Cuéntale a Dios tus planes —reza un refrán judío— y lo verás reír. Después de seis meses sin actividades presenciales los museos, los teatros de gran formato y otros actores de la cultura anhelaban fundirse en el gran abrazo de la reactivación. María Patricia Marín Arango, directora del Teatro Metropolitano José Gutiérrez Gómez, soñaba “con que al abrir las puertas iban a faltar sillas por la asistencia de la gente”. Las cosas no fueron así. El lento regreso de los visitantes, los gastos operacionales de las aperturas y, en algunos casos, la insuficiente ayuda del Estado siembran en las bocas de muchos gestores artísticos las palabras déficit, dificultad financiera y aforos reducidos.
Entre las múltiples secuelas sociales de la covid-19 una muy importante fue el cambio transitorio de óptica para leer los procesos culturales. En la rudeza de los meses de encierro, la comunidad sintió el respaldo de las artes: echando mano de las herramientas digitales, compañías de teatro, colectivos de poetas, orquestas de distintos géneros subieron sus contenidos a la web, casi siempre de libre acceso. De cierta manera, las letras, los acordes y los colores suavizaron el peso de un período insólito. Sin embargo, con el relajamiento de las restricciones y el avance de los planes de vacunas, la normalidad llegó a muchos sectores productivos. El mundo retomó su ritmo: los estadios, las discotecas, los restaurantes se llenaron en un santiamén. “La atención y el interés de la gente por lo online se redujo”, afirma María Mercedes González, directora del Museo de Arte Moderno de Medellín (Mamm).
La gratuidad tuvo un efecto imprevisto: se echó por la borda el trabajo de una década del sector para acostumbrar a los medellinenses de clase media a comprar la entrada al concierto o al estreno de una obra. “Se olvidó la importancia de pagar por una boleta, el valor de lo que nosotros producimos y lo costoso que es tener una orquesta”, dice categórica María Catalina Prieto, directora ejecutiva de la Orquesta Filarmónica de Medellín. Las personas, en efecto, se acostumbraron a sentarse en familia o con amigos frente a una pantalla. En el camino se perdió el cosquilleo estético de aplaudir en un auditorio tras los compases finales de la sinfonía o las palabras de cierre del acto dramatúrgico. “Ahora nos cuesta más toda la logística que implica desplazarnos, se nos olvidó la emoción cuando estamos en contacto con las artes vivas”, completa Marín Arango.
Tal comportamiento soslaya una idea básica: el arte y las expresiones del espíritu no brotan de la nada, para su florecimiento se necesita una estructura que les dé permanencia. Ir en exclusiva a los eventos gratuitos contribuye poco a la salud de los bolsillos de las organizaciones privadas sin ánimo de lucro dedicadas a ofrecer caminos distintos para emplear el tiempo de ocio. “Si hacemos un evento gratuito se nos llena el lugar, pero cuando hacemos eventos con boletería tenemos aforos menores a los esperados y menores a los logrados en 2019”, sostiene Prieto. Algo muy parecido se percibe en los corredores y salas del Museo de Antioquia: en 2019 en una jornada cualquiera recibía entre 750 a 800 turistas y locales. “Hoy la cifra es de 210, 200, 220. En los días muy buenos asciende a 340”, cuenta María del Rosario Escobar Pareja, directora general de la entidad. Es decir, las taquillas extraordinarias de 2021 no llegan ni a la mitad de las normales en 2019. En resumen, creció la práctica de solo asistir a eventos culturales subsidiados.
Danza de números
Las contingencias de la pandemia golpearon con fuerza la cartera de los gremios culturales: sus movimientos económicos frenaron en seco en marzo y reanudaron a media marcha en septiembre de 2020. Por ejemplo, las entradas propias de museos y teatros —alquiler, parqueaderos, boletería y venta en tiendas— se desplomaron. En el Mamm, el monto significó el 39 % en 2019 —$2.800 millones— de los ingresos totales. En 2020 apenas se reunieron $922 millones y se vaticina reunir $1.700 millones en 2021. Esto es $1.000 millones por debajo de la capacidad del museo antes de la covid-19. Con estas cuantías en mente se entiende el desasosiego de González cuando expresa que “realmente, para el sector cultural, no ha existido la reactivación. Dada su fragilidad no la ha experimentado”. El Museo de Antioquia también padece la estrechez. Las operaciones comerciales previas a la crisis sanitaria ascendieron a los $12.000 millones. 2020 trajo consigo apenas $7.000 millones. Y la incógnita se dibuja en el balance de 2021. El aprieto lo sintetiza con sencillez Escobar Pareja: “Las cifras complejas corresponden a una contexto de dificultades grandes en la gestión de recursos”. Ambos Museos contaron con el respaldo del programa Formación de Públicos, estrategia de la Alcaldía de Medellín, para hacer posible el consumo cultural de los estratos uno, dos y tres. No obstante, el Ministerio de Cultura los defraudó al otorgar solo la mitad de los aportes dados en 2020.
