La andanada inició con un hilo publicado el 23 de julio en Twitter por el concejal del partido verde Daniel Duque. Los dardos se dirigieron al manejo dado por el secretario de Cultura Ciudadana de Medellín, el dramaturgo Álvaro Narváez Díaz, a dos de los emblemas de la cultura de la ciudad: el Sistema de Bibliotecas Públicas de Medellín y los Eventos del Libro. En el primero se puso en jaque las condiciones laborales de los contratistas entre tanto en el segundo la crítica se dirigió a los disminuidos presupuestos de estos eventos que incluyen la Fiesta del Libro, que se ha vuelto un referente en Latinoamérica.
La cereza en el pastel fue el uso del hashtag #Nosmuerelacultura —popularizado el año pasado por los colectivos de teatro que han roto cobijas con la administración municipal—, para rematar los que, en opinión de Duque, son los flancos débiles de la gestión de Narváez Díaz. “Intención de hacer recorte presupuestal, con reducción de más de 30 plazas de personal. Cierres de bibliotecas los domingos, único día en que muchos pueden visitarlas”, trinó el político.
El sistema de bibliotecas públicas de Medellín es uno de los emblemas de la ciudad. Desde principios de 2000, la capital antioqueña es vista por colombianos y extranjeros como un caso de estudio: el modelo llama la atención de académicos de los programas de fomento de la lectura y el rol social de las artes. Sin embargo, las grietas en el sistema no son solo un asunto de infraestructura —los casos de las Bibliotecas España y Ladera son botones de muestra—, sino que atraviesan las relaciones laborales y contractuales de los funcionarios. Hay mucho discurso y poca plata.
El sistema funciona en virtud de un convenio administrativo entre la Alcaldía de Medellín con la Biblioteca Pública Piloto. La mayoría de la mano de obra que atiende a la comunidad en los parques bibliotecas, las bibliotecas de proximidad y los centros de documentación está conformada por profesionales vinculados a la red con contratos de prestación de servicios de tres, cuatro o seis meses. EL COLOMBIANO conversó con Margarita, Nohemy y Carlos, fuentes que han estado dentro del sistema y que pidieron no revelar sus verdaderos nombres. Los tres coincidieron en resaltar la contradicción de que una institución encargada de promover la cultura no ofrezca a su planta de trabajo condiciones dignas para cumplir con sus oficios.
Al enterarse del fin de su contrato, Margarita le envió una carta abierta a sus compañeros en la que compara su paso por el sistema con una relación sentimental tóxica. “Quiero llevarme lo mejor de esta experiencia (seguramente más adelante así será), aunque ahora solo cargue la decepción y frustración de ver cómo avanza la decadencia en esta institución que amé por tantos años. Deseo creer que algún día la administración del Sistema se renovará y llegarán seres más humanos que dejen a un lado los discursos, las falacias, los hashtags y que empiecen a tender sus manos para un verdadero cuidado, respeto por el otro y reconocimiento del trabajo”, dice un pasaje la misiva. El suyo no es el único caso: en los últimos cuatro años la planta laboral del sistema se ha renovado de manera vertiginosa, con la peculiaridad de que muchos contratistas nuevos —cuenta Margarita— “no resisten la presión y las condiciones en las que se labora”.
Las condiciones —afirma Nohemy— son precarias porque no cuentan con el apoyo de una oficina de recursos humanos que vele por el bienestar físico, mental y emocional de los contratistas. Además, en reuniones, las directivas les piden una total disposición de tiempo lo que dificulta emprender estudios u otros proyectos personales. “Los contratistas se terminan sintiendo acosados, vigilados, saturados de obligaciones y estancados en sus vidas al quedar desprotegidos. Se van alejando poco a poco de su núcleo familiar una vez entran a ser parte del sistema”.
Tampoco cuentan con canales para tramitar sus inconformidades hacia la institución o hacia compañeros. “Continuamente nos dicen si no le gusta se puede ir”. Nohemy sostiene haber sido víctima de maltrato físico y psicológico. También asegura que los contratistas a la postre realizan más actividades que las definidas en el contrato y de áreas distintas a las de su competencia.
El autoritarismo dentro del Sistema llevó a otra exfuncionaria a escribir una carta de molestia para hacerla circular entre sus compañeros de trabajo. EL COLOMBIANO conoció el texto en el que la autora detalla su tiempo en el sistema y ofrece las razones que la llevaron a dar un paso al costado. Denuncia el uso del “miedo como estrategia de subordinación y amenaza” y la pérdida del tiempo para el desarrollo personal.
Al hablar de su experiencia, explica: “No es justo que esfuerzos y sacrificios como dejar de lado la vida personal, tiempo en familia, amigos, esparcimiento, entre otros, para entregarlo todo a dicho proyecto, se vean poco reconocidos y retribuidos (...)Las paredes, el famoso gato de Boyeros, los perros y todos los compañeros y compañeras que pasaron por allí, me vieron más de lo que me vi con mi familia, amigos, pareja y eventos culturales de la ciudad y menciono estos últimos porque, paradójicamente, nos convertimos en trabajadores de la cultura que no pueden disfrutar de la misma, es innegable que los tiempos y el agotamiento lo impedían”.
