en mi opinión, el ejemplo de Beethoven nos da valor para vivir la vida al máximo con compasión, amor, energía y humor. Beethoven siempre es real. No hay nada falso en él o en su música”.

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