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Primera dama: puestos, poder y gastos en la Casa de Nariño

Las controversias que rodean a la esposa del presidente Petro, así como el poder que concentra y sigue amasando, reavivan las voces que piden reevaluar el rol de esta figura.

  • La primera dama hoy cuenta con injerencia y poder en varias entidades del Estado donde ha puesto a los suyos. FOTO Archivo
    La primera dama hoy cuenta con injerencia y poder en varias entidades del Estado donde ha puesto a los suyos. FOTO Archivo
13 de enero de 2024
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La evidencia irrebatible del poder real y tácito de Verónica Alcocer en el gobierno de Gustavo Petro quedó al descubierto la noche del 18 de abril de 2023 en los pasillos del Congreso. En una de las tantas pruebas de fuego de la controvertida reforma a la salud en la Cámara de Representantes fue ella –no un ministro, ni un sagaz parlamentario o un lobista de confianza– quien acudió al Capitolio justo cuando la iniciativa tambaleaba.

En video: Mesa Central/Los secretos del poder de Verónica Alcocer

Su irrupción, imprevista e inédita, fue tan súbita como intimidante. “Nadie sabía que iba a llegar. Nos tomó por sorpresa. Ella es imponente y arrolladora, claro que su visita fue un mensaje. Petro en esos días estaba en California, en Estados Unidos”, recuerda un representante de la Comisión Séptima de la Cámara, donde la iniciativa tuvo su primer envión. “Fue una intromisión, una injerencia indebida”, dijeron desde la oposición.

Lo cierto es que ese gesto de la “polla” Alcocer –como le decían en su natal Sincelejo–, sirvió y el proyecto se destrabó. Son justo actuaciones de ese calibre las que retratan bien la influencia de la mujer que lleva 23 años con Petro. Sin embargo, hoy tanto su figura como su patente autoridad detrás del solio presidencial están en entredicho y le suman una polémica más al “gobierno del cambio”.

La revelación realizada por La Silla Vacía de que Alcocer cuenta con un séquito de funcionarios –entre maquillador, fotógrafo y asesores que parecen más amigos que subalternos y que le cuestan al erario alrededor de $1.000 millones al año–, fue el colofón de una seguidilla de escándalos que pusieron en la mira su suntuoso y codiciado poder.

De ser una suerte de Michelle Obama en campaña, ya en el Gobierno la sincelejana se asemeja más a María Antonieta de Austria, como se atrevió a llamarla la representante Catherine Juvinao (Alianza Verde) por sus “abusos, derroche, influencias políticas indebidas y favorecimiento descarado a los amigos”.

Y es que, a diferencia de las primeras damas tradicionales –ciertamente introvertidas, con perfil bajo y una labor social silenciosa, pero destacada–, Alcocer sobresale como una jugadora de peso en el ajedrez del poder, con potestad y dominio para mandar, dirigir y, sin ser funcionaria ni ostentar cargo público formal, gastar.

“Es una figura de liderazgo y relevancia. Sale bastante en medios, le gusta figurar y desde campaña empezamos a ver cómo manejaba sus redes sociales. Le dio importancia al tema de la moda. Es un personaje bastante público y hasta cierto punto –de la comunicación política– se convirtió en una figura tan visible que hasta llega a competirle a la vicepresidenta Francia Márquez y hasta al propio presidente”, explica la politóloga María Alejandra Arboleda, consultora de comunicación política y análisis de opinión pública.

El guiño de la matrona

El hermético pero categórico poder de la primera dama se hizo patente un mes después de que asumiera el primer gobierno de izquierda que ha llevado las riendas de Colombia. Su vecina y amiga, Concepción Baracaldo fue nombrada directora de Bienestar Familiar. La exfuncionaria no solo levantó roncha al admitir que no sabía mucho de asuntos de niñez, sino cuando admitió que fue la propia Alcocer quien le ofreció el cargo. ¿Su mérito? Su estrecha amistad.

“Estaba tranquila en mi casa, pensionada, y un día recibo una llamada en la que me preguntan si estaría interesada en dirigir el ICBF. Verónica es la que me llama, somos vecinas y nos conocemos hace mucho tiempo. Con Gustavo Petro también tengo relación porque estudié con él en Zipaquirá”, dijo en diciembre en Caracol Radio.

No menos controvertido fue el arribo al “gobierno del cambio” –ese que prometió luchar contra el clientelismo y la rosca para reivindicar el mérito– de la española Eva Ferrer, otrora consejera presidencial para la niñez y luego para la reconciliación, considerada amiga íntima de la primera dama y quien jugó un rol clave durante la campaña.

Al parecer, según versiones de prensa, su amistad se rompió tras desencuentros y eso precipitó también su salida. No obstante, al igual que los catalanes Xavier Vendrell y Manuel Graul Pujadas –cercanos a la familia presidencial–, Ferrer obtuvo la nacionalidad colombiana de forma exprés. Lo anterior, en el caso de Vendrell y Graul, para hacerle el quite a procesos judiciales en España o también para potenciar sus negocios.

