Hace casi seis meses un plan de fin de semana, sencillo, podía ser ir con sus amigos a un centro comercial a comer un helado. Hoy quizá pueda salir, pero lo debe hacer con tapabocas, lavarse las manos, llevar alcohol en el bolso, cuando llegue al centro comercial le tomarán la temperatura, le desinfectarán la suela de los zapatos, le darán gel desinfectante y al hacer la fila deberá mantener la distancia.
“Con todo esto, la ansiedad (ver Glosario) puede darse en cualquier persona al no asimilar tantos cambios en algo que antes se hacía de manera simple como comerse un helado”, cuenta Santiago Gualteros, psicólogo clínico y profesor de psicología evolutiva de la Universidad Antonio Nariño.
El miedo, explica Rosa Inés Posada Villa, docente de psicología de Areandina, funciona como una barrera que, no solo impide llevar a cabo las labores más sencillas de manera independiente, sino que genera distorsiones cognitivas, “pensamientos obsesivos, imposibilidad de entrar en contacto con otros y salir de la casa al punto de ser incapacitante”.
Para Gualteros esas emociones las pueden experimentar muchas personas ahora que se flexibilizaron las medidas y no hay tantas restricciones para salir, “porque es algo desconocido y aún hay muchas preguntas: ¿qué irá a pasar?, ¿sí será que la gente se cuida?, ¿será que viene otro pico de contagios?, es un miedo frente a otro y es normal que se sienta”.
Del encierro a “la libertad”
Si hay algo claro para la psicóloga Natalia Castaño es que a todos, en alguna medida, esta pandemia les coartó la libertad, “el hecho de no poder salir todos los días, de no ir a estudiar, a trabajar, por ejemplo es un duelo que cada quien ha ido asimilando y trabajando”.
De esa sensación de llevar tanto tiempo “encerrados” hay que hablar, indica la psicóloga Posada, porque quienes estuvieron aislados de manera disciplinada se prestan a salir por primera vez en mucho tiempo, “el temor hace que las personas tengan mayores dificultades para retomar aquellas actividades propias de la cotidianidad, que desarrollen alteraciones somáticas, psicológicas y obviamente sociales. Surgen conductas ansiosas, erráticas y fallas en las habilidades sociales”.
Normalmente, como lo señala Posada, el miedo altera la percepción de las personas y genera una visión distorsionada de la realidad, “en la que el hogar es el único espacio donde puede resguardar su integridad. Sin embargo, no es una condición únicamente provocada por el miedo a contraer la enfermedad en el exterior, sino también por el cambio abrupto que significa retomar costumbres, hábitos y actividades del día a día que se habían perdido durante los períodos de cuarentena”.
¿Lo ha sentido?
Si en estos primeros días de flexibilidad ha tenido miedo de acercarse a otros, por ejemplo, debe saber que no está solo en ello. El psicólogo resalta que hay que unirse desde la cordialidad y la empatía: el otro puede leer su miedo si usted se aleja mientras se acerca, y si es al contrario, que “usted se acerca a una persona y esta evidencia su miedo alejándose, entonces respete ese espacio”.
Es importante contar con los otros, “tener la confianza de decir, no me siento bien, me sudan las manos, y que alguien lo acompañe a moverse de lugar para que así disminuya la sensación y se pueda enfrentar la situación. En definitiva, tenemos que ser empáticos con el otro en esta nueva etapa”.
Alguien puede ir poco a poco enfrentando ese temor, “si tiene pavor de ir a un restaurante, puede simplemente pasar, mirar cómo están atendiendo, irse para volver cuando se sienta cómodo. No hay que poner tiempos ni presiones, es mejor hacerlo despacio, es un medio de aprendizaje que tenemos los seres humanos, vamos a ir soltando el miedo lentamente, eso sí, si la persona tiene las posibilidades de hacerlo así”
Y si convive o conoce a un amigo o familiar que está pasando por estos estados ansiosos, detalla la psicóloga, primero debe revisar sus propias condiciones y cómo está manejando esta realidad para poder con sus competencias (positivismo, resiliencia o capacidad de reaccionar acertivamente ante los cambios), reflejarle esa capacidad y acompañar de la mejor manera.
Buscar ayuda
Cuando este miedo pase de ser una situación puntual a ser algo complicado para la vida de las personas, hay que prestar atención, puntualiza el psicólogo Gualteros, “ya que puede convertirse en un trastorno de ansiedad generalizada en el que no solo una situación, sino varias, se salen de control”.
Una persona debe consultar cuando ese miedo empieza a afectar su vida cotidiana “y de manera tajante. Que si volver a la oficina no le genera comodidad y eso obstruye sus labores cotidianas, es mejor buscar a un profesional de la salud mental para construir herramientas que le permitan a las persona afrontar esta situación”.
Un psicólogo puede analizar además si el temor es a exponerse y si quizá la persona no está sobreinformada, “y ha generado pensamientos obsesivos respecto a la muerte o frente al miedo al contagio. Entender cuál es el origen de esos estados ansiosos que desencadenaron ese pánico a la interacción con el otro”, detalla la doctora Posada.
Salir es posible con un plan de trabajo detallado para incursionar en las actividades de manera gradual, “a traves de contacto, ejercicio, técnicas de relajación, exposición paulatina a las actividades que venía haciendo con anterioridad e ir asumiendo el autocuidado, los habitos de higiene y los nuevos protocolos de seguridad sabiendo que la vida continúa”, profundiza la psicóloga del Areandina.
Recuerde que ese helado habitual puede esperar mientras acomoda sus sensaciones y que podrá volver a disfrutarlo con el gusto de antes. De todas maneras el llamado sigue siendo a tomar todas las precauciones y cuidados, tanto físicas como emocionales, porque el coronavirus no se ha ido. Lávese las manos, use el tapabocas, mantenga la distancia física y quédese en casa si es su posibilidad. Eso también le puede ayudar a enfrentar el miedo: salir con responsabilidad.