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“Si Petro quiere cambios no es a punta de puestos”: Katherine Miranda habla de ataques en su contra

La representante de la Alianza Verde reclama que el Gobierno intenta imponer las reformas. Pide consenso, dice estar dispuesta a ‘echarse al hombro’ los proyectos que sean fruto de consensos y advierte que no guardará silencio: “No soy como los del Pacto”.

  • Miranda reclama que Petro “mantiene las mismas prácticas” de otros gobiernos al relacionarse con el Congreso. FOTO Cámara de Representantes
    Miranda reclama que Petro “mantiene las mismas prácticas” de otros gobiernos al relacionarse con el Congreso. FOTO Cámara de Representantes
  • Según Miranda, tras una reunión con el presidente, a él “le quedó bastante claro que no soy como los congresistas del Pacto Histórico. No tengo por qué callarme”. FOTO: CÁMARA DE REPRESENTANTES
    Según Miranda, tras una reunión con el presidente, a él “le quedó bastante claro que no soy como los congresistas del Pacto Histórico. No tengo por qué callarme”. FOTO: CÁMARA DE REPRESENTANTES
  • La congresista asegura que “el Gobierno intenta, por las malas, imponer sus reformas y le ha ido mal. Hoy no tiene mayorías, ni tiene favorabilidad”. FOTO: CÁMARA DE REPRESENTANTES
    La congresista asegura que “el Gobierno intenta, por las malas, imponer sus reformas y le ha ido mal. Hoy no tiene mayorías, ni tiene favorabilidad”. FOTO: CÁMARA DE REPRESENTANTES
09 de enero de 2024
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Sin ser de oposición y con la autoridad moral que le da haber votado por Gustavo Petro, la representante Katherine Miranda (Alianza Verde) se ha consolidado como una de las voces más disonantes y críticas del “gobierno del cambio”.

Lejos de hacerse la de la vista gorda y asumir una posición irrestricta de respaldo al mandatario sin reparo alguno, la congresista no se ha guardado nada a la hora de advertir lo que no está marchando bien y criticar que se mantienen las mismas prácticas que otrora criticó el petrismo.

En diálogo con EL COLOMBIANO, Miranda reclama que persiste la mermelada en el Congreso; que el Gobierno intenta, por las malas, “imponer sus reformas y le ha ido mal”; confiesa también que por alzar la voz ha sido víctima de violencia política y machismo, así como ataques despiadados de bodegas: “Ha habido momentos en que me encierro a llorar”, dice.

¿Qué balance hace del comportamiento del Congreso en 2023?

Este es un Congreso que aún no ha entendido, en general, la independencia que debe tener. Para mí fue bastante pobre el trabajo legislativo. Se concentraron mucho en sacar adelante las iniciativas del Gobierno –con poco éxito, hay que decirlo–, y se dejó de lado la gran parte de proyectos de iniciativa parlamentaria.

Ahí se equivocó muchísimo el presidente de la Cámara, Andrés Calle, priorizando solamente lo del Gobierno y dejando de lado las iniciativas de los compañeros.

Es decir, la agenda legislativa, sobre todo desde el 20 de julio, ¿estuvo cooptada por el Gobierno?

Sí, completamente, estuvo cooptada por el Gobierno. Insisto que fue bastante pobre el trabajo legislativo que se hizo y se dejaron de lado alrededor del 80 % de los proyectos, que ni siquiera pudieron ser debatidos en la plenaria.

Duramos meses concentrados exclusivamente en la reforma a la salud, cuando el presidente de la Cámara podía ir alternando un poco la iniciativa del Gobierno con la parlamentaria.

¿En el trámite de los proyectos de por medio ha habido mermelada?

Lastimosamente las malas prácticas que criticábamos en gobiernos pasados se han mantenido. La forma de relacionarse y esa transacción entre Gobierno y Congreso se mantiene. Es bastante lamentable ver esas malas prácticas en el Gobierno que se dice de cambio y que prometió acabarlas.

¿Y puntualmente mermelada sí ha habido?

Sí, lo han dicho los propios funcionarios del gobierno de Petro, particularmente lo del Fondo Nacional del Ahorro o las declaraciones del ministro de Salud, Guillermo Alfonso Jaramillo. Se equivoca el Gobierno completamente, porque las reformas le están pasando en el Congreso, no precisamente por buenas.

