Como una gloria calificó hace más de doscientos años Francisco Antonio Zea, presidente del Soberano Congreso y vicepresidente de la República, el ser colombianos. Hoy, a las puertas del bicentenario de la República y la promulgación de la primera Constitución Política, fundamental para nacimiento como Nación, retumban las palabras que aún se pueden leer en el “Manifiesto a los Pueblos de Colombia”: “Vosotros todos, pueblos de Colombia, vosotros habéis al fin reconocido la necesidad de reuniros en una enorme masa, cuyo solo peso oprima y hunda a vuestros tiranos [...]. Es gloria pertenecer a un grande y poderoso pueblo, cuyo solo nombre inspire altas ideas y un sentimiento de consideración”.
A la fecha, sigue siendo absolutamente necesario comprender cómo se ha avanzado como Nación desde 1821 y conocer la historia de lo que hoy llamamos país. Así lo señala Andrés Murcia, antropólogo y asesor en cultura, mentalidad y política pública de la Vicepresidencia de la República, al tiempo que resalta que en Colombia se continúa con el proceso de construcción a nivel de política, cultura y equidad.
En Colombia no se puede hablar de la construcción de República independiente de manera aislada de la gesta social y política que se vivió entre 1819 y 1823, período en que fue establecida, además, la Constitución de 1821 en Villa del Rosario de Cúcuta, Norte de Santander, resultado del Congreso de Cúcuta, que se reunió entre el 6 de mayo y el 14 de octubre de 1821 y que fue instalado por Antonio Nariño. En este Congreso se ratificó la Ley Fundamental de la República de Colombia, promulgada en Angostura, en 1819, la cual estableció un gobierno republicano centralista. El objetivo fue “la creación de la Gran Colombia mediante la unificación de Colombia, Panamá y Venezuela, en el que se ratifica como presidente de la República a Simón Bolívar y como vicepresidente a Francisco de Paula Santander”.
La Gran Colombia
Tras la Batalla de Boyacá el 7 de agosto de 1819 nació lo que también se ha llegado a conocer como la Gran Colombia, un vasto territorio que existió entre 1819 y 1831, donde Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá hicieron parte de un proyecto republicano que no se volvería a repetir en Latinoamérica. Sin embargo, el país se disolvió a finales de la década de 1820 por las diferencias políticas que existían entre partidarios del federalismo y el centralismo.
Dice Susana Quintero Borowiak, directora del Museo Casa Natal del General Santander: “No es que la geografía sea un condicional de la vida social, pero sí es un factor que influye en cómo nos movemos. Si tú ves un mapa físico de la frontera, el valle de la frontera de Cúcuta se abre justamente donde se abre la cordillera Andina, y la cordillera entra a Venezuela hacia Mérida y es una muralla de montaña, y Cúcuta se abre hacia el lago de Maracaibo, donde el valle es plano. O sea, hay un punto donde desde Cúcuta es más fácil moverse hacia el lago de Maracaibo en Venezuela que hacia el interior de Colombia. Y eso genera una cosa que es natural, un movimiento natural”.
Un “movimiento” que, como señala Reynel Salas, integrante de la Academia Huilense de Historia, ha permitido mantener vivas las raíces que, en un principio, unieron a estas naciones, desde los temas culturales hasta la conservación de símbolos patrios, música y gastronomía. Y es que la historia y las raíces no tienen demarcación. Dice Quintero Borowiak: “El territorio no tiene un límite”.
Casas de puertas abiertas
En el recorrido de todo el trasegar de la historia que ha unido a Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá es preciso, además, hablar de la hermandad que ha existido entre estas naciones, sus poblaciones y sus fronteras. Bonanzas, crisis sociales, seguridad y el deseo natural del hombre por lo desconocido han hecho desde siempre que la migración se presente con tanta fuerza en lo que alguna vez fue la Gran Colombia.
