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El Águila Descalza cumple 45 años, ¡a celebrar con Carlos Mario y Cristina!

La celebración se extenderá a lo largo del año, en medio de la temporada de su nueva obra “Clase Mela”, con la que están de gira por el país y Estados Unidos.

  • La historia del Águila Descalza está contada en primera persona por Carlos Mario y Cristina en el libo ¡Mucha gracia! FOTO Esneyder Gutiérrez
    La historia del Águila Descalza está contada en primera persona por Carlos Mario y Cristina en el libo ¡Mucha gracia! FOTO Esneyder Gutiérrez
  • Además del teatro, Cristina ha escrito varios libros de poemas. FOTO Camilo Suárez
    Además del teatro, Cristina ha escrito varios libros de poemas. FOTO Camilo Suárez
  • El Águila Descalza está trabajando en la creación de un museo que incluirá todo su archivo. FOTO Esneyder Gutiérrez
    El Águila Descalza está trabajando en la creación de un museo que incluirá todo su archivo. FOTO Esneyder Gutiérrez
23 de marzo de 2025
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Carlos Mario Aguirre recuerda pararse en el balcón de la casa del barrio Laureles, la segunda sede del teatro, y gritar a los transeúntes que allí se hacía teatro todos los días. Era 1985 y ni él ni Cristina Toro sospechaban que apenas un año después pasarían de esa pequeña sala a los tumultos y el furor que trajo el estreno de País paisa.

Contexto: El Águila Descalza celebra 40 años de humor con gira nacional de su obra Clase Mela

En el teatro estaba todo por hacer y ellos lo hicieron todo: atraer y formar el público, desarrollar una dramaturgia propia y hacer del teatro una profesión, algo de lo que se pudiera vivir.

En una de las épocas más difíciles de la ciudad, el Águila Descalza alzó vuelo en pleno reinado del Cartel de Medellín. Cuando todo era violencia y caos, Carlos Mario y Cristina crearon con sus obras un espacio para la reflexión, para pensarnos distinto.

Cuarenta años después de haberse metido de lleno en el mundo del teatro, la pareja hace un repaso por su carrera, una oportunidad para hablar sobre su proceso creativo y los recuerdos de una generación que sentó las bases para la aparición de un teatro profesional. EL COLOMBIANO habló con ellos.

¿Cómo va la celebración de los 45 años?

Cristina: “Con presentaciones y complacidos con seguir batiendo récords de asistencia. Este año, por primera vez, nos atrevimos a ir no una sino dos semanas a Manizales, Pereira y Cali, estábamos con la expectativa de qué iba a pasar y en Manizales como en Pereira se agotaron las seis funciones y son teatros muy grandes, de más de mil personas”.

¿A qué creen que se debe?

Cristina: “Hemos trabajado 40 años y estamos recogiendo lo que hemos sembrado. Ya en este momento podemos ver en la sala varias generaciones juntas”.

También se han convertido en referentes de nuevas generaciones de actores y humoristas...

Cristina: “Hemos dejado una huella y eso nos complace mucho de verdad. Mucha gente de las nuevas generaciones admite esa influencia, ese referente porque cuando nosotros empezamos a hacer teatro juntos en 1985 yo venía de hacer una investigación para mi semestre de práctica de Eafit en 1982 sobre el panorama teatral de Medellín en ese año, y en esa época no había un sólo grupo profesional, había gente con ganas de ser profesional, pero tenían que ser profesores, trabajar en cualquier cosa y hacer teatro por nada, a cambio de ningún pago, la gente no pagaba boletería”.

Todavía sigue siendo difícil...

Cristina: “Sí, pero el panorama era muchísimo más inhóspito en esa época”.

¿Por qué insistieron en hacer teatro?

Cristina: “Yo siempre decía, la gente no vive del teatro y eso es un círculo vicioso. Como se supone que no vive del teatro, entonces tiene que vivir de otra cosa, entonces como vive de otra cosa no vive del teatro, entonces la decisión fue morir del teatro, y nadie se murió, aquí estamos, no nos hemos muerto, pero la decisión fue, no quiero hacer otra cosa distinta al teatro. Fue una cuestión de persistencia e insobornabilidad”.