Usted ha sido particularmente crítica con la reforma a la salud. ¿Cuáles son sus reparos a uno de los proyectos bandera del Gobierno?

Yo creo que sí es necesaria una reforma a la salud y hacer cambios estructurales, sobre todo en la prestación del servicio en las regiones. No podemos comparar Bogotá, por ejemplo, con Arauca o Guainía. La reforma se tenía que haber concentrado más en eliminar esas inequidades y desigualdades que tenemos en el sistema de salud y no en acabar un sistema que se ha venido construyendo desde hace más de 30 años y que tiene algunas cosas buenas.

Particularmente yo me opuse a la reforma porque me parece profundamente irresponsable creer que vamos a modificar un sistema de salud en el lapso de dos años. Eso no se puede hacer. Intentarlo siquiera podría colapsar la salud de los colombianos. No hay claridades frente a las responsabilidades financieras, pero también de atención por parte de quién va a asumir esos costos y los riesgos. Hoy no tenemos claridades en esta reforma.

Hay que hacer unas modificaciones y unificar el sistema único de información. El mismo ministro de la TIC, Mauricio Lizcano, dice que no puede haber reforma a la salud si no está unificado ese sistema de información. Él reconoció que se tardaba alrededor de cinco años hacerlo, entonces ¿cómo pretenden que la reforma a la salud se haga en un lapso de dos años?

En términos generales fue una reforma improvisada, sin aval fiscal. No tenemos ni idea de dónde va a salir la plata. No tenemos ni idea quién va a asumir algunos costos de la financiación, por ejemplo, de los CAPS. No tenemos ni idea cómo van a ser para incrementar el número de médicos o enfermeras, cuando ni siquiera habla de incrementar el número de prestadores del personal médico. Además, esta reforma debió haber sido estatutaria porque es un derecho fundamental. Hay ciertas incertidumbres que tenemos y por eso no la apoyé, aun sabiendo que necesitamos una reforma al sistema.

Según Miranda, tras una reunión con el presidente, a él “le quedó bastante claro que no soy como los congresistas del Pacto Histórico. No tengo por qué callarme”. FOTO: CÁMARA DE REPRESENTANTES
Según Miranda, tras una reunión con el presidente, a él “le quedó bastante claro que no soy como los congresistas del Pacto Histórico. No tengo por qué callarme”. FOTO: CÁMARA DE REPRESENTANTES

A nivel personal, desde la esfera más íntima, ¿qué ha implicado asumir esa posición crítica?

A mí Antanas Mockus me enseñó que el capital político está para gastárselo en las justas luchas. Pensé muchísimo la posición que debía tomar frente a este proyecto y otros, y tomé la decisión, en mi criterio, de hacer lo correcto. No puedo mirar para otro lado ahora que los errores los comete Gustavo Petro, luego de haber sido tan inquisidora en gobiernos pasados.

La coherencia para mí no es simplemente que apoyé a este Gobierno y debo quedarme callada o justificar todo lo malo que hacen, sino tener la capacidad de criticar. No ha sido fácil. Hay que asumir un costo político, pero estoy dispuesta a hacerlo, porque creo que se están equivocando y mi deber como congresista no es aplaudir todo lo del Gobierno, sino procurar que las cosas se hagan bien.

Entonces he asumido el garrote que me han dado, pero lo hago con responsabilidad, porque siento que estoy haciendo lo correcto, lo que tiene que hacer un congresista, y es ser independiente a los gobiernos de turno y tratar de mejorar las cosas, hacer un buen trabajo y promover el control político. Es la apuesta que he tenido y que seguiré teniendo, cuésteme lo que me cueste.

Una cosa es estar bajo escrutinio y otra muy diferente recibir ataques de jaurías digitales que se valen de todo tipo de improperios. ¿Cómo lidia con eso?

Las redes sociales son un mundo completamente alejado de la realidad. Para ser sincera procuro casi no manejar mis redes. Lo hace mi equipo de comunicaciones, pero claro que me meto y leo, y duele profundamente. Duele cómo a mí no se me controvierte con argumentos, sino con mentiras y violencia política. No voy a negar que ha habido momentos en que me encierro a llorar de ver la gente como es de cruel y lo único que buscan es hacerle daño a la persona y desmoralizarla.