No han sido los únicos beneficiados de la bendición de la matrona de la familia Petro. Aun sin contar con experiencia en materia de comercio exterior, la odontóloga Carmen Caballero fue nombrada presidenta de Procolombia, al parecer, con el guiño de su amiga Verónica Alcocer. La excandidata al Congreso Adriana María Mejía, hoy gerente de Artesanías de Colombia, también habría llegado a su cargo gracias a la relación cercana de más de dos décadas con los Petro.

Los tentáculos también alcanzan la diplomacia y la política. El exministro de Transporte, Guillermo Reyes, además de ser considerado ficha del Partido Conservador, también contaría con la bendición de Alcocer dada su amistad con la sexóloga Carmen Larrázabal, expareja del funcionario. Además, el aún presidente del Banco Agrario, Hernando Chica Zuccardi, fue amigo de la “polla” durante su infancia en Sincelejo.

A nivel diplomático, la embajadora de Colombia en Italia, Ligia Margarita Quessep, compartió salón de clases en el colegio Nuestra Señora de las Mercedes de la capital de Sucre con Alcocer, mientras que el embajador en España, Eduardo Ávila, fue gerente de la precampaña Petro.

Por cuenta de su aparente injerencia en esos nombramientos, así como por los millonarios gastos que le cuesta al erario su séquito de escuderos, crecen las voces que piden, incluso desde tiempos del expresidente Iván Duque, reevaluar la figura de la primera dama y precisar sus alcances.

“Es un rol que no responde a un mandato popular, es decir, la gente no votó por la primera dama. En el tarjetón los ciudadanos votan por el presidente y la vicepresidenta. La primera dama no es un servidor público. No se le debería asignar presupuesto. Además no son claras ni siquiera las funciones”, advierte la consultora Arboleda.

Desde la orilla política son más las voces que arrecian. “Además de ser increíble, es inaceptable (...) Este es el cambio por el que votamos?”, cuestionó desde la coalición de gobierno la representante Katherine Miranda (Alianza Verde). “Estos cientos de millones de pesos le cuestan a la ciudadanía que trabaja de sol a sol para pagar impuestos y complacer las exigencias del gobierno del ‘cambio’”, dijo desde la oposición la senadora María Fernanda Cabal (Centro Democrático).

En la poltrona del poder

Dicen sus allegados que, si bien en público es discreta e introvertida –rol que dejó de lado en la campaña–, en la intimidad Verónica Alcocer es arrolladora. “Yo soy bastante más extrovertida que él (Petro), he sido del todo costeña. Somos más habladores, hablamos un poquito más duro. Él es mucho más medido, nunca levanta el tono de voz”, dijo Alcocer en una entrevista con Caracol Televisión en las postrimerías del mandato de su esposo en la Alcaldía de Bogotá. Allí, la hoy primera dama dejó ver su talante.

—La autoridad de la ciudad tiene que estar afuera. Entonces la autoridad en la casa me toca a mí.

—¿Usted es la que manda en la casa?

—Más o menos así.

En ese entonces, la primera dama de los capitalinos ya protagonizaba sus propios escándalos. La “Bogotá Humana” de Petro quedó en entredicho luego de que el periodista Daniel Coronell denunció que una empresa de construcción de los cuñados del entonces alcalde –Juan Carlos Alcocer García y María Teresa Alcocer García, hermanos de Verónica–, levantaba un proyecto de viviendas en una zona protegida de un humedal.

Lejos del rol aislado y distante que tomó en ese entonces, hoy –casi una década después–, Alcocer juega un papel de primer orden en el mandato de su esposo. Desde la propia campaña, la primera dama adquirió un protagonismo inusitado y, ahora con poder y chequera, marca su propio derrotero sin ser apéndice de Petro. A tal punto, que desde que incluso arrancó el periodo de su marido suena como presidenciable.

Sin embargo, sus frecuentes salidas en falso ponen en entredicho la aspiración y mientras el país debate su figura, hay quienes sugieren que ella podría ser la última primera dama de Colombia, un efigie heredada del periodo republicano y que los propios congresistas progresistas aliados a Petro piden reevaluar. Eso sí, sin el ruido y la vehemencia de antaño.

Séquito de $1.000 millones, ¿y la austeridad?

Aun cuando la austeridad fue uno de los mantras del “gobierno del cambio”, ese discurso alrededor de la mesura y el ahorro sigue quedando en veremos. La Silla Vacía documentó que la primera dama cuenta con maquillador personal y vestuarista, fotógrafo y una asesora personal que llega a tener un salario superior al de un ministro.

Por si fuera poco, varios de esos servicios fueron tercerizados y son pagados por tres entidades. Los colaboradores reciben entre $10 y $30 millones cada mes por sus labores, sumado a cuantiosos viáticos. Para la Presidencia, no obstante, Alcocer cumple “funciones sociales” que le permiten realizar funciones de cara a las comunidades. Aun cuando varias de las tareas de los colaboradores no están estipuladas en sus contratos, Presidencia defendió que se presta “asistencia administrativa, de seguridad y protocolo al presidente y a su familia”.

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