La foto se llama ‘Rosa de Guadalupe’. La tomó una niña víctima del conflicto armado en Colombia. Podría ser un registro fotográfico cualquiera, una alusión a la virgen de Guadalupe. Detrás de la imagen está la historia de Brenda Gisela Suárez, quien utilizó una cámara por primera vez en 2014, cuando la Agencia de la Onu para los Refugiados (Acnur) la incluyó en el proyecto “Niños de Paz”.
Para Gisela es más que una foto. “Una rosa es una vida para un ser humano (...) Es la importancia para el ser humano: vivir en paz, vivir alegre, vivir con la familia, con este hermoso corazón”, concluyó después de asistir a los tres talleres de la Acnur.
La mitad de las víctimas del conflicto en el mundo, dice Naciones Unidas, son niños: “son las víctimas más vulnerables y con frecuencia los más afectados”. Cuando la Unión Europea recibió el premio Nobel de la Paz en 2012 invirtió los recursos del premio en un proyecto que se llama Niños de Paz. Este abarca programas humanitarios dirigidos a niños en zonas afectadas por el conflicto armado. El objetivo: que los niños superen, en la medida de lo posible, las experiencias traumáticas de la guerra.
La Dirección General de Ayuda Humanitaria y Protección Civil de la Comisión Europea (Echo) ha implementado el proyecto en los siguientes países de América: México, Ecuador y Colombia. En este último país, Acnur ha desarrollado el programa en Caquetá, Buenaventura y Catatumbo.
El ciclo del programa terminó este año. En las memorias aparece la historia de 30 niños, niñas y adolescentes de la Unión Peneya, Caquetá que aprendieron técnicas de fotografía para “documentar sus entornos y su vida cotidiana”.
Con un año de trabajo la Acnur fue cambiando la percepción de Unión Peneya, un corregimiento de Caquetá que fue azotado por la violencia. En enero de 2004, cerca de 2.500 personas fueron desplazadas tras el asesinato de dos habitantes por parte de grupos armados ilegales. Tres años después, las familias desplazadas regresaron al lugar. En 2009 estas familias recibieron el Premio Nacional de la Paz de Colombia. Ahora retratan el paisaje que en otro momento les arrebataron.
El avance de los proyectos
Francesca Fontanini, oficial regional de información pública en América de la Acnur, habló con EL COLOMBIANO sobre el balance de este proyecto y el futuro de los programas en las zonas de conflicto.
El proyecto de fotografía para reconstruir los tejidos sociales tuvo impacto en las comunidades intervenidas: “estas documentaciones sirven para que los niños se expresen. Las situaciones de desplazamiento tienen diferente impacto en la vida de niños y niñas, sufren de afectación económica, social y psicológica”, explicó Fontanini.
Cuando llegaron a Buenaventura, Caquetá y Catatumbo, los niños quedaron sorprendidos con las cámaras. Fontanini cuenta que pensaron en la cámara fotográfica “como una herramienta para imaginar, crear y reflexionar sobre los procesos comunitarios”.
Con las fotos que tomaron los niños la Acnur publicó un libro: Niños de la Paz, Colombia. El documento está basado en las experiencias de 5.000 niños desplazados o en riesgo de desplazamiento. Cerca de 80 se unieron a los talleres de fotografía y los demás recibieron ayuda humanitaria y otro tipo de capacitaciones.
En Catatumbo el proyecto fue apoyado por el Secretariado Nacional de Pastoral Social/Cáritas Colombiana. Allí hicieron acompañamiento a 200 niños de San Pablo y Aserrío. Durante cuatro talleres, los niños hicieron ejercicios de narración fotográfica. Todo quedó expuesto en el libro de la Acnur. Aparecen fotos como la de Andrés Felipe Acosta, quien escribió: “estoy en Huellas de paz porque me gusta, me siento libre, me hace sentir bien”.
Este año, Acnur seguirá trabajando con los talleres fotográficos en Buenaventura. Para el desarrollo de estos programas en Caquetá y Catatumbo espera la financiación de la Unión Europea, organización que invirtió 1.500 millones de pesos en los talleres de 2014. “Aunque ha sido difícil porque muchos niños se sienten devastados por las consecuencias de la guerra, el proyecto ha tenido éxito. Después de varias sesiones logramos conseguir su atención, y lo más importante: que reflexionaran sobre el tejido social”, dijo Fontanini.
El proyecto de fotografía, que seguirá desarrollándose en Buenaventura, presenta algunos desafíos. Francesca Fontanini ha liderado el programa en esta región: “El problema es que es una ciudad que tiene una presencia fuerte de grupos armados y es difícil encontrar espacios recreativos. Las actividades, por ahora, las seguimos haciendo en escuelas e iglesias”.
1.500
millones invirtió la Unión Europea en los talleres de fotografía en Caquetá, Catatumbo y Buenaventura.