Pero mi mamá me dice que yo no nací el día de los temblores y que tengo que asumir el trabajo que decidí hacer. Entonces, sí duele, pero paso la página y por un comentario malo hay cien buenos. Lo más gratificante para mí ha sido el hecho de poder salir a la calle o ir a un restaurante, y que la gente se acerque a felicitarme por el trabajo hecho. Nunca me han dicho nada malo en la calle, cosa distinta a lo que le pasa a mis compañeros del Pacto Histórico, situación que no justifico, claramente. Pero a mí me pasa todo lo contrario.

A mí en la calle me felicitan; me dicen que soy una berraca; que siga así; que les gustan mis posiciones críticas; que les gustan mis posturas argumentadas y técnicas. Así que por un mensaje que leo, en la mayoría de veces por parte de bots o bodegas pagas por el petrismo, yo salgo a la calle y lo que recibo es cariño. Aprendí y entendí que las redes sociales, sobre todo Twitter, son un mundo bastante mentiroso y violento, pero la calle es otra cosa. Allí el cariño es inmenso.

Detrás también hay machismo y violencia de género. ¿Cómo hacer que esos ataques contra la vida privada y familiar no terminen afectando la labor legislativa?

Leo esos comentarios desde el momento uno que decidí hacer política. Hace seis años, cuando estaba repartiendo mis volantes para llegar a la Cámara por primera vez, me decían ‘váyase mejor para la casa’. ‘¿Es que usted no tiene marido?’. ‘A, usted lo que le falta es que le pongan oficio en la casa’. Y ha sido una constante.

Al político promedio, al hombre promedio, no le gusta ver una mujer empoderada. No le gusta ver una mujer tomando decisiones. Pero lamento profundamente que todavía estemos en una sociedad tan machista y me resbala eso. Vengo de un matriarcado en mi casa: mi abuela, mi mamá, todas somos mujeres.

Mi mamá fue, tal vez, una de las primeras mujeres policías y también tuvo que recibir mucha violencia y machismo. Hemos aprendido a lidiar con eso y a intentar transformar esa visión que muchas veces tiene la sociedad colombiana de que las mujeres solamente debemos estar dedicadas a los hijos y al hogar.

Parte del trabajo político es romper ese tipo de paradigma y los estereotipos contra las mujeres. Cada día se va avanzando. Cuando leo, por ejemplo, comentarios machistas o sobre mi físico, me da pesar por la persona y pesar que quizá ese hombre tenga hijas o una esposa. Me da tristeza el entorno que puede llegar a tener esa persona y el trato que puede llegar a tener con las mujeres que lo rodean. Por fortuna, vivo en un espacio donde valoramos profundamente el trabajo de las mujeres y las impulsamos. También tengo una niña que cumple nueve años y lo que buscamos es tratar de dejar esos estereotipos de lado y mostrar que las mujeres podemos estar en todos los escenarios. Estamos en la capacidad de liderar cualquier situación y lo podemos hacer muchísimo mejor que los hombres.

¿Siente que en su trabajo como congresista, particularmente ahora, ha tenido las garantías para dar los debates?

A mí me ha tocado abrirme espacios en el Congreso a codo. Es bastante curioso porque de entrada no se le cuestiona la inteligencia ni la capacidad a un hombre. Se da por hecho que el hombre es capaz de. A nosotras las mujeres, o a mí particularmente cuando llegué al Congreso, tuve que partir de que no me regalaron la curul, que sí pienso y que sí tengo algo que aportar.

Por ejemplo, no soy como tan brava como muchas personas creen. En medio de las discusiones, debates o mociones de censura tal vez uno tiene que tomar un tono un poco más alto para que lo escuchen. Entonces ha sido todo un proceso en el Congreso para mostrar que uno sí tiene los argumentos, que sí puede hacer un contrapeso. A mí me decían niña cuando llegué al Congreso y ya no se atreven a decirme así. Pero ha sido un proceso duro, que se ha consolidado bien y cuando uno va a hablar ya lo escuchan, no hay que demostrar que uno sí es capaz de dar los debates con altura y con argumentos.

