Durante 50 años de guerra, la extinta guerrilla de las Farc secuestró a niños, ancianos y a mujeres embarazadas. Con ellos en su poder, los encadenó por meses enteros y los obligó a caminar día y noche, a veces en condiciones de desnutrición, generándoles ampollas por las que lloraban mientras daban pasos con fusiles en la nuca.
Tras años de estar en cautiverio, los entonces guerrilleros los humillaban con su libertad y les aseguraban que sus familiares “se habían olvidado de ellos y no querían pagar su rescate”. Y afuera, a las familias de esos secuestrados los exFarc siguieron cobrándoles por el rescate de, incluso, rehenes que ya habían muerto en cautiverio.
Todo eso, y más, fue admitido por los siete exmiembros del último Secretariado de las Farc que acudieron a la Audiencia de Reconocimiento de la Jurisdicción Especial para la Paz y aceptaron durante tres largas jornadas los horrores de la guerra.
Frente a las víctimas, a la magistrada del caso, Julieta Lemaitre, y al país, el excomandante de la extinta guerrilla de las Farc, Rodrigo Londoño, se conmovió hasta el llanto en varias ocasiones y pidió perdón por las torturas, los trabajos forzosos, el hambre y la violencia sexual ejercida hacia hombres y mujeres por el control del territorio.
El hecho fue histórico para Colombia, no solo por lo que representa para las víctimas y para el Proceso de Paz, sino porque es la primera vez que el último Secretariado de las Farc reconoce los mayores vejámenes cometidos durante el conflicto y responde a preguntas directas de las víctimas en un hecho público que tuvo todas las miradas a nivel nacional e internacional.
El abrazo de los afectados
A su paso, los sobrevivientes de este delito y los familiares de quienes murieron o aún continúan desaparecidos fueron pasando en una mesa ubicada al frente de los comparecientes para contar tus testimonios y exigir verdad.
Frente a frente, algunas de las víctimas les brindaron su perdón y otras se resistieron a hacerlo: “no podré perdonarlos nunca. No los veo arrepentidos de corazón. Pero les agradezco por estar aquí y haber dejado las armas”, dijo una de las víctimas sosteniendo la foto de su padre desaparecido.
Mientras hablaban y se les quebraba la voz, otras víctimas estaban ahí para acariciarse mutuamente la espalda y brindarse una mirada de apoyo, de empatía, como quien entiende ese dolor del secuestro que se revivió en estas tres jornadas.
Esas muestras de solidaridad, muchas veces incluso otorgadas a los excomandantes, conmovieron hasta a los magistrados y los periodistas que estaban en el recinto.
“Yo le estoy clamando con mi voz de padre. Deme esa oportunidad de irme de este mundo sabiendo dónde enterré a mi hijo. Es una ley natural que sean los hijos los que entierren a sus padres, pero no nosotros. No nosotros”, dijo entre lágrimas Vladimiro Bayona, el padre de un ingeniero civil que fue desaparecido por las Farc en la década de los 2000.
Llegarán al Tribunal
Las audiencias –ocurridas estos 21, 22 y 23 de junio– marcan un hito importante para el caso secuestro y le dan la estocada final para pasar al Tribunal de Paz de la JEP, quien será el encargado de decidir las penas.
De hecho, será esa máxima instancia la que decidirá qué pasará con la pelea por el delito de esclavitud entre la JEP y los excombatientes.
Pese a que la Sala de Reconocimiento coincidió con la Procuraduría en que debía llamarse así, los exFarc insistieron en que se trataba de trabajos forzados y no de esclavitud, que tiene una calificación aún más grave ante el Derecho Internacional Humanitario. En esta audiencia, Lemaitre decidió ceder ese paso y confirmó que esa pelea jurídica se dará ante el Tribunal y no ante su sala.
Al final de las audiencias, y aún con pañuelos de todas las lágrimas derramadas, víctimas y victimarios se abrazaron para sellar ese perdón que les seguirá otorgando la verdad