Por su parte, Filarmed no presentó número rojos ni en 2020 ni en 2021. “Hemos sido una organización afortunada, gracias a los músicos y al personal administrativo pudimos diversificar nuestro portafolio”, indica Prieto. Asimismo las alianzas dentro del mundo cultural ayudaron a conquistar el punto de equilibrio: sus presentaciones en los teatros Pablo Tobón, Universidad de Medellín y Metropolitano “en la gran mayoría de las veces se ajustan a acuerdos de coproducción o se aplican tarifas reducidas. Ha sido algo bueno que nos dejó la pandemia: podernos unir”, concluye. Una realidad distinta padece el Teatro Metropolitano: su déficit actual suma $400 millones, la quinta parte de presupuesto en tiempos de maniobra reducida. “Este es un año deficitario para nosotros. Ya es un año que genera una alerta”, apunta Marín Arango.
¿Y el futuro?
2021 no cerró las fisuras económicas del año anterior. Muy por el contrario, las ensanchó. La fría respuesta de la ciudadanía y la incertidumbre sobre los convenios con el Estado pronostican borrasca. Casi todas las fuentes entrevistadas dejaron oír su inquietud por el corto calendario antes de la Ley de Garantías. El 29 de enero entrará en vigencia y aún no hay una senda clara respecto al programa de Formación de Públicos, según las instituciones consultadas. Sin la firma de este las finanzas de museos, parques y teatros entrarían en UCI. El 21 de octubre ocho entidades culturales partícipes del proyecto le enviaron a Álvaro Osmar Narváez, secretario de Cultura Ciudadana, una carta en agradecimiento por una reunión celebrada el 8 de octubre y pidiéndole una nueva para “tener mayores conclusiones y rutas de trabajo”. Uno de los firmantes indicó que no han recibido respuesta ni se ha programado el nuevo encuentro.
A pesar del apoyo de la empresa privada, los grupos y empresas culturales echaron de menos el apoyo decidido del Ministerio de Cultura y de la Alcaldía de Medellín. “Frente a una situación tan atípica pudo existir una respuesta más contundente de parte de la Secretaría de Cultura. El empujón definitivo lo necesitábamos del sector público”, opina Marín Arango. La postura la comparte Escobar Pareja al referirse al tema de la tan mentada reactivación cultural: “Lamentablemente ese tema no ha tenido eco en las agendas de la Secretaría y del Ministerio de Cultura”.
Por supuesto, los habitantes de Medellín no pueden pasar de largo ante el dilema. “El público debe recordar quienes los acompañaron en la soledad de la pandemia”, dice Prieto. Lo confirma González: “El contacto con el museo es irremplazable y muy difícil de traducir al escenario virtual. Necesitamos el retorno de la gente”. De no haber un despertar de la ciudadanía y de los gobiernos local y nacional, los escenarios de vida y arte de la capital antioqueña atravesarán épocas difíciles, críticas. Le corresponde a la sociedad entera devolver el abrazo a músicos, pintores, poetas, escultores. Además, cobijar a los museos, orquestas, teatros, librerías, parques. Sin ellos y sin estos la estancia en la ciudad sería mucho más agreste, menos amable.
Al fin y al cabo el arte rompe las rutinas, ofrece nuevas perspectivas para enfocar el mundo y teje vínculos comunitarios de tolerancia y empatía.
Nota
El COLOMBIANO trató, de nuevo, conversar con Álvaro Osmar Narváez, secretario de Cultura Ciudadana de la Alcaldía de Medellín. La primera reacción fue la de aceptar la entrevista: se pidieron las preguntas por escrito. Se enviaron al mail del funcionario y de su jefe de prensa. Luego, el jueves se programó una cita el sábado a las nueve y media de la mañana en el Centro Cultural Vásquez.
El viernes en la noche cancelaron el encuentro debido a razones de agenda y prometieron responder por escrito las inquietudes. Al cierre de la edición, eso no había pasado. Ojalá ese diálogo se dé: tenemos numerosas preguntas para el secretario y sus asesores.