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“Quieren crear una narrativa”: hay molestia con “homenajes” de Petro al M-19

Helena Urán, víctima del holocausto del Palacio de Justicia, politóloga y autora del libro Mi vida y el palacio, criticó los constantes homenajes que el presidente Petro realiza al grupo armado al que alguna vez perteneció.

  • Helena Urán Bidegain le pidió al presidente Gustavo Petro revisar los símbolos que escoge para romantizar desde su posición de poder y reconocer a las víctimas que sufrieron los actos violentos del M-19. FOTO cortesía cancillería
    Helena Urán Bidegain le pidió al presidente Gustavo Petro revisar los símbolos que escoge para romantizar desde su posición de poder y reconocer a las víctimas que sufrieron los actos violentos del M-19. FOTO cortesía cancillería
24 de junio de 2024
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Helena Urán Bidegain tenía 10 años cuando un grupo 35 guerrilleros del M-19 se tomaron el Palacio de Justicia . Era el 6 de noviembre de 1985. La Fuerza Pública ejecutó la operación de retoma y esta se prolongó por 28 horas. El holocausto dejó 94 personas muertas y 12 más fueron desaparecidas. Entre las víctimas estaba su papá: el magistrado auxiliar del Consejo de Estado, Carlos Horacio Urán.

Las cámaras de televisión captaron el momento en el que el magistrado Urán salió del Palacio herido, pero con vida. Sin embargo, su cuerpo apareció entre las ruinas del edificio el 7 de noviembre y con un tiro de gracia. Fue asesinado por miembros del Estado.

Desde la toma y retoma al Palacio de Justicia han pasado 38 años y Helena es una de las voces más representativas de las víctimas del holocausto. Es politóloga, magíster en Estudios Latinoamericanos y es la autora del libro Mi vida y el palacio. En diálogo con EL COLOMBIANO manifestó su rechazo por las constantes exaltaciones del presidente Gustavo Petro a los símbolos que evocan a un grupo ilegal que también cometió crímenes durante el conflicto.

El Gobierno repatrió el sombrero que perteneció a Carlos Pizarro, comandante del M-19, y decidió declararlo patrimonio cultural de la Nación, ¿cómo tomó esa decisión?

Es una expresión clara de negacionismo. El presidente plantea que Carlos Pizarro fue un hombre de paz porque se desmovilizó y firmó un acuerdo. Insisto que es abominable que a él lo asesinaran una vez dejó las armas, pero Pizarro también fue una persona que optó antes por una vía violenta y que generó daño a muchas personas y eso no se puede desconocer, tampoco negar.

Aquí claramente hay una intención de crear una narrativa en la que se muestran vencidos y salvadores para contarle al país que ellos “tenían la razón”.

¿Estas acciones borran el relato de las víctimas de la guerrilla del M-19?

Hay una clara intención por exaltar lo que representa el M-19. Yo no diría que quiere borrar a las víctimas porque ni si quiera le ha dado un espacio a las víctimas. Se presentan como salvadores y sacrificados. Es cierto que Colombia con el bipartidismo no dejó opción a otros, pero tampoco tenemos que venir a agradecerles porque tomaron las armas. Me molesta que, sin contexto y sin debate, se planteen estas cosas.

Usted ha dicho en otros escenarios que se siente sola en estos reclamos , ¿por qué?

Ha sido una lucha de casi 40 años con dos actores atravesados: un sector de la Fuerza Pública que es mafioso y que ha generado mucho daño dentro de esa institución y ahora estos otros. Hay falta de dignidad porque se han dedicado a mostrar una faceta bastante distorsionada de la realidad.

Ha sido una lucha sola porque Colombia es tradicionalmente militarista y, cuando se habla de la Fuerza Pública, se reciben señalamientos de que uno está traicionando a la patria.

Ahora mismo soy consultora de la ONU, pero trabajo dentro de la Cancillería en temas de no repetición. Entonces levantar la voz dentro del Gobierno es muy difícil porque son pocos los que se atreven, es una sociedad muy jerarquizada y la gente prefiere mirar para otro lado.

¿Qué le han dicho desde el Gobierno?

Hay muchos que han preferido callar y otros me escriben, pero no hacen públicas sus posturas. Creo que hace falta cuestionar y exigir cuando se evidencia que una acción traspasó las líneas éticas, más cuando apostaron por ese proyecto político.

¿La han tratado de censurar?

No propiamente. Pero sí me han llegado mensajes amenazantes: pasé de ser señalada de trabajar con “mis victimarios” a que otros me digan que soy una infiltrada de la oligarquía en el Gobierno.

Este es el reflejo de un país politizado y que no ha tenido la experiencia real de la democracia. En democracia este sería un debate con altura y nunca iría encaminado a eliminar la voz que disiente.

¿Qué ejercicios de memoria hacen falta?

Necesitamos símbolos que nos ayuden a entender lo que pasó antes, para no desconocer, para no olvidar y para no negar. Pero también para mirar hacia adelante y no quedarnos atrás.

Lo que hace ahora Petro lo han hecho del otro lado también. Hace parte de esa cultura militarista que exalta a los actores armados. Estamos llenos de eufemismos que terminan por esconder masacres, secuestros y ejecuciones. En Colombia no hemos tenido debates amplios sobre las mentiras que hay ahí.

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