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¿Qué hay detrás de la mente de un criminal?

En la semana internacional de la criminalística, una pregunta: qué hay detrás de alguien que comete un delito.

  • ilustración Esteban parís
    ilustración Esteban parís
09 de noviembre de 2018
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La declaración de Raskolnikov al final del libro Crimen y castigo del escritor Fyodor Dostoievski ilustra las características de la mente criminal. El infalible se mira a sí mismo y ve su principal deficiencia como su “estupidez” por haber sido atrapado. Incluso en la cárcel, Rasklnikov no se considera un criminal, él ve a sus compañeros como de una especie diferente.

La psicología y las neurociencias han ayudado a entender a las personas con comportamientos antisociales y letales. Hay diferentes tipos de psicópatas, dijo en una charla TEDx, Jim Fallon, neurocientífico y profesor de la Universidad de California, que estudia los cerebros de asesinos en serie. Casi todos tienen en común un daño en su córtex orbital, que está justo encima de los ojos, las órbitas, y en la parte interior del lóbulo temporal.

Jorge Emiro Restrepo Carvajal, doctor en neuropsicología y quien ofreció una charla sobre su área de estudio y la mente criminal en el Tecnológico de Antioquia, asegura que entre ellos hay diferencias, claro, e incluso tienen otras clases de daños cerebrales. Para saber cómo funcionan, los neurocientíficos como Restrepo construyen ese tipo de teorías sobre la base de la genética y la interacción con el entorno.

“Cómo se acaba siendo un psicópata o un asesino, depende de dónde ocurre el daño exactamente. Es algo cronometrado de manera muy precisa. La interacción de genes, que se conoce como Efectos Epigenéticos, el daño cerebral, el ambiente y cómo se unen”, enfatiza.

Perfil criminal: cómo inició

Los avances en genética y neurociencias a través de resonancias magnéticas y otras técnicas contemporáneas han permitido explorar los cerebros de una manera detallada y entender cómo la combinación del MAO-A, un gen relacionado con comportamientos violentos, por ejemplo, sumado a una situación realmente traumática en el que se ve violencia o se está envuelto en ella, puede llevar a desatar acciones violentas contra otros.

La historia, sin embargo, empieza antes y hunde sus raíces en la psicología, con el secuestro de Susan Jaeger, una niña de siete años, porque demostró el valor de esta disciplina en la resolución de delitos. Mindhunter, la serie de la plataforma Netflix, aborda por ejemplo esa historia, a través de elementos de ficción que se basan en la realidad.

Esto pasó al principio, en la vida real: los esfuerzos iniciales para que el agente del FBI Howard Teten lograra iniciar una Unidad de Análisis de Comportamiento en esta institución no tenían mucho orden. Así que en compañía de uno de sus colegas, Patrick Mullany, se enfrentó a la resistencia de colegas que consideraban la psicología como una tontería y una confusión. Los salvaron los instintos.

Fue en la década de 1960 que estos dos estadounidenses, a quienes se les atribuye las primeras realizaciones de análisis de comportamientos para casos difíciles, desarrollaron una hipótesis de que un profesional sería capaz de determinar el tipo de persona que buscaba a través de la escena del crimen.

Así que Teten compiló una colección de datos para análisis y comparación, a partir de la revisión de los homicidios inusuales de varias agencias policiales, así como de la Asociación de Oficiales de Identificación de California. Para probarse a sí mismo y desarrollar su enfoque, organizó un experimento: “Cuando recibí la información –dijo en el libro Matador of Murder, de Mullany– examiné los datos y preparé una descripción provisional del autor. Luego observé a la persona que había cometido el crimen y comparé al autor con mi descripción”. Para verificar los detalles de los trastornos psicológicos, consultó a dos psiquiatras.

En 1970, Teten ofreció su primer perfil. El asesinato de una mujer apuñalada en su casa. Teten consideró las circunstancias, miró los documentos y señaló que había sido un adolescente que vivía cerca de la víctima. Este chico se sentiría culpable y avergonzado. Cuando se le enfrentó, confesó de inmediato. Para encontrarlo solo debían tocar puertas en el vecindario cercano. Su predicción resultó ser correcta. Teten pronto se asoció con Mullany, quien se especializó en psicología, y juntos iniciaron el programa de psicología criminal , un curso de 40 horas para oficiales en el que presentaron el análisis de comportamiento como una de las muchas herramientas de investigación para resolver crímenes.

Cuando el equipo adquirió casos para la demostración, se les pidió ayuda con una investigación estancada, la del secuestro de Susan. Mullany lo describió como su primer desafío real. A pesar de que los programas de tv y las películas populares hacen que los perfiles parezcan fáciles, no fue así.

La niña desapareció durante un viaje familiar en 1973, en un campamento de Montana en el que no quedó ninguna evidencia física. Una llamada anónima dio un nombre, el de Davido Meirhofer, un veterano de Vietnam cortés y servicial. Solo que pasó la prueba del detector de mentiras, si bien tenía los rasgos y comportamientos descritos por Mullany y Teten: malas relaciones, tendencia a quedarse solo, experiencia militar y otros asesinatos antes. Para ellos era un psicópata que podía mentir e incluso pasar la prueba del polígrafo.

No hubo apoyo para su teoría y solo en el secuestro de otra mujer encontraron más pistas que finalmente llevaron a entender que Meirhofer era el culpable. El criminal lo confensó antes de morir por su cuenta en una celda: admitió cuatro asesinatos, incluyendo el de Susan. Teten y Mullany concluyeron por el perfil que hicieron que mataba por deporte, que tenía una mezcla de psicopatía y esquizofrenia.

Y ahí se reinvidicó su teoría. Encontraron al asesino estudiando su mente.

Stanton E. Samenow

Psicólogo de la Universidad de Yale en Estados Unidos

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