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Carlos Mario empezó esto sólo. ¿Qué significó la llegada de Cristina?

Cristina: “Él dice que cuando yo llegué llegó la luz, claro, si debía tres meses”...

Carlos Mario: “Yo ya estaba como en las últimas prácticamente cuando llegó Cristina, porque sí llegaba una persona o siete o cinco y así, pero yo siempre fui muy inestable en todas mis labores y proyectos y no quería comprometerme con nada en la vida.

Estaba terminando literatura en la Universidad de Antioquia, venía presentando una obra cada mes desde julio y ya era enero... y un amigo me decía: ‘Es que es enero 6, que van a llegar’, y yo le dije: ‘Pero yo ya abrí, tienen que llegar y si no llegan más se pierden ellos, porque yo cierro esta güevonada’. Y el 14 de enero del 85 llegó Cristina.

Yo debía todo y Cristina dijo, no, vámonos de aquí y consigamos una casa buena, la casa más linda de Laureles, valía 45 mil pesos.

Cristina: “Y yo cuando trabajaba me ganaba 40 mil... pero la alquilamos y empezamos a trabajar y la gente empezó a llegar y a pagar la boletica. Al principio mi papá nos prestaba. Había meses duros, dictábamos talleres en los que yo hacía el almuerzo para todo el mundo”.

Carlos: “Ayer nomás estaba mirando algunos libros donde tenés anotados los que se inscribieron para el curso de expresión corporal, esta pagó, este debe... En los cuadernos de Cristina hay sumas al lado de los poemas. Ella manejaba todo eso, yo ni me enteraba. Yo me monto al escenario y hago cosas, pero si por mí hubiera sido no hubiera pasado absolutamente nada, porque cuando Cristina llegó, además yo estaba muy involucrado con un teatro muy europeo y un trabajo y una vida así muy nadaísta, sin tener que hacer sumas ni restas ni nada”.

¿Cómo fueron esos años?

Cristina: “Nosotros llegamos a ser la primera compañía que hacía teatro todos los días. Domingo, lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo. No descansábamos ningún día. Creo que en el 86 dejamos los domingos cuando empezó ese furor tan impresionante de País paisa.

Pero al principio fue eso. Nos metimos con la decisión de la continuidad y de construir una dramaturgia nuestra, y eso fue lo que nos permitió ir cautivando a un público que no estaba familiarizado con nada. Carlos Mario se paraba en la sede de Laureles a gritar en el balcón por la mañana, ‘¡Buenos días! Aquí hacemos teatro todos los días, ¡vengan!’, y yo escribía unos boletincitos que Carlos Mario repartía de puerta en puerta que hacíamos teatro, y así la gente se fue enterando, y ya cuando pusimos el letrero de estreno de País paisa, ya, esa palabra, esas dos palabras juntas, fueron la locura”.

Además del teatro, Cristina ha escrito varios libros de poemas. FOTO Camilo Suárez
Además del teatro, Cristina ha escrito varios libros de poemas. FOTO Camilo Suárez

¿Cómo fueron desarrollando esa dramaturgia propia?

Carlos Mario: “Yo venía con esa idea de hacer ese tipo de teatro muy europeo, y le dije a Cristina, ¿y qué vamos a montar? Estuvimos inclusive tentados a hacer La farsa de los pingüinos peripatéticos de León de Greiff, amando como amamos a León de Greiff. Y Cristina me dijo, no, esto no funciona en el escenario, hay que escribir los textos nuestros.

Cristina: “Porque uno de los señalamientos y digamos, constataciones que yo hice en mi investigación, era la falta de identidad del teatro nuestro, o sea, la gente que iba a teatro veía, generalmente y con todo el respeto, pero malas versiones de autores extranjeros y no había un teatro que nos representara, y para mí era igual de digna Doña Jesucita Restrepo que cualquier protagonista de una obra de teatro europea”...

Carlos Mario: “Que Lady Macbeth”.

Cristina: “Sí, entonces yo dije, tenemos que contarnos a nosotros en el escenario y cuando Carlos Mario me dijo entonces, ¿qué hacemos?”.

Carlos Mario: “Delirio a dúo, El amante complaciente, Las cuatro estaciones”...

