La vida y este Gobierno le han dado a Laura Sarabia varias oportunidades una tras otra vez. Salió del Gobierno la primera vez cuando era jefe de gabinete en medio de un complejo escenario judicial por el escándalo de las maletas que se perdieron de su apartamento en el norte de Bogotá con dinero en efectivo y supuestos documentos en los que, según su versión, había información de seguridad nacional.
Por eso caso, policías vinculados a la Presidencia, interceptaron ilegalmente las comunicaciones de Marelbys Meza, su exempleada doméstica, y luego la sometieron a un polígrafo para que revelara si ella estaba detrás de la pérdida del efectivo, del que hasta ahora no se tiene una cifra puntual pero sí varias versiones. Luego, vinieron las grabaciones con su exjefe Armando Benedetti, quien la maltrataba porque no recibía la atención necesaria del entorno presidencial. En esos audios Benedetti hablaba de posible financiación ilegal y otros secretos de la campaña.
Sarabia regresó al Departamento de Prosperidad Social como directora, aunque estaba más cerca del presidente que de la entidad encargada de obras y transferencias monetarias a las personas en las regiones. Y de allí regresó a la Casa de Nariño al frente del Departamento Administrativo de la Presidencia, en donde continúa estando al frente de la seguridad del presidente, la logística del Gobierno y la organización de todo el gabinete, además de los principales objetivos del plan de gobierno de Petro.
Como lo ha contado EL COLOMBIANO, la directora ha asumido funciones en el DAPRE que la han colocado a jugar como la verdadera tomadora decisiones en la sombra, las ausencias y los vacíos que deja el presidente. Sarabia tuvo un papel más preponderante en la firma del acuerdo con el sector bancario para la firma de 50 billones de pesos a créditos para sectores específicos; manejó el plan del Gobierno para la reactivación económica; lideró el viaje a El Plateado para empezar la recuperación del Cauca; y está enterada del detalle de todos los movimientos en las principales carteras.
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Sin embargo, varias fuentes aseguran que su papel de relevancia al lado de Petro podría tener un punto suspensivo en los próximos días. Las versiones de tres fuentes en Palacio directamente relacionadas con el entorno de la directora señalan que la relación con el mandatario se ha deteriorado. Pero al mismo tiempo es claro que Sarabia ha sido una funcionaria que no para de trabajar y ha logrado convertirse en un puente necesario y estable entre el sector privado el presidente, lo cual no es menor en una administración como la de Petro. Sobre su posible salida hay varias versiones.
Algunas fuentes dicen que lo más probable es que se vaya a la Cancillería y que en su lugar sea impuesto Augusto Rodríguez, el actual director de la Unidad Nacional de Protección, un ex M19 del primer círculo del presidente que ha tenido una relación muy distante y de muchas fricciones con Sarabia. El canciller Luis Gilberto Murillo sería uno de los precandidatos del Pacto Histórico para el 2026 y tendría que renunciar a su cargo en los primeros meses del 2025. EL COLOMBIANO le preguntó directamente a la jefe del DAPRE hace unos días si se iba y aseguró: “no he renunciado. Y el presidente no me ha pedido la renuncia. Estaré en el DAPRE hasta que él lo considere pertinente”.
En medio de los rumores del enroque, la alta funcionaria publicó en su cuenta de X una fotografía junto al canciller Murillo, que incluso algunos leyeron como mensaje de una posible campaña pero eso no parece una posibilidad real. La otra versión es que Petro quiere en el último año un círculo más coherente con sus orígenes ideológicos y eso significaría más proximidad con Rodríguez y menos con Sarabia, que nunca ha sido realmente de izquierda y es más bien una operadora política estratégica. Sea cual sea la definición la historia de la director del Dapre es una pocas veces vista en el poder en Colombia. Alcanzó un nivel de direccionamiento del Estado muy por encima de muchos altos asesores presidenciales de gobiernos anteriores y ha tenido un recorrido por instituciones relevantes en donde quedarán colgados los cuadros con su rostro. Con 30 años su futuro político y judicial está por verse.
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