Sin embargo, las mujeres partimos de suposiciones contra nosotras como que somos brutas, que nos regalaron la curul o que quién sabe por qué estamos allá, cuando es por nuestro trabajo, por nuestros propios méritos y porque tenemos mucho que aportar y mucho que decir en el Congreso.

¿Qué le responde a quienes la señalan de ser uribista, de que está camuflada, que es un Manguito y que supuestamente traicionó a muchos electores?

Gané primero mi curul y luego decidí apoyar al presidente Gustavo Petro. A mí Petro no me puso. Me puso la ciudadanía y a ellos les respondo. Y lo estoy haciendo muy bien.

Lo segundo es que no albergo odios en mi corazón, ni mala vibra para nadie. Digo siempre que Dios los bendiga. No tengo ese tipo de odios ni resentimientos contra las personas. Simplemente hago mi trabajo, por el que me pagan.

Voy a trabajar todos los días con la mejor actitud, con la actitud positiva de que hoy sí van a escuchar mis argumentos y sí van a modificar esto. Muchas veces salgo triste del Congreso porque pueden más otro tipo de incentivos que los argumentos técnicos. Sin embargo, no les respondo a esas personas. Es que para mí no son interlocutores válidos. Al bagazo poco caso. Ni siquiera les presto atención, ni los leo.

¿Hace cuánto no habla con el presidente Gustavo Petro?

Hablé con él en agosto.

¿De qué hablaron?, ¿le pudo expresar todos los ataques de los que es víctima por parte de las bodegas?

Sí, le dije al presidente que me atacaban bastante en redes sociales y particularmente porque yo me opuse al artículo de la expropiación. Él no le dio mucha importancia al tema, la verdad. Me dijo entonces ‘pues ya’. Yo le respondí que no estaba de acuerdo y que me iba a seguir manteniendo en mi línea.

Hablábamos de las reformas un poco, le manifesté que no las iba a acompañar. Le di mis argumentos. Me escuchó. Me atendió. Le dije que quería que el Gobierno y que los ministros, y particularmente el de Salud, escucharan mis argumentos, que me parecía profundamente irresponsable una transición de dos años en la reforma, que mínimo debía ser entre siete y diez, según los expertos. Contestó que no. Y pues no llegamos a acuerdos. Y él entendió que yo no iba a apoyar sus reformas.

La congresista asegura que “el Gobierno intenta, por las malas, imponer sus reformas y le ha ido mal. Hoy no tiene mayorías, ni tiene favorabilidad”. FOTO: CÁMARA DE REPRESENTANTES
La congresista asegura que “el Gobierno intenta, por las malas, imponer sus reformas y le ha ido mal. Hoy no tiene mayorías, ni tiene favorabilidad”. FOTO: CÁMARA DE REPRESENTANTES

¿Y desde ahí siente que se rompió esa relación?

No creo que se haya roto una relación. Pero a él sí le quedó bastante claro que no soy como los congresistas del Pacto. No tengo por qué callarme. No me voy a callar. Y si algo me parece mal, lo voy a decir. Entonces ha sido una relación bastante respetuosa.

A mí el presidente nunca me ha llamado a decirme ‘usted tiene que apoyar, usted tiene que...’ No. Yo he tenido la posibilidad de decirle no lo acompaño en esto, no lo acompaño en lo otro. Y él ha respetado mi posición. Esa relación que tenemos él y yo se ha construido bajo la lógica de un respeto profundo. Entonces no la veo rota. Pero él entiende que yo soy independiente, que nadie me manda y que si no me gusta algo lo voy a decir.

¿Y cómo ha sido el trato y la interlocución con los demás funcionarios del Gobierno?

La verdad hemos tenido muy poco trato, pero bastante respetuoso. Solamente he hablado una vez con el ministro de Salud. Le dije mis inquietudes, tomó nota en su cuaderno y no hizo absolutamente nada. Le presenté mis proposiciones para modificar algunos artículos y ninguna la quiso avalar. Entonces, la relación ha sido prácticamente la que conocen los medios de comunicación. Pero no hemos tenido mayor relación.