Cristina: “Y yo no, no, no, hagamos una cosa que sea nuestra”.

Carlos Mario: “En alguna medida también hay una frase de Gonzalo Arango que nos comprometía con eso, dice, porque Shakespeare y Cervantes están muertos y toda mi gloria está por vivirse. Entonces, era llegar a esto y hablarle a la gente, sintonizarnos con el corazón de la gente, con el latido, con el verbo, acercarnos a su verbalización, a su forma de ser, a sus superficialidades, a sus profundidades, a sus odios, a sus sentires, a sus miedos. Había que emparentarnos con los sonidos de aquí con las miradas de aquí y con el olor de aquí”.

¿Qué fue lo primero que presentaron de eso?

Cristina: “Lo primero fue Carlos Mario con El sueño del pibe, y el 31 de mayo estrenamos Tanto Tango. Carlos Mario en esa época pensaba que si no cambiábamos de obra cada mes, la gente no iba a ir. Entonces, al mes estrenamos Boleros en su ruta. Pero ya nos había tocado parar un momentico para tumbar un muro”.

Carlos: “Nosotros empezamos a hacer la obra en la sala”.

Cristina: “Sí, y entonces tumbamos el muro para que ya se unieran dos piezas de esa casa”.

Agrandaron el teatro...

Cristina: “Sí, de 25 pasamos a 50 espectadores. Y ya el año siguiente cuando hicimos País paisa hubo que tumbar otro muro y ya eran 100”.

La casa se fue quedando como sin paredes...

Cristina: “Sí, y nosotros sin piezas. Terminamos en una pieza al lado, que ya después fue el cuarto técnico. Nos quedamos sin casa y nos pasamos a una casa al frente”.

Carlos: “Y después nos pasamos a la casa de Monseñor Félix Henao Botero, donde ahora está el bloque 21 de la Universidad Pontificia Bolivariana. Estuvimos rondando por un montón de casas”.

Cristina: “Y ya en el 88 compramos la casa de Prado, dónde está el teatro”.

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Esa historia es muy bonita porque ustedes se enamoraron de esa casa desde que la vieron.

Cristina: “Nosotros íbamos a la retreta y después veníamos a caminar por aquí algún día que la vimos, impresionante, y dijimos esta casa tiene que ser de nosotros, y yo decía esta es mi pieza y el Negro, aquella en la mía. Y cuando hicimos País paisa, estábamos en una temporada en Bogotá y vinimos un fin de semana a descansar cuando veo yo un periódico viejo con la foto de que la casa estaba en venta y digo: ¿cómo? Esto salió hace una semana, ya la deben haber comprado, porque además, ya habíamos venido alguna vez a preguntar y se burlaron de nosotros... pero nada, no la habían vendido. Valía 36 millones de pesos y teníamos un millón, con eso la pisamos y de ahí pues trabaje”.

Ahora están con Clase Mela ¿esta obra fue hecha pensando en la celebración de los 45?

Cristina: “Coincidió, pero sí, todo forma parte de este contexto de aniversario. Las obras empiezan siendo unas y terminan siendo otras y esta se va nutriendo cada vez más para mostrar esa dolorosa manera como nos han tratado de presionar a ser otros, para parecer más sofisticados, para borrar lo mañé y acceder a los cachés. Toda esa presión psicológica de los padres de familia, con la buena intención de que sus hijos salgan adelante y lleguen lejos, de forzarlos a hacer lo que no son, toda esa necesidad de aparentar, de chicanear, de que no se note la pobreza, toda esa vergüenza de nosotros mismos que ha mostrado esta cultura y que ha hecho tanto daño también en la estructuración de seres con una avilantez desmedida y con una necesidad de poner el pie al otro para pasar por encima, para llegar primero. Entonces esto es toda una reflexión sobre qué es tener clase y qué es pertenecer a una clase, que son cosas muy distintas, o sea, tener clases, tener altura, discernimiento, capacidad de análisis, respeto”.

Carlos Mario: “En otras palabras, como lo llamaría Vance Packar, los buscadores de prestigio”.