El tema no es nuevo: en 2017 un grupo de trabajadores presentó una querella ante el Ministerio del Trabajo por lo que consideraron malas condiciones de trabajo. “Muchos de los que allí hablaron sufrieron las consecuencias, pues les cerraron las puertas laborales en Medellín y tuvieron que migrar a otras ciudades”, dice Nohemy. Sin embargo, en la actual administración los cambios constantes de lugares de trabajo y el recorte de los horarios de atención se han profundizado. En una resolución firmada por Narvaéz Díaz el 7 de julio de 2022 se decretó el cese de los servicios bibliotecarios los domingos y los días festivos desde el 11 de julio. Fue una escueta carta de dos páginas, y aunque dice que es provisional, no aclara hasta cuándo. EL COLOMBIANO envió un requerimiento a la Secretaría, pero no ha habido respuesta. El cierre preocupa, porque estos días son importantes para las personas: es cuando muchos tienen tiempo libre, cuando los padres pueden acompañar a sus hijos. Además, desde la pandemia el uso de la red de bibliotecas públicas ha caído de 105.518 niños en 2019 a 40.336 el año pasado.
Todo este embrollo —dice Carlos— produce un ambiente signado por “la inestabilidad y la incertidumbre que genera tener contratos de prestación de servicios a tres y a seis meses”. Y eso, concluye, se refleja en la manera en que los contratistas ejecutan sus labores. “Hay muchas cosas que no funcionan en el sistema de bibliotecas”.
“Deseo creer que algún día el Sistema de bibliotecas girará la vista hacia dentro para hacer los cambios realmente necesarios, en vez de estar cruzando fronteras hablando del valor de las bibliotecas cuando al interior de esta casa prevalece la indiferencia, apatía y el único valor que importa es el estadístico”, cierra la carta abierta de Margarita, una profesional en educación que ahora se suma a las cifras de desempleo en Medellín.
Falta presupuesto
En otro hilo de Twitter —esta vez del 30 de julio—, el concejal Duque lanzó una crítica a la disminución del presupuesto destinado a la Fiesta del Libro. Da a conocer los datos obtenidos tras un derecho de petición enviado a la Secretaría de Cultura. Entre sus hallazgos hay dos sobresalientes: la disminución del presupuesto para los Eventos del Libro –en 2019 $ 8.363.558.600, en 2020 $3.841.719.985, en 2021 $6.000.751.307–. La cifra para el 2022, le respondió la secretaría a Duque, todavía se “encuentra en elaboración”.
Algunos hechos ratifican el cuestionamiento: la disminución de la cantidad e impacto de las actividades de la Fiesta, el recorte de los honorarios a los invitados y moderadores, la tardanza en la ejecución de actividades. Por ejemplo, Días del Libro se realizaba en mayo y en 2022 inició a principios de julio. Evidentemente la Fiesta del Libro de 2021 fue más pequeña, no se hizo en Carabobo, que ya era tradición.
La confirmación de las críticas de Duque vino del interior de la Alpujarra: en su carta de renuncia, Sebastián Trujillo —subsecretario de bibliotecas, lectura y patrimonio— señala que el sistema de Bibliotecas, los Eventos del Libro y el Programa de Memoria no hacen parte de las prioridades del gobierno de Quintero y, por tal motivo, prefiere irse del cargo que ocupó dos años y medio. Un dato curioso de la carta de renuncia —y que para los comentaristas deja en evidencia una ruptura interna en la dependencia— es que entre los destinatarios no figura Narváez Díaz, directo superior de Trujillo.
Estas modificaciones afectan la salud del ecosistema literario de Antioquia y de la ciudad.
Las otras cartas
Los frentes de batalla de Narváez Díaz son múltiples. En julio, por ejemplo, recibió dos cartas. En la primera —del 8 de julio—, el Comité de Participación Ciudadana del barrio la Floresta anunció la decisión de no realizar el tradicional desfile de silleteritos. Patricia Giraldo Mora —representante legal del Comité— le contó a EL COLOMBIANO que la institución —que lleva tres décadas en la organización del evento— se cansó de la falta de claridad de la Secretaría de Cultura a la hora de definir el cronograma de trabajo. “Fui varias veces al despacho, nunca pude hablar con el secretario. En una oportunidad me recibió la responsable de comunicaciones. Llamé cinco veces a la semana. Todo se dilató hasta que tomamos la decisión de que no se hacía”.
En la segunda –del 18 de julio y firmada por los consejeros municipales del área de danza–, se expresan los motivos de preocupación de los bailarines de Medellín. De las cuatro quejas, solo una ha tenido pronta respuesta: ya se nombró a un consultor de danza. El resto de los puntos —el del acuerdo municipal de danza y el de la apertura a tiempo de las convocatorias— todavía no ha sido resuelto.
Juan Camilo Maldonado Vélez, presidente del Consejo de Danza, señala: “Los funcionarios de la secretaría han sido diligentes para reunirse con nosotros. Sin embargo, a la hora de implementar las acciones sentimos que algunas se dilatan. Las redes artísticas apenas a mitad de año están empezando a operar y eso no tiene una razón de ser. Son proyectos que tiene la ciudad y son proyectos de formación en los territorios. Lastimosamente —y no solo en esta administración— algunas veces arrancan puntuales y en otros se dilatan las convocatorias. Con esta administración ha pasado todo el tiempo”.
De los miembros del gabinete de Daniel Quintero, Álvaro Narváez Díaz es uno de los secretarios cuestionados. El sector que en un principio aplaudió su nombramiento se ha alejado de él, ha roto vínculos con una dependencia que —en palabras de Cristóbal Peláez, director y fundador de Matacandelas— se parece a una organización que monta espectáculos y no tanto a una dependencia que gestiona el presente y el futuro de la cultura de la ciudad.
EL COLOMBIANO se comunicó con la asesora de prensa del secretario Narváez Díaz. En un primer momento se concertó una entrevista para el 26 de julio en las primeras horas de la noche. Cerca de la hora, la asesora propuso moverla para el día siguiente, arguyendo razones de agenda del funcionario. Ella quedó de informar la hora del nuevo encuentro. No ha habido respuesta .