Con el ministro del Interior, (Luis Fernando) Velasco, ha sido una relación bastante respetuosa y cordial. Somos amigos desde la legislatura pasada. Entonces, él entiende cómo soy yo y que mis lógicas no son las mismas que de pronto tienen algunos compañeros en el Congreso. Pero en general es una relación bastante respetuosa con todos los ministros. Pero casi que nula. Muy pocos se nos acercan a nosotras a hablarnos.

¿Esa no es la causa de muchas controversias y dificultades con el Gobierno?

Sí, esa es una de las grandes críticas que tengo. No puedo creer que todavía se mantenga esa lógica de que ser partido de gobierno es simplemente votarle todo sí. Si uno no está de acuerdo con un artículo, con una reforma o con un proyecto, pues el papel del congresista es preguntar, cuestionar y asegurarse que los recursos estén, de dónde van a salir y cómo se van a invertir. Pero la lógica de ellos es la misma que han tenido los gobiernos pasados.

Me separo de ese tipo de lógicas. Creo que es posible dignificar el papel del congresista y devolverle la confianza al Congreso. Parte del descrédito que tiene hoy el Gobierno y que mantiene el Congreso de la República es porque hemos visto que no cambia nada. Se mantienen las mismas prácticas. A mí me pueden atacar en Twitter, un par de bodegas manipuladas –muchas desde la Casa de Nariño–, pero siento que tienen que intentar modificar las formas.

Considero que la interlocución con el Congreso no solo se debe dar exclusivamente con participación dentro del Gobierno, sino que se tiene que dar con argumentos, ideas y entendiendo que hay que llegar a consensos. Usted no puede llegar a una discusión imponiendo y diciendo que tiene la verdad absoluta, porque ya no habría consenso, ni un un acuerdo. Usted tiene que partir y sentarse con la idea de que se puede dejar seducir de un buen argumento. Aquí falla el Gobierno Nacional y por eso las reformas están bastante quedadas en el Congreso, porque no solamente son mis compañeras o yo quienes nos estamos oponiendo, sino realmente casi que el Legislativo en pleno se opone, pero se deja seducir por unas formas non sanctas por parte del Gobierno Nacional.

Si el Gobierno entendiera que es mejor lograr esas mayorías si modifica ciertas cosas y si llega a consensos con los congresistas, avanzaría muchísimo más. No es imponiendo como lo está haciendo. A mí me genera todo lo contrario cada vez que dicen ‘es que tiene que ser así y de malas’. Pues yo digo de malas ustedes porque yo voy a votar de otra manera.

Repito, si usted parte imponiendo una conversación ahí no hay diálogo. No va a haber consensos. Va a lograr tal vez unas mayorías bastante desilusionadas, porque si usted le pregunta a la gente en la calle no están de acuerdo con las reformas. El Gobierno Nacional irrespeta al Congreso cuando busca imponer sus reformas.

¿Y esa interlocución no podría mejorar por el hecho de que los verdes tienen a Carlos Ramón González en el computador de Palacio, el DAPRE?

Sí, pero Carlos Ramón no está allí como parte de la representación del partido Verde. Él ha sido muy cercano y del primer círculo del presidente Gustavo Petro desde hace muchísimos años. Ellos estuvieron militando en el M-19 y luego fueron compañeros en la Cámara de Representantes tras la Constituyente. Entonces, va más allá de partido. Ahí el presidente tiene un compañero, un amigo.

Yo con Carlos Ramón tengo una relación increíble. Él es completamente respetuoso de mis posiciones. Con él me he sentado, le he dicho ‘no me gusta esta reforma por esto, esto, esto y esto’. Él entiende cuál es mi posición y la respeta profundamente.

Las conversaciones que tengo con Carlos Ramón nunca parten de pedirme el voto en determinada reforma. Él no llama a los congresistas a pedirles el voto. No. Siempre ha sido muy respetuoso con la posición de cada uno de nosotros.

A propósito, ¿en qué quedó el tema de que los verdes dejen de ser partido de gobierno y pasen a la independencia?, ¿siguen firmes en ello?

Sí, es lo adecuado. Además, yo en la práctica he actuado de esa manera. Para que el partido Verde pueda realmente –no sé cómo decirlo–, actuar coherentemente debería irse a la independencia. Hoy somos un grupo bastante grande de congresistas, pero lastimosamente la decisión no la toma la bancada, sino la Dirección Nacional y ellos deben ser convocados para eso.