Cristina: “Hay una frase que dijo Carlos Mario hace unos días que me parece muy linda, porque nos han llevado de cabresto, persiguiendo obsesivamente la zanahoria del progreso. Y el estatus y todo eso. Y la gente está más preocupada por vivir en El Poblado que por cultivar su pensamiento”.

El Águila Descalza está trabajando en la creación de un museo que incluirá todo su archivo. FOTO Esneyder Gutiérrez
El Águila Descalza está trabajando en la creación de un museo que incluirá todo su archivo. FOTO Esneyder Gutiérrez

¿Cómo se construye una obra como esta?

Carlos: “Lo primero fue un deseo de Cristina. En el 2011/2012 más o menos me dijo: ‘hagamos una obra sobre la clase media’. Y en ese tiempo empecé a leer, a investigar, pero yo creo que la logré escribir después de haber escrito Luna de mier, después de que nos casamos en Santorini.

Tenía una cantidad de bibliografía que a veces abotaga la obra, no la deja marchar tranquilamente, entonces se llena uno de filosofía, Marx, Bauman, Toffler... ahí fuimos construyendo, pero terminan siendo textos muy extensos, que hablan de muchísimas cosas, como de 110 páginas que luego quedan reducidas a 30 prácticamente, que se van reduciendo”.

Cristina: “La tijera que no me paso en el pelo se la echo a la obra...

Carlos:“Y terminan como 20 paginitas. Aún así, uno enfrenta la obra con el público después de 70-80 ensayos, y las obras son como niños chiquitos que hay que saberlos llevar de la mano para que no hagan cagadas en el escenario y puedan ser presentados decorosamente en sociedad, pero al principio son indóciles. Las primeras funciones la obra todavía tiene profundas aristas, arenas movedizas, y se nutre del miedo de uno, de sus indecisiones, de su falta de movilidad, de ritmo, de muchísimas cosas. Porque cuando la llevás al escenario hay una energía que te tira para acá, querás o no, hay una ley gravitatoria que se llama público, que te coge y te convierte la P en T, y te quita una coma de la frase y todo eso redunda en que la cadena lingüística se desbarata muchas veces. El espectador es como un perro que te huele el miedo”.

¿Pero cómo es que toda esa investigación teórica se convierte en teatro, en guión?

Cristina: “Carlos Mario tiene como ese primer flujo que es crear personajes. A mí me toca coger ese flujo y decir, esto lo dice un hombre, esto una mujer, este le está contestando a este y así se va armando.

Carlos: “Hay que saber tener a raya tanta documentación, pero creo que una de las virtudes de la obra tiene que ser que esté recogida de aquí y de por allá, y de la gente que uno vio crecer con uno”.

¿Dónde más van a estar presentando la gira?

Cristina: “Viene Cali del 27 al 5 de abril, en mayo vamos a estar en Estados Unidos, en varias ciudades, el 2 Nueva York, el 8 en Atlanta, el 10 en New Jersey, el 17 en Boston, después nos vamos a Bogotá del 22 al 31 de mayo, luego en Armenia de junio 12 al 14, en Medellín del 19 al 21 de junio y en Miami el 25 de junio. Estamos a la espera de confirmar otras fechas en Estados Unidos y programando el segundo semestre”.

La locura del país paisa

A Cristina Toro le dijeron que estaba loca cuando se atrevió a alquilar tres fechas en el Teatro Metropolitano. Nadie creía que lo podían llenar, porque casi nadie, en ese entonces, era capaz de hacerlo, no lo hacía la Orquesta Sinfónica, y los grandes conciertos quizás lo llenaban, pero una sola vez. Pero el furor del Águila Descalza con País paisa era tal, que la gente empezó a hacer fila en el teatro antes de que las boletas llegarán a la taquilla. Las tres funciones se vendieron el primer día. Al final, el Águila Descalza hizo 70 funciones de la obra en el teatro. Una verdadera locura. Esa obra lo cambio todo para ellos y para el teatro que se hacía en la ciudad.

“Fuimos tejiendo la obra con pedazos de aquí y de allí, improvisando situaciones, fragmentos del Testamento del paisa que nos motivaban, retazos de poemas y más”, dice Carlos Mario en el libro ¡Mucha Gracia!, que cuenta la historia del Águila.

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