Como lo señala Armando Martínez Garnica, presidente de la Academia de Historia de Santander, “una Nación de ciudadanos es, por definición, un resultado de la mutación mental colectiva que llamamos modernidad”. Una modernidad marcada por los retos a los que cada país se ha enfrentado y en la cual cada ciudadano ha tomado lo que ha considerado las mejores medidas para su desarrollo.
La hermandad existente entre estos países se deriva desde el trabajo interno de cada Estado, como lo refiere Andrés Murcia: “Desde 1821 se sembraron las raíces de algo muy potente, ya que desde este hito histórico se pudo proyectar una Nación de iguales, que en la actualidad (para el caso de Colombia) es una Nación que busca la equidad, lo que, además, es el propósito del actual gobierno nacional, y de allí los lineamientos de inclusión, crecimiento inclusivo y equidad de la mujer”.
Según Murcia, este trabajo no se queda allí, no es indiferente a las necesidades de los ciudadanos de otros países, que han encontrado en Colombia un hogar o la han hecho un camino de tránsito desde Venezuela a Ecuador, Ecuador a Panamá o viceversa. “Fuimos hermanos en 1821. Sin embargo, desde la fecha cada uno tiene su propio
desarrollo, pero basados en los mismos principios de independencia y libertad, y es una vocación muy profunda
que vale la pena seguir enriqueciendo”.
Frente al tema, la directora del Museo Casa Natal del General Santander insistió en que este punto geográfico fundamental de la historia, el valor de la remembranza de la Gran Colombia, más la cercanía de ambas naciones, al igual que el caso entre Colombia y Ecuador, ha permitido seguir manteniendo esa cultura familiar entre hijos colombianos de padres venezolanos o padres colombianos con hijos venezolanos. Es una cultura y casi una tradición que se ha mantenido desde los tiempos de Francisco de Paula Santander, cuya hermana Josefa Santander contrajo matrimonio con el coronel venezolano José María Briceño Méndez.
Sumado a ello, perdura en el reconocimiento no solo de la región, sino también en el del mundo, el diseño de las banderas de Colombia, Venezuela y Ecuador, que es prácticamente el mismo: en sus colores de fondo -amarillo, azul y rojo- y la distribución de los tres en líneas horizontales. “Simón Bolívar unificó al territorio en el que hoy se sitúan estas tres naciones, donde antes se encontraba el dominio colonial del Virreinato de la Nueva Granada, dando paso así a la herencia simbólica de cada uno de los estandartes, en los que las diferencias son símbolos y escudos sobre sus franjas de colores”, agrega Martínez Garnica.
Los retos venideros
En algo coinciden los historiadores y profesionales que han seguido punto a punto la historia de la República de Colombia desde 1821, y es en los retos que, de manera constante, deberá seguir afrontando el país, entendiéndose como territorio, Nación y Estado. “Ante nuestros ojos tenemos un bello legado, un legado que debemos mantener junto con los valores del preámbulo de la Constitución; propiedad, igualdad, libertad y seguridad, además de seguir garantizando los derechos de los colombianos con las modificaciones que existan en materia constitucional, a futuro”, dijo Murcia.
Martínez Garnica ha señalado con énfasis que la huella imborrable que tiene Colombia de Villa del Rosario es la integración social de la Nación y la incorporación de toda persona a la condición ciudadana con sus deberes y derechos. Así, finalmente, lo refirió hace poco más de doscientos años Antonio Nariño, vicepresidente interino de la República de Colombia, el 6 de mayo de 1821: “Señores, el mundo entero os contempla en este momento y aguarda de vosotros un documento que les haga ver que somos dignos de figurar entre las naciones”.
La secretaria de cultura de Villa del Rosario, Yuli Guerrero, resume bien el reto que deja la celebración del bicentenario de la Constitución de Cúcuta: “Hace dos siglos los legisladores de Colombia y Venezuela se reunieron en unidad, hoy no podemos ser inferiores a esa grandeza, a ese gesto de dos países por ser uno”.