Realmente espero que los presidentes de mi partido actúen con coherencia. Lo coherente y lo correcto es ser independientes, porque la independencia nos quita ese rótulo de tener que votarle todo sí al Gobierno Nacional simplemente por ser partido de gobierno, cosa que no comparto, obviamente. Nos permite también apoyar lo bueno y ser bastante críticos con lo malo. Nuestro camino tiene que ser la independencia en este y en cualquier otro gobierno, porque nos va a permitir actuar de manera libre y coherente.

¿Qué espera del Gobierno en este 2024?, ¿cambiarán las formas y como se relacionan con ustedes?, ¿o al contrario va a arreciar en sus posturas y se va a radicalizar?

El Gobierno intentó saltarse al Congreso sacando varios decretos y la Corte Constitucional le colocó un freno. El Gobierno ha intentado, por las malas, imponer sus reformas y le ha ido mal. El balance es que le ha ido mal. Hoy no tiene mayorías, no tiene favorabilidad en la opinión pública y tiene más enemigos que amigos. Un poco la respuesta del por qué hoy está tan mal el Gobierno es porque ha querido imponer un relato y no le está yendo bien.

Sinceramente espero que el Gobierno Nacional va a recapacitar en la forma en la que está tratando de hacer sus reformas. Espero genuinamente que el Gobierno entienda que tiene que ceder en algunas cosas, que va a ganar en otras, pero necesariamente tiene que escuchar y entender que todo cambio se hace de manera progresiva, no de la noche a la mañana.

Si Petro quiere realmente hacer cambios no es a punta de puestos. Tiene que contar con el país y con la mayoría de los congresistas. Es a punta de ideas y de consensos. Así es que puede avanzar. Así sacamos el Plan de Desarrollo. Así sacamos la reforma tributaria.

El Gobierno en esos proyectos tuvo que ceder en algunas cosas. No les gustaron otras que se tumbaron. Con las que sí pasaron fueron felices. Pero es cediendo, es escuchando y es entendiendo que uno no tiene la verdad revelada y que otra persona puede ayudarlo a construir gobierno. No necesariamente el mundo y Colombia empieza con la era de Gustavo Petro.

Vale la pena reconocer avances que han tenido otros gobiernos. Vale la pena reconocer trabajos y construir sobre lo construido. No todo es malo y ese relato no se le puede vender al país. No todo en Colombia es malo y hay que empezar de cero y creerse Adán. Hay cosas buenas y hay que rescatarlas. Esa es la apuesta que tiene que tener el Gobierno este año si realmente quiere mantener un apoyo en la ciudadanía, en la opinión pública, en el Congreso y en las Cortes.

Si pudiera hablar mañana con el presidente Petro, ¿qué le diría?, ¿cómo viabilizar ese proyecto de país por el que usted votó?

El presidente sabe que yo quiero mucho a mi abuelita y parte del por qué lo apoyé fue porque nos sentamos él, mi abuelita y yo. Y la abuela tiene unas palabras muy sabias: ‘solo se llega más rápido, pero acompañado se llega más lejos’. Él sabe que las cosas no van bien en el país y hay que ser humildes para reconocer y aceptar las realidades, pero también hay que ser mucho más humildes para pedirle al otro –al que piensa diferente, al que muchas veces ha considerado enemigo de su proyecto político–, que le eche una mano y nos ayudemos entre todos.

Le diría que de verdad reconsidere las posiciones que está tomando y las formas que está tomando. Que retome esa apuesta del Gran Acuerdo Nacional, en la cual yo estoy dispuesta a trabajar. Estoy dispuesta a echarme al hombro las reformas que se lleguen a través de consensos. Para ello hay que escuchar mucho más y hay que coger las cosas buenas del que piensa distinto. Ahí está la clave, el éxito del presidente, y es construir sobre lo construido, pero también recoger las cosas buenas de los otros.

Es clave entender que uno gobierna para 50 millones de personas y no simplemente para unos sindicatos o para quienes lo ayudaron a elegir. Él tiene que entender que pensar diferente no lo hace a uno su enemigo, ni enemigo de su proyecto político, sino que le muestra una cara diferente de